dilluns, 21 de desembre del 2015


SALMO 119: 136


“Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaron tu ley”

¿Por qué el salmista puede decir que sus ojos se convirtieron en cataratas de lágrimas porque no guardó la la ley del Señor? La razón es muy sencilla, el salmista contempló la santidad de Dios y la contrastó con la negrura de su corazón.

El profeta Isaías en una visión vio “al Señor sentado sobre un trono alto y sublime” (6:1). Encima de Él serafines: “y el uno al otro daba voces diciendo: Santo, santo, santo, el Señor  de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria” (v. 3). El templo se llenó de la presencia del Señor y el profeta ante la gloriosa presencia de Dios se llenó de temor: “¡Ay de mí! Que soy muerto, porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos” (v.5).

El profeta no se queda en el miedo a morir. Cuando el Señor empieza una obra de salvación no la deja a medio hacer. Lo que comienza lo acaba: “Y voló hacia mí uno e los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas, y, tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (vv. 6,7).

El texto que se conoce como el llamamiento de Isaías pone de manifiesto que el proceso del llamamiento de una persona al servicio de Dios se inicia en el Señor. Dios llama a una persona y lo primero que debe ocurrir es que la tal persona reconozca su pecado.  Dios llama a su servicio a hombres y mujeres que reconozcan que son pecadores. Que les abrume su pecado y que la conciencia despertada a la realidad busque el perdón de Dios que se encuentra en Jesús que cargó sobre su espalda su pecado clavándolo en la cruz. Cuando esto sucede el creyente se da cuenta de que ha sido liberado de su pecado por la sangre de Jesús que los limpia todos. En Jesús Dios lanza el pecado del hombre al fondo del mar y ya no se acuerda más de él.

Todavía no se ha completado el número de los redimidos. El Señor sigue teniendo muchas ovejas extraviadas que deben ser llevadas al redil para que el Señor como Buen Pastor proceda a pastorearlas. En un susurro al oído, el Señor dice al recién llamado: “¿A quién enviaré?  (v.8).

El Señor no recluta embajadores fuera del redil donde guarda a sus ovejas. A ellas les dice: “¿A quién enviaré? Cada una de ellas según el don recibido y el lugar  que se le tiene reservado en su viña, responde: “Envíame a mí”. Las ovejas no pueden permanecer ociosas en el redil. La mies es mucha y los obreros pocos. Envíame a mí, dice uno. Envíame a mí, dice otro. …Las rencillas, las disputas, las discusiones se terminan porque estando cada una de las ovejas ocupadas en servir al Señor en el lugar que ha sido preparado para ellas ,no tienen tiempo para mirarse las unas a la otras para criticarse.


GALATAS: 4:4


“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”

El viaje de Jesús a la Tierra se proyectó en la eternidad pasada al ser “destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de nosotros” (1 Pedro 1:20). ¿Quién puede calcular la anchura, largura y altura del amor de Dios? Ante de “tal manera amó Dios al mundo”, sólo nos toca enmudecer en señal de humildad y reverencia ante amor tan inmenso e incomprensible. A partir del inicio de la Historia y del anuncio que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente, han transcurrido muchos siglos. El reloj de Dios no se avanza ni se atrasa. Siempre señala la hora exacta. Bien, cuando llegó el instante determinado,”el cumplimiento del tiempo”, Jesús nació en el pesebre de una casa campesina de Belén, para iniciar un peregrinaje de treinta años por la tierra. Jesús, que fue el  Nombre que se le puso al Hijo de Dios encarnado, porque salvará al pueblo de Dios de sus pecados, no vino a la Tierra para hacer un largo viaje turístico, sino para al llegar a la Pascua escogida por Dios para morir por los pecados de su pueblo.

La Navidad, el recuerdo del nacimiento de Jesús, tal como la celebran la mayoría de los cristianos es un recuerdo cojo porque le falta el elemento esencial que motivó al Padre a enviar a su Hijo. De tal manera nos ha amado Dios que envía a su Hijo a la Tierra para salvarnos de nuestros pecados. ¿Dónde se encuentra el aspecto redentor de Jesús en las celebraciones navideñas populares y cristianas? Brilla por su ausencia. Abetos, Papa Noel, Santa Claus, Reyes…, abundan. Las multitudes paganas y cristianas han sido atrapadas por el frenesí de las compras compulsivas. Tanto es así que los comerciantes consideran buena o mala la campaña navideña si los beneficios han superado o no los del año anterior. En medio de tan frenético consumismo navideño el único Jesús que encontramos es el folclórico que compite con Papa Noel.

Ya sabemos que el Jesús auténtico, el que nos presenta la Biblia y que ha venido para salvar al pueblo de Dios de sus pecados no es objeto de la atención popular. Lo más preocupante es que a los cristianos en general les basta con cantar villancicos e himnos en los cultos navideños. Pero, ¿dónde encontramos cristianos preocupados por seguir a Jesús y afligidos por hacerlo tan mal? ¿Dónde se encuentran hombres y mujeres  que clamen al Señor para que derrita el témpano de hielo en que se han convertido sus corazones por vivir en una perenne noche ártica?

Tú, Sol de justicia, dirige los rayos de luz cálida sobre nuestros corazones convertidos en hielo para  derretirlo y se conviertan en corazones de carne sensibles a tu voz y sedientos y hambrientos de Ti que eres Pan y Vino de Vida. Sólo entonces nuestra existencia terrenal tendrá sentido

http://perenya22.blogspot.com

 

 

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