CONFUSIÓN SOCIAL
<b>Se
producen tantas situaciones inverosímiles que al no encontrar respuesta
adecuada al motivo que las ocasiona que nos embarga la confusión</b>
¿Qué
pensaba el niño de Barcelona de trece años que mató a un profesor e hirió a
cuatro personas? Los comentarios de algunos de sus compañeros nos dan una
pista. El acto fue premeditado. El chico se presentó al instituto con un
machete, una ballesta profesional y una botella de cerveza conteniendo líquido
inflamable. El menor dejó patente en las redes sociales su devoción por las
películas de terror y teleseries como <i>The walking dead</i>. Los
siquiatras afirman que estamos intoxicados. Hace pocos días en Catalunya se
celebró la Diada de Sant Jordi, el día del libro y de la rosa. Se dice que el libro
es una fuente de cultura, pero también de intoxicación. Existe mucha literatura
que contribuye a la intoxicación individual y colectiva a la que se refieren
los siquiatras. Hay un refrán que dice: “Dime con quien andas y te diré quien
eres”. “Si los pecadores te quieren seducir, no lo consientas…Hijo mío, no
vayas por su camino, guarda tu pie de su sendero…” (Proverbios 1:10-18). Los
amigos de carne y huesos pueden inducir a hacer el mal. También lo hacen los
amigos de papel y digital. El padre que aconseja a su hijo que evite los amigos
que pueden llevarle por caminos peligrosos, hoy también le aconsejaría que se
apartase de la palabra escrita sobre papel y con base digital.
Los
siquiatras aseguran que el comportamiento violento del niño de trece años se
debió a un brote sicótico, trastorno que consiste en una ruptura transitoria
con la realidad que le hace perder las facultades cognitivas y la voluntad del
individuo. La preguntas que debemos hacernos es: ¿qué provoca el brote
sicótico? Es lógico pensar que si el brote sicótico da paso a un acto violento,
sea eximente legal ya que el violento no es responsable de lo que hace debido a
la enfermedad.
La
pregunta que me hago es: por qué no se consideran brotes sicóticos la
perversidad de los crímenes que comete el Estado Islámico y otros extremismos?
¿Por qué no se consideran brotes sicóticos las torturas que infligen las
naciones civilizadas a los presos políticos, de guerra y de otra índole que se
consideran atentados contra la seguridad del Estado? ¿Por qué no se consideran
brotes sicóticos la fabricación y trafico ilegal de armas que sirven para
exterminar indiscriminadamente a la población civil? ¿Por qué no se considera
brote sicótico que un gobernante para justificar una guerra diga que el enemigo
potencial es poseedor de armas de destrucción masiva? Podríamos alargar la
lista de los delitos que podrían atribuirse a brotes sicóticos. ¿Por qué no se
hace? Sencillamente porque a los
profesionales del comportamiento se les vería el plumero y perderían su
credibilidad porque sus diagnósticos no serían creíbles.
Es
cierto que quienes cometen actos violentos poseen una perturbación mental, pero
esta anomalía se debe a una causa. Es aquí en donde yerran los especialistas en
el comportamiento humano. Buscan curar los efectos sin resolver la raíz de la
violencia. Palabras de Jesús: “Porque del corazón salen los malos pensamientos,
los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos
testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan (intoxican) al
hombre” (Mateo 15:19,20). La intoxicación de que hablan los siquiatras nace en
el corazón del hombre y de aquí se distribuye a través de los diversos medios
de comunicación que contaminan las mentes y corazones de quienes están expuestos
a su influencia. El apóstol Pablo diagnostica que el comportamiento humano que
nos estremece: “Injusticia, fornicación, avaricia, maldad, envidia, homicidios,
contiendas, engaños, malignidades, murmuraciones, aborrecedores de Dios
injurias, soberbias, altiveces, inventores de males, desobediencia a los
padres, carencia de afecto natural, enojos, inmisericordes” (Romanos 1:29-31),
se debe a haber abandonado a Dios y a no tenerlo en cuenta en el día a día. La
situación actual que nos acongoja, ¿no puede deberse a la misma causa que
provocó la desgracia de Israel por no escuchar a Dios? “El Señor te herirá con
locura, ceguera, y turbación de espíritu, y palparás a mediodía como palpa el
ciego en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos, y serás oprimido y
robado todos los días, y no habrá quien te salve” (Deuteronomio 28:28,29).
Jesús
contrasta el corazón malo del que salen estos actos propios de un corazón
intoxicado por el pecado con el corazón bueno del que salen: “amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22,23). Jesús es quien tiene poder de
cambiar el corazón. Si se desea contribuir a hacer un mundo mejor debe tomarse la decisión de seguir a Jesús ya
que Él hace bueno el corazón malo. Como más auténticos seguidores tenga Jesús
más sano será el entorno en el que nos movemos. La mejora social es cuestión de
decisión. Josué, el caudillo que introdujo Israel en la Tierra Prometida, poco
antes de morir puso al pueblo en la alternativa de decidirse por el Dios que
los había liberado de la esclavitud de Egipto o por los dioses de la tierra que
iban a ocupar. El líder hace esta solemne declaración: “Yo y mi casa serviremos
al Señor” (Josué 24:15). El pueblo se decidió por los dioses de las naciones y
así les ha ido a lo largo de la historia
Octavi
Pereña i Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada