dilluns, 4 de maig del 2015

2 SAMUEL 11:25

“Y David dijo al mensajero: Así dirás a Joab No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro”.
El poder del Estado jamás debe vulnerar la Ley de Dios. Enfatizo Ley de Dios porque la distingo de la ley que redactan los juristas. Ambas leyes no siempre se corresponden. Llegado el momento la Ley de Dios debe prevalecer por encima de la del hombre.
David, por el hecho de ser rey de Israel era el hombre más poderoso y su palabra era ley. A partir del pecado de adulterio cometido con Betsabé, esposa de Urias, oficial de su ejército, su ley dejó de coincidir con la de Dios. El pecado no perdonado perturba el corazón e incita a precipitarse más profundamente en el pozo de la corrupción y de la injusticia.
Veremos como el adulterio de David le perjudicó en la administración de justicia. Siglos después otro rey cometió adulterio. Herodes había tomado por mujer a Herodías, esposa de su hermano Felipe. Juan el Bautista le decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano” (Marcos 6:18). Ambos reyes cometieron adulterio, aún que por causas distintas. Ambos monarcas coincidieron en el asesinato por delegación. El pecado conduce a otro pecado y así sucesivamente para intentar esconder la cadena de pecados cometidos.
Betsabé, la mujer con quien el rey David cometió adulterio quedó embarazada. El pecado ya no se podía ocultar. Para evitar que se hiciese público David maquina un plan. Hace llamar a Urías del campo de batalla con el propósito de que al estar en Jerusalén iría a su casa en donde dormiría con Betsabé, su esposa.  Así, el marido cornudo creería que el hijo que llevaba su mujer en el vientre sería suyo. El plan falló. Urias no fue a su casa. David planea deshacerse de Urías. Lo regresa al campo de batalla llevando una carta en la que se le ordenaba al general del ejército que pusiese a Urías en un lugar peligroso de la batalla con el fin de que muriese en combate. Así sucedió. Urías murió pero el pecado de David no permaneció en secreto. Dios fue testigo de lo sucedido.
Herodes y David cometieron adulterio. Ambos fueron reprendidos por hombres de Dios. Herodes no se arrepintió. David, sí. A pesar de que Dios perdonó a David no debemos entender que podemos pecar impunemente porque Dios perdona. No nos dejemos dominar por el pecado que nos incita a hacer leyes a nuestra medida, sino atender el mandato de Dios que prohíbe desear  a la mujer de nuestro prójimo.


JUECES 24:25

“Y en estos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía”
Este texto es el último versículo del libro de Jueces. Período de la historia de Israel con muchos claroscuros que denotan la ínfima calidad moral y espiritual del pueblo de Dios.
El hecho de que no hubiese rey en Israel implica que el Dios que los había sacado con mano fuerte de la esclavitud de Egipto no era su Rey. Cuando el Padre de nuestro Señor Jesucristo no reina en un pueblo, el resultado siempre es la anarquía. Esta confusión se hace perfectamente visible en nuestros días cuando vemos que los países dan vueltas sin orden ni concierto para ir a ninguna parte.
Durante el período de Jueces no había rey en Israel. Cuando con el profeta Samuel el pueblo le pidió que le diese “un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8:5), estas palabra no le agradaron al profeta. La causa, el profeta la planteó Dios, como debe hacerse siempre que se busca solución a los problemas que nos afectan. He aquí la respuesta que recibió: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mi me han desechado, para que yo no reine sobre ellos”  (v.7). Es muy interesante saber por qué los israelitas pidieron un rey: Queremos un rey “que nos juzgue como tienen todas las naciones”. Israel tenía que ser distinto a todas las naciones y ellos buscan asemejarse a ellas. En vez de preservar la distinción querían pasar desapercibidos. Tal vez encontramos aquí un indicio del moderno ecumenismo y de los forums de las religiones, hoy tan de moda. En vez de ser luz, los israelitas deseaban confundirse con las tinieblas.
A la iglesia le sucede algo parecido. Prefiere ser  gobernada al estilo de las naciones. Cuando el Imperio romano concedió a la iglesia libertad de existir sin necesidad de tener que esconderse, copió el modelo romano de gobierno, que perdura hasta nuestros días en la Iglesia católica. Hoy, imita el modelo democrático. El gobierno del pueblo substituye al gobierno de Dios.  El resultado es que la iglesia ha perdido el norte. Va a la deriva sin brújula que le señale el camino correcto. Las filosofías de este mundo de tinieblas la dominan. Lo blanco se convierte en negro y, todos contentos. Está claro, las tinieblas se encuentran a gusto con las tinieblas, como el pez en el agua.
Hemos desechado a Dios y pedimos un rey que nos gobierne porque deseamos ser como las otras naciones. Nos equivocamos. Debemos pedirle a Dios que nos gobierne por medio de hombres santos escogidos por Él y que por su mediación nos instruyan en su Palabra. A la vez debemos pedirle que nos de un corazón de carne sensible a la voz divina porque así la Palabra de Dios no resbale y pase de largo sin hacernos el bien que aporta. Cuando queremos un rey como tienen las naciones no es de extrañar que sintamos odio hacia los mensajeros divinos y, en vez de arrepentirnos de nuestros pecados preferimos vivir en tinieblas como los ciudadanos de los reinos de este mundo.

http://octaviperenyacortina22.blogspot.com

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