PROVERBIOS 10:17
“El camino de la vida es guardar la instrucción, pero
quien desecha la reprensión yerra”
Santiago escribe para nuestra formación cristiana lo mismo que el texto
que comentamos: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solo oidores,
engañándoos a vosotros mismos” (1:22). El escritor sagrado amplía lo dicho
añadiendo: “Porque si alguien es oidor de la palabra pero no hacedor de
ella, éste es semejante al hombre que contempla en un espejo su rostro natural.
Porque el que se contempla a si mismo y se va, y luego se olvida cómo era” (vv. 22,23). No es suficiente examinar la
Palabra para andar en el camino de la vida. La Palabra es como un espejo que
refleja el rostro. Tan pronto como uno se da la vuelta se olvida del
aspecto que tiene. Debemos mirarnos constantemente en el espejo de la Palabra
de Dios porque siempre debemos recordar nuestra condición de pecadores.
Recordarlo nos acerca más a Jesús porque Él no ha venido a buscar personas
buenas sino pecadores al arrepentimiento.
Poco antes de fallecer Josué emplazó a los israelitas a escoger entre
el Señor o los baales. “El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que al
Señor serviremos” (Josué 24:21). El libro de Jueces nos recuerda la
fragilidad de las promesas que hacemos a Dios. Poco después del deceso de Josué
“se levantó otra generación que no
conocía al Señor, ni la obra que Él había hecho por Israel. Después los hijos
de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor, y sirvieron a los baales.
Dejaron al Señor el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de
Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban a
sus alrededores, a los cuales adoraron, y provocaron a ira al Señor”
(Jueces2:10:12).
Israel dejó de mirarse en el espejo de la palabra de Dios y se olvido
de cómo era su rostro. Este olvido condujo a olvidarse del Señor y a dejarse
guiar por las pasiones carnales que al no tener freno se incrementaron de
manera exponencial. La historia de Israel es una historia de vergüenza por
haber dejado de mirarse en el espejo de la Palabra de Dios. Hoy, nuestras vidas
y las iglesias en las que nos congregamos son una vergüenza porque en vez de
mirarse en el espejo resplandeciente de la Palabra de Dios nos miramos en el
espejo emponzoñado de las costumbres y filosofías de los pueblos que están a
nuestro alrededor. La cristiandad no influye en el mundo. Es el mundo que
influye a la cristiandad. Al perder la instrucción divina hemos perdido el
camino de la vida, por lo cual vagamos desorientados por un inhóspito desierto
siendo asaltados por diablos que como leones rugientes desean que no obtengamos
la salvación que Dios nos ofrece por la fe en el Nombre de su Hijo Jesús.
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PROVERBIOS 12:28
“En el camino de la justicia está
la vida, y en sus caminos no hay muerte”
¿Qué es el camino de la
justicia? El Señor es nuestra justicia. Caminar en la justicia es creer en
Cristo y quien cree en Él tiene vida eterna, vida que nada ni nadie le podrá
arrebatar.
Creer en Jesús significa que su justicia en aplicada en quien cree y el
pecado del creyente es puesto sobre Jesús que en la cruz murió a favor del
pecador que cree en Él. En Cristo la muerte ya no tiene poder sobre quien cree.
La vida eterna le pertenece.
Hay quienes dicen que creer en la seguridad de que no puede perderse
la salvación alimenta la ociosidad,
dejar de preocuparse de caminar santamente, ¿cómo pueden vivir en el pecado quienes han muerto
a él por la fe en el Señor Jesucristo? No. Creer que la salvación una vez obtenida
no puede perderse no estimula a la ociosidad sino más bien a “ocuparnos de
nuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12).
Andar en el camino de la justicia implica movimiento. Significa que la
Ley de Dios es vigente, que se la ama y que no es una carga insoportable. Es un
deleite obedecerla ya que es más dulce que la miel.
Andar en el camino de la justicia significa que se ama al Señor y que
quiere hacerse todo aquello que a Él le agrada. ¿Cómo podremos decir que le
amamos y somos desleales a su Palabra?
Andar en el camino de la justicia no significa que todo se hace bien y
que no halla pecado en nosotros. Nada de eso. Quien anda en el camino de la
justicia es un pecador que ha sido perdonado por Jesús, y que se levanta de su
pecado porque permanecer en él entristece a Jesús a quien se ama
Caminar en la justicia es creer que Jesús es el camino que lleva a
Dios. Es un andar por fe por un camino estrecho que no da lugar a salir fuera
de él porque no hay otro camino en que podamos ser salvos. En el camino
estrecho no cabe el ecumenismo de manga ancha en el que todo es admisible.
Andar en el camino de la justicia es una lucha constante porque en el
alma del caminante se produce un cruel combate entre el bien y el mal. El
viajero fortalecido en el Señor no está dispuesto a permitir que el mal
triunfe. Dar tregua en el conflicto significaría que el mal ahogaría la nueva
vida que el viajero tiene en Cristo. La debilidad no se la puede permitir.
Caminar en el camino de la justicia quiere decir que en él no hay
muerte porque se posee a Cristo que es la vida eterna. Saber que Cristo ha
destruido el aguijón de la muerte es un consuelo porque se tiene la certeza de
que en el día final, al sonido de la trompeta la tumba donde yace el cuerpo del
caminante se abrirá y de la oscuridad
saldrá al encuentro de Jesús glorioso que viene a su encuentro para pasar
juntos la eternidad.
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