TSUNAMI ADOLESCENTE
<b>La
publicidad que acosa a la mujer convirtiéndola en objeto de placer y de dominio
es en buena medida la causante del despertar antes de hora la sexualidad
infantil</b>
Un
reportaje sobre sexo infantil – adolescente es alarmante. En Lleida 15 niñas
menores de 16 años dieron a luz en el año 2011, según datos del Instituto
Nacional de Estadística. Otras 26 de esta misma franja de edad decidieron
abortar. Entre las más jóvenes, 6 de ellas tenían 14 años o menos, de las
cuales 3 fueron madres. Siempre que se presenta un problema debe buscarse la
causa . Los hechos no ocurren por casualidad. Siempre que se presenta una
dificultad se debe buscar la causa para subsanarla. La razón de los embarazos
infantiles- adolescentes es más profunda que la ley absurda y faltada de
sentido común del legislador que dicta la ley que establece que una niña puede
tener relaciones sexuales con un adulto a partir de los 13 años.
Es
un hecho innegable que la sociedad actual está supersexualizada, que rinde culto al sexo, que se encuentra en
un estado perenne de frustración y de una intensa desvalorización del otro ya
que se lo percibe como un objeto de usar y tirar. Fijémonos en la publicidad:
Utiliza a la mujer como cebo. ¿Qué papel se la hace jugar cuando se la presenta
a medio vestir y de manera provocativa en anuncios de compañías aéreas o de
coches? Los publicistas saben que el estímulo sexual vende porque atrae la
atención de los hombres hacia los anuncios que estimulan sus deseos sexuales.
Podemos asegurar que la mujer sexualizada casi es omnipresente en publicidad.
Se
dice que de tanto repetir una mentira se llega a creérsela. La publicidad está
plagada de mentiras y se termina considerándolas verdades los mensajes
fraudulentos que transmite. De tanto vender a la mujer como objeto de
explotación se termina considerándola
como un objeto que sirve para gratificar las pasiones sexuales
masculinas. Nos guste o no lo cierto es que la sociedad actual en gran medida
considera a la mujer como objeto gratificante para los ojos masculinos. Los
celos, considerados expresión de amor del hombre es un sentimiento incorrecto
que conduce a la violencia contra la mujer que nace del hecho de considerarla
objeto de su posesión. Los asedios sexuales en los lugares de trabajo y las
violaciones sexuales conyugales y extra conyugales son la consecuencia de considerar a la mujer
posesión del hombre. Ante esta filosofía dominante no nos debe de extrañar que
aparezcan madres que prostituyan a sus hijas, sean niñas o adolescentes o que
sus compañeros asedien y violen a sus hijastras.
El
psicólogo <b>Javier Urra</b> afirma: “Ya desde niños se les debe
enseñar a embridar el ego y a no levantar la mano y que no valen excusas como
<i>me obcequé</i>, se les debe educar con sentido crítico sabiendo
que hay cosas que están bien y otras que están mal, aún cuando los haya que las
hagan”
La
sociedad española se caracteriza por su exuberancia legislativa y también por el incumplimiento de las leyes
y de una remarcable ausencia de ética y de moral. Es ahí en donde debe ponerse
la atención en la educación infantil. Las palabras deben ir acompañadas de un
buen ejemplo.
Un
programa de radio que escuchaba mientras conducía trataba del interés actual
que despiertan las cifras que recientemente ha publicado el Instituto Nacional
de Estadística sobre el comportamiento sexual infantil / adolescente. El
entrevistado aseguraba que en general
los niños que viven allí en donde se respira un buen ambiente familiar
generalmente no se presentan con tanta gravedad los problemas que denuncia el
análisis del comportamiento sexual infantil / adolescente. Se dan demasiadas
familias desestructuradas en todos los niveles sociales. La ética y la moral
brillan por su ausencia en demasiados hogares. El problema infantil / adolescente
que comentamos se debe empezar a resolver en el ámbito familiar.
Si
se le dedican un par de minutos en leer los Diez Mandamientos que se encuentran
en la Biblia en el libro Deuteronomio 20:1-17 descubriremos algo muy
significativo: Los cuatro primeros preceptos enfatizan la autoridad suprema de
Dios. Los siete restantes tienen que ver con las relaciones sociales. Es muy
significativo que el primero de esta segunda serie afirme que los hijos deben
honrar al padre y a la madre. Hecho que manifiesta que Dios, la autoridad
suprema, delega en los padres la responsabilidad de educar a sus hijos. Un buen
número de especialistas afirman que el
desbarajuste que manifiesta la adolescencia de nuestros días se debe a la pérdida de la autoridad por
parte de los padres. Esta pérdida se debe al hecho de que los padres no
reconocen la autoridad suprema de Dios.
El resultado de este rechazo es que la moral y la ética tambalean allí
en donde deberían manifestarse con el máximo esplendor porque se han debilitado
los principios inmutables que deben obedecerse. El resultado de dicha pérdida
es que andamos por una ciénaga y que para evitar ser tragados precipitadamente
recorremos a nuestros principios morales y éticos mudables a conveniencia. La
precipitación hace que la ciénaga nos engulla más rápidamente. No encontramos salida a tan delicada
situación.
Si
los padres reconociesen que la autoridad que tienen sobre sus hijos es de orden
divino, la manera de educarlos sería del todo distinta. Tendrían en su punto de
mira las instrucciones divinas dadas
para felicidad del hombre, no para hacerle la puñeta. Saldrían de la ciénaga en
que se han metidos por su desobediencia a Dios y a su Ley y pondrían los pies
sobre la Roca que es Cristo lo cual les proporcionaría estabilidad y
responsabilidad. Por lo que hace al tema de la sexualidad que comentamos
enseñarían a sus hijos, sean niños o niñas que sus cuerpos no son de su
propiedad y que no pueden hacer con ellos lo que quieran, que no los deben
exhibir públicamente, que no deben utilizarlos como automedicación para
intentar borrar la angustia que les provoca la inestabilidad del mundo que los
envuelve, la depresión que provoca la crisis oceánica en que se encuentran
inmersos y el miedo paralizante que se les despierta al ver la miseria a que
lleva la degradación ética y moral de la sociedad en general, que no deben
entregarse al sexo por desespero. Si los padres educan a sus hijos en el temor
del Señor el tsunami impetuoso no los arrollará porque al estar sus vidas
edificadas sobre la Roca que es Cristo resistirán firmemente la embestida de
las aguas turbulentas.
Octavi
Pereña i Cortina
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