DEUTERONOMIO, 8:3
“Y te afligió, y te hizo
tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías, tú ni tus padres
la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas
de todo lo que sale de la boca del Señor
vivirá el hombre”
Las pruebas que Dios manda sirven para
probar la fe. Dios ya sabe lo que hay en el corazón del hombre, pero la
dificultad sirve para que quien ha sido probado descubra si la fe que dice
tener es auténtica o fraudulenta. Las dificultades que los israelitas pasaron
durante la travesía por el desierto
sirvieron para hacer relucir la incredulidad que se escondía en los corazones
de la mayoría del pueblo.
Este texto de Deuteronomio nos lleva a
dos pasajes del Nuevo Testamento. El primero a la tentación que Satanás le puso
a Jesús después de 40 días de ayuno. Por ser Jesús Dios y hombre como nosotros,
el largo ayuno despertó en Él un hambre intensa. El diablo pensó: ahora es el
momento para impedir que realice la obra de salvación que ha venido a hacer. Lo
intentaré y lo conseguiré. Dicho y hecho: “Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Jesús que
fue obediente al Padre en todo, le respondió: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de dios”. En los momentos de dificultad debemos permanecer fieles a
Dios porque Él nos sustentará.
En el desierto el Señor sustentó a Israel
con el maná, aquel pan del cielo que cada amanecer caía sobre la tierra y que
alimentaba los cuerpos de los israelitas. Les interesaba más el maná que
alimentaba a sus cuerpos que el Maná que alimentaba a sus almas. Jesús deja
bien claro cuáles son las preferencias que tienen quienes son físicamente
circuncidados pero que son incircuncisos de corazón. He aquí lo que Jesús dice
a la multitud que le seguía: “De cierto,
de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales sino
porque comisteis el pan y os saciasteis” (Juan 6:25). Aquí surge una
pregunta: ¿Cuáles son nuestras preferencias? ¿Buscamos exclusivamente saciar
las necesidades físicas básicas y las añadidas, o nos preocupa saciar las
necesidades del alma? Quien come el maná que entra por la boca al cabo del
tiempo determinado por Dios muere eternamente. Jesús dice a sus oyentes: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo,
si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi
carne, la cual yo daré para la vida del mundo” (Juan 6:51). La pregunta es: ¿Crees que Jesús
es el Pan de Vida que da vida eterna a quien cree en Él y en su obra redentora?
JUAN, 1: 46
“Natanael le dijo: ¿De
Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve”
Jesús se
convierte en piedra de tropiezo para muchos porque no le conocen y dicen de Él
barbaridades fruto de su ignorancia. Si supieran quien es realmente Jesús
serían respetuosos con Él y no blasfemarían su Nombre. ¿Realmente Jesús es
quien dicen los cristianos que es? Los razonamientos no convencen porque a
Jesús no se le conoce por la razón aún cuando la razón juega su papel en su
conocimiento.
Quienes somos verdaderos
cristianos lo somos porque alguien en su día nos habló de Jesús, asegurándonos
que es el Hijo de Dios que se hizo hombre para darnos una revelación más
completa de Dios y que cargó con nuestro pecado para perdonarlo. La fe en
Cristo muerto en la cruz del Gólgota y resucitado llena el corazón del amor de
Dios que se escapa a los razonamientos. El Espíritu Santo testifica a nuestro
espíritu que somos hijos de Dios. La fe es un don de Dios.
¿De Nazaret puede salir algo bueno? Aunque Jesús nació en Belén se podía
decir que su residencia era en Nazaret. Pues sí, de Nazaret ha salido algo
bueno. Jesús, al que deberían conocer personalmente todos los hombres es la
Vida eterna y el Camino que conduce al Padre. El pecado separa de Dios, crea un
abismo insalvable que nos mantiene totalmente separados de Dios. He aquí la
importancia que tiene Jesús: Nos reconcilia con Dios haciendo la paz con Él.
Como cristianos
deberíamos llevar a las personas a
Jesús, no a una religión aunque sea la evangélica. Los pecadores deben
convertirse a Jesús, no al cristianismo. A nosotros los creyentes nos
corresponde presentar a Jesús para que los incrédulos tocados por la gracia de
Dios puedan convertirse a Él por la fe y ser transformados en verdaderos hijos
de Dios. Esta es nuestra obligación hablar a los pecadores de Jesús y dejar que
la gracia de Dios les dé el don de la fe y se conviertan a Cristo, el Salvador.
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