dilluns, 12 de maig del 2014


SALMO 37:1,2


“No te impacientes a causa de los malignos, no tengas envidia de los que hacen iniquidad, porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán

Los medios  de comunicación nos informan de los muchos casos de corrupción de políticos que llenan nuestros corazones de sentimientos de animadversión que trastornan nuestra paz interior. Dar vueltas y más vueltas sobre las corruptelas conocidas contribuye a convertir  nuestro corazón en algo semejante a un “mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz dijo mi Dios para los impíos” (Isaías 57:20,21).

“No te impacientes a causa de los malignos, no tengas envidia de los que hacen iniquidad, porque como hierba serán cortados, y como hierba verde se secarán”. No te entretengas mirando la prosperidad de los impíos porque ello te causa resabio que de nada te beneficia, nos viene a decir David,el autor del salmo que comentamos.

Aparta la mirada de los hombres impíos, “confía en el Señor y haz el bien…Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón…Encomienda al Señor tu camino, y confía en Él, y Él hará…Guarda silencio ante el Señor y espera en Él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades…Porque los malignos serán destruidos”

No vale la pena fijarnos en lo que hacen los impíos ni en las riquezas que acumulan porque al final “perecerán, y los enemigos del Señor como la grasa de los carneros serán consumidos, se disiparán como el humo”. El destino de los impíos es la condenación eterna.

Es cierto, muchos justos pasan penuria. Con dificultades llegan a fin de mes. A menudo no tienen un bocado que llevarse a la boca. Pasan hambre. Tribulaciones. Hay un refrán que dice: “Quien ríe último ríe dos veces” . Pues bien, los creyentes en Cristo somos quienes reiremos dos veces cuando llegue el día del juicio de Dios al final del tiempo. “Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores. Porque los brazos de los impíos serán quebrados, mas el que sostiene a los justos es el Señor”.

Para poder vivir gozosos en un mundo de perversidad no es conveniente poner la mirada en los hombres impíos porque ellos y sus posesiones serán destruidas. Los justos, en cambio, esperan en el Señor y en el día final ”exhibirá la justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía”


LUCAS 16:30,31


“Él (rico)entonces dijo: No padre Abraham, pero si alguien fuese a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levante de los muertos”

Nos dice Lucas que “había un hombre que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez” (v.19). Este hombre rico, bien seguro que sus cinco hermanos también, solo pensaban en banquetear y darse a la buena vida. Se lo permitían sus muchas riquezas. Pero, ¡ay! Dios vino a buscar el alma del hombre rico. Al entrar en la eternidad abre los ojos y descubre demasiado tarde lo que espera a todos quienes estando en este mundo sólo se han dedicado a banquetear , a darse a la buena vida y a satisfacer su sensualidad sin cuidarse ni lo más mínimo en la salud de su alma.

El texto nos dice: “Dando voces, dijo: Padre Abraham ten misericordia de mí, y envía a Lázaro (el mendigo que echado en la puerta del rico miraba saciarse de las migajas que caían de la mesa del opulento), para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama”. Muchos en su necedad dicen que cuando mueran no quisieran ir al cielo porqué allí la vida es muy aburrida, prefieren ir al infierno porque en este lugar de tormento podrán estar junto con las estrellas del cine que en vida encendieron sus pasiones. La realidad es muy distinta porque se encontrarán “atormentados en esta llama”.

Cuando ya es demasiado tarde el rico se preocupa por el destino eterno de sus hermanos y le pide a Abraham que envíe a Lázaro, el mendigo que comía las migajas que caían de su mesa “para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento” (v.28). De Abraham recibe esta respuesta: “A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos” (v.29). Quienes gozan del cielo no pueden venir a este mundo a testificar de las excelencias que gozan en el reino de Dios. Quienes viven en la tierra disponen de la Palabra de Dios que testifica de lo bienaventurados que son quienes gozan de la visión de Dios. Y lo desgraciados que son quienes ”excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder sufrirán pena de terna perdición” (2 Tesalonicenses 1:9)

El día de la gracia sigue vigente. Cuando llega el día de la muerte ya no hay marcha atrás, con él se sella el destino eterno. Si es de condenación, condenación eterna. Hoy es el día de la salvación. Maña, tal vez sea demasiado tarde.

 

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