JUAN 4: 17,18
Jesús dice a la samaritana: Bien
has dicho: No tengo marido, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora
tienes no es tu marido, esto has dicho con verdad”
Nada es nuevo bajo el sol. La historia se repite. Creemos que la
liberación sexual de nuestros días es
fruto de la modernidad . Que se han roto viejos tabúes y la liberación de las
asfixiantes reglas de la Religión. Nada más erróneo. El texto de Juan nos dice
que la sociedad actual no ha progresado nada desde la antigüedad. Lo que nos enseña
el relato de la samaritana es que “vivir juntos o en pareja”, tal como
hoy se, dice no es de recibo. A pesar que Jesús no le dice claramente a la samaritana que vivir con su sexto marido
que no es su marido es pecado, la mujer entiende que su relación “sentimental”
no es correcta cuando dice: “Señor, me parece que tú eres profeta”.
A pesar que el caso de inmoralidad sexual que el apóstol Pablo pide a
la iglesia de Corinto juzgue: “alguno tiene la mujer de su padre” (1 Corintios 5:1), es distinto del que
comentamos, la convivencia no conyugal es pecado según la Biblia. Con la
libertad, mejor dicho, libertinaje sexual alcanzado en nuestros días son muchas
las mujeres cuyo marido no es su marido, o, muchos hombres cuyas esposas no son
sus esposas.
Las iglesias deben ser luces que brillen en medio de las tinieblas
espirituales que nos envuelven. Son muchos los aspectos éticos que las iglesias
tienen el deber de desenmascarar porque son los labios que proclaman la Palabra
de Dios y su santidad. Para poder hacerlo, los cristianos, a pesar que son
ciudadanos de este mundo, de hecho lo son del reino de Dios. Dicha ciudadanía
debe marcar la diferencia. Un antes y un después. Antes de la conversión a
Cristo éramos como las personas de este mundo viviendo para la carne, ahora que
somos de Cristo debemos vivir en santidad como corresponde a un pueblo que ha
sido hecho santo por la sangre de Jesús. Hoy, los cristianos deben ser la sal
que preserve el mundo de la corrupción, pero si la sal se hace insípida, Jesús dice
que sólo sirve para ser desechada y pisoteada por los hombres.
Al convertirse los cristianos en sal insípida, la filosofía del mundo
invade las iglesias y éstas dejan de ser sal que preserva de la corrupción
moral. La convivencia de parejas que no son
matrimonio abundan en las
iglesias. Este estilo de vida carnal socialmente aceptado se ve eclesialmente
asumido. Según la Palabra de Dios dicha manera de vivir no es correcta porque
es pecado. El apóstol Pablo ordena a la iglesia de Corinto: “Quitad, pues a
este perverso de entre vosotros” (v.13), no para condenarlo, sino “a fin
que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (v.5). “¿No sabéis
que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja
levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois, porque nuestra
pascua que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (vv.6,7). El apóstol
Pablo insta a las iglesias a disciplinar aquellos miembros que se han
convertido en sal insípida para que su
corrupción no contagie al resto de los fieles, y las iglesias sean luces que
brillan en medio de las tinieblas.
PROVERBIOS 14:14
“De sus caminos será hastiado el
necio de corazón, pero el hombre de bien estará contento del suyo”
El necio de corazón está
hastiado de sus caminos. ¿Quién es el necio de corazón? Quien dice que no hay
Dios. Quien afirma que la creación es fruto de la evolución, de un accidente
fortuito denominado Big Bang. Que el hombre está emparentado con los monos
porque sus antecesores son los simios. En definitiva, el necio de corazón es
aquel que considera que él y la creación todo es fruto del azar y que hace
millones de años una fuerza ciega echó los dados y así surgió el basto
universo, la tierra con todo lo que contiene y, el hombre.
No debe extrañarnos que el necio esté hastiado de sus caminos. Debido
al pecado la tierra h sido maldecida y fruto de esta maldición produce cardos y
espinas y el trabajo del hombre se hace fastidioso. Como que el necio dice que
no hay Dios no sabe donde cobijarse para protegerse cuando las inclemencias de
la vida le golpean duramente. Dios quiere cobijarlo bajo sus alas protectoras
como la gallina extiende sus alas para proteger a sus polluelos del peligro
amenazante. Como Dios no existe tampoco existen las alas divinas que pueden
protegerle. El necio de corazón está hastiado de sus caminos. Vive en un
permanente estado de frustración. Por doquier ve enemigos inexistentes que le
acechan y convierten su vida en un fastidio. No hay paz para el impío, el
necio, dice el Señor.
El contraste es espectacular: “Pero el hombre de bien está contento
con el suyo”. Distinguiéndose del necio, “el hombre de bien” es el
que cree en Dios. Que Dios es el creador y el sustentador de la creación y que
su existencia no se debe al encuentro fortuito de dos átomos. Dios lo ha creado
todo con un propósito y que este Dios, en las adversidades de la vida cuida de
él y le protege de los enemigos del alma que son muchos. El creyente, ante el
más mínimo asomo de peligro rápidamente acude a cobijarse bajo las alas protectoras
del Señor y en Él encuentra la paz necesaria. Por eso “el hombre de bien
está contento del suyo”, porque las circunstancias no son casualidades sino
propósitos de Dios para su bien.
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