dilluns, 29 de juliol del 2013


PROVERBIOS 4:24


“Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios”

La mentira es el distintivo de nuestra sociedad por una razón muy sencilla: somos hijos del diablo “y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el  principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44).

El refrán es taxativo: “De tal padre tal astilla”, lo que significa que el hijo reproduce las características de su progenitor. Ante tal evidencia es totalmente incorrecto decir de alguien que es una buena persona cuando su padre espiritual es el diablo ”padre de mentira”. Teniendo el Maligno como padre es inevitable que la mentira tenga terreno abonado entre sus hijos y el mundo esté plagado de ella.

La mentira está asociada con el homicidio. El diablo, el padre de mentira de quien somos hijos “ha sido homicida desde el principio”. El que fuera presidente de España José Mª Aznar justificó su alianza con Estados Unidos e Inglaterra acogiéndose a la mentira del presidente Bush que en Irak se escondían armas de destrucción masiva. Hasta el presente estas armas no han aparecido y millares de personas han muerto en las escaramuzas bélicas o por efectos colaterales de los bombardeos. La mentira siempre mata. No siempre físicamente pero sí en la honorabilidad de las personas. Cuando de difunden calumnias el buen nombre de las personas afectadas queda tocado. A pesar de que la calumnia pueda ser infundada siempre queda en entredicho el buen nombre de la persona calumniada. “No hablarás falso testimonio contra tu prójimo” (Éxodo 20:16).

Si queremos convertirnos en corta mentiras tenemos que cambiar de paternidad espiritual. El diablo debe dejar de ser nuestro padre. Por la fe en el Nombre de Jesús el Padre de nuestro Señor Jesucristo se convierte en nuestro Padre celestial en quien mora la Verdad. Cuando se produce dicho cambio de paternidad el carácter de Dios se va formando en nosotros, abandonando la mentira y proclamando la verdad. Una sociedad dominada por la verdad, que es otra manera de decir que la controla Cristo, es una sociedad más feliz porque la injusticia de la mentira ha desaparecido.


PROVERBIOS 30:12


“Hay una generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia”

“El yoga enseña a uno a mirarse a si mismo para poder ser uno con el absoluto. El Evangelio mueve al hombre a hacer a Dios esta pregunta: muéstrame a mí mismo, es decir, hazme ver mi corrupción y la necesidad de un Salvador” (Jewell).

La introspección que promueve el yoga y las técnicas de meditación orientales no sirven para que uno llegue a verse tal como realmente es porque la mirada interior se pone en una imagen distorsionada por el pecado que no refleja la realidad del observador. El profeta Jeremías nos invita a reflexionar cuando escribe: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?”Si el profeta acabase aquí su intención nos dejaría sumidos en la oscuridad de la duda. No daría respuesta a nuestra necesidad de vernos a nosotros mismos para salir del atolladero en que nos ha metido el pecado. Pero Jeremías no deja la sentencia sin concluir. Sigue diciendo: “Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. (17:9,10).

La meditación yoguista engaña. Mirarse a uno mismo confunde y extravía a quienes practican yoga. “Engañoso es el corazón”, pero si permitimos que sea el Señor  quien “escudriñe la mente y pruebe el corazón” entonces es cuando se produce un auténtico conocimiento de uno mismo. El escrutinio que Dios hace en nuestra alma la ilumina y le hace ver la magnitud de la corrupción que alberga y la necesidad que tiene de un Salvador que la limpie.

¿Qué mejor Salvador que Jesús que dio su vida a favor del pecador en la cruz haciendo que su sangre nos limpie de todo nuestro pecado? No debemos mirarnos en el espejo que refleja “una generación limpia en su propia opinión”. Debemos mirar a Jesús porque al ver su extrema pureza y santidad descubrirá nuestra total corrupción. Al ver la realidad de lo que somos seremos movidos a ir al Señor y decirle: “Señor, ten piedad de mí que soy pecador” En Jesús Dios me muestra a mi mismo.

 

 

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