COLOSENSES 2:23
“Todas las cosas tienen a la
verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y duro
trato del cuerpo, pero no tienen validez alguna contra los apetitos de la
carne”
Escribiendo el apóstol Pablo a
los cristianos de Corinto expone el símil del atleta que corre en el estadio
para ganar una corona de laurel corruptible se abstiene de todo lo que puede
ser un estorbo para ganar un efímero galardón (1 Corintios 9:24-27).
Aparentemente existe una contradicción con lo que dice a los colosenses. A los
corintios les dice: “A todos me he
hecho de todo, para que de todos modos salve algunos. Y esto hago por causa del
Evangelio, para hacerme copartícipe de él” (vv. 22,23). Pablo pone su
cuerpo en servidumbre para la gloria de Dios y el bien de los hombres. No puede
permitir que las tentaciones de la carne hagan que se frustre su ministerio y
sea objeto de blasfemia el Nombre de Jesús.
Por lo que hace a los cristianos
de Colosas “el duro trato del cuerpo” tiene otro sentido. Para mí el
texto clave para entender lo que Pablo dice a los colosenses es: “Mirad que
nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según
Cristo” (v.8). Los conceptos
filosóficos y religiosos del mundo ya no son para nosotros y no deben
esclavizarnos. El mundo encuentra muy atractiva la práctica del yoga y de la
meditación oriental. A veces pide que nosotros también practiquemos estas
técnicas que dicen son tan buenas para la salud emocional y la unión con el
absoluto impersonal quienes las practican. Para nosotros estos ejercicios
respiratorios deben considerarse “tradiciones
de los hombres y huecas sutilezas”
Quienes hemos resucitado en
Cristo debemos ”poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la
tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”
(3:1-3).
La libertad que el cristiano
tiene en Cristo no justifica la esclavitud del pecado: “Haced morir, pues,
lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos
deseos y avaricia, que es idolatría” (v.5). No para conseguir el favor de
Dios que se obtiene por la fe en el Nombre de Jesús, sino porque hemos
resucitado en Cristo que debemos hacer morir lo terrenal que hay en nosotros.
Haciéndolo así no cubriremos de ignominia el precioso Nombre de Jesús.
PROVERBIOS 5:21
“Porque los caminos del hombre
están ante los ojos del Señor, y Él considera todas sus veredas”
El humo por más escondido que
esté más pronto o más tarde sale a la superficie, a la vista de todos. El
hombre en su necedad piensa que puede mantener en secreto sus impiedades porque
Dios no las trata en el acto. Enorme
error porque más pronto o más tarde son descubiertas, recibiendo el trato que
se merecen.
Últimamente van saliendo a la luz pública casos de corrupción que se
han mantenido en secreto durante años. Casos de infidelidades conyugales se
destapan, con los consiguientes problemas de pareja. Lo que parecía tan bien
guardado se hace del dominio público. Dios castiga la impiedades humanas. Al
permitir aflorar lo escondido la vergüenza hace sonrojar el rostro. Este primer
paso de publicidad debería servir para que los pecadores se arrepintiesen de
sus pecados y pidiesen perdón a Dios. En
su insensatez creen que el descubrimiento que se ha hecho de sus delitos es
fruto del azar o que no se ha sido lo
suficiente inteligente para impedir que el secreto se hiciese público. Más no
es el azar ni la falta de inteligencia lo que actúa, es el Señor que“considera
todas sus veredas”
El pecador debería agradecer a
Dios que su pecado se descubriese porque le brinda la oportunidad de ser
tratado adecuadamente. El descubrimiento de la fechoría debería ser el
principio de la regeneración espiritual ya que abre la puerta al arrepentimiento
ante Dios y del perdón de los pecados por la fe en el Nombre de Jesús.
Un momento de bochorno y a la espera de que el paso del tiempo lo borre
todo. Ya no quedan recuerdos de las fechorías. Pero Dios sigue considerando
todas las veredas del hombre porque sus caminos están ante los ojos del Señor.
Pero llegará un día en que el juicio de Dios será definitivo cuando sean
abiertos los libros en que están registrados todas las obras y Dios pase cuenta
de los delitos cometidos. Cuando los pecadores sean lanzados en el lago de
fuego eterno y se produzca el lloro y el crujir de dientes se lamentarán
indefinidamente. La causa: no haber aprovechado la oportunidad de arrepentirse
y volverse a Dios cuando su fechoría fue
descubierta y puesta a la vista de todos. Cuando se cierra la puerta, que
sucede en el momento del fallecimiento, ya no hay posibilidad de perdón y
abandonar la condenación eterna.
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