dimarts, 23 de juliol del 2013


PATERNIDAD  RESPONSABLE


<b>¿Es de recibo que el Estado prohíba a los padres el ejercicio de su derecho a la patria potestad?</b>

En diciembre de 2007 por iniciativa del gobierno Zapatero se derogó el artículo 154 del Código Civil que establecía que “los padres podrían corregir razonablemente y moderamente a los hijos”. La Ley de Protección del Menor indica que los derechos de quienes no han cumplido 18 años deben ser tutelados de manera efectiva por los poderes públicos que tienen la obligación de denunciar ante la Fiscalia  conductas de abuso o menoscabo.

Al suprimirse el artículo 154 las administraciones públicas pueden considerar que castigar sin salir de casa a un hijo de 16 años es una detención ilegal o que un bofetón es una agresión. En consecuencia el juez puede ordenar el arresto de los padres y, llegado el caso, retirarles la patria potestad.

La anulación del artículo 154 del Código Civil en vez de reforzar la autoridad de los padres lo que hace es arrebatársela y establecer un falso plano de igualdad con los hijos, a quienes se les concede autonomía para hacer lo que quieran sin que los padres puedan intervenir. La irresponsabilidad del gobierno Zapatero ha hecho posible que se puedan dar situaciones tan dramáticas como el caso del hijo que amenaza con denunciar a su padre si lo castiga. Con la derogación del artículo 154 del Código Civil, ¿no es el Gobierno en buena parte responsable del incivismo juvenil que no se sabe como atajar? El artículo derogado debería reponerse cuanto antes mejor y devolver a los padres la patria potestad de no debía habérseles  quitado, pues es de orden divino.

Una pregunta que debemos hacernos: ¿Es de recibo que se prohíba a los padres corregir de manera razonable y moderada a los hijos? Cuando el Estado quiere retirar a los padres la autoridad educativa y disciplinaria de los hijos se convierte en un Estado totalitario que pretende uniformar a los niños según unos criterios preestablecidos pensados para bien del Estado, no en la educación de los hijos para que sean ciudadanos ejemplares. El resultado de la ilegítima intromisión del Estado en la educación de los niños es todo lo contrario de lo que se pretendía. Los estados totalitarios han demostrado ser un rotundo fracaso.

De vez en cuando las noticias nos informan de padres que maltratan a los hijos y los someten a vejámenes sexuales. En estos casos, afortunadamente pocos, si no se encuentra otra salida como puede ser la adopción, está bien que los niños afectados sean tutelados por el Estado. Esta situación debe ser la excepción, no la regla. El principio que debe regir es que sean los padres quienes deben tutelar a los hijos. Aquí se plantea una pregunta: ¿Cuáles deben ser las características que deben reunir los padres para que puedan educar correctamente a los hijos? Hasta un ciego se da cuenta de que la sociedad actual está en bancarrota y que se está haciendo inhabitable por la falta de valores morales  que dignifiquen a sus ciudadanos. ¿Existen los valores morales y éticos que civilicen a una sociedad que a pasos agigantados se está haciendo incívica? Sí que existen, pero van más allá de unas reglas estrictamente éticas. Los principios morales sin más no tardan en devaluarse para quedar arrinconados, polvorientos y cubiertos de telarañas en la buhardilla.

Los llamados Diez Mandamientos ponen las cosas en su lugar. Su primer objetivo es hacer ver al hombre que es pecador y que el pecado es el causante de los trastornos personales y sociales que nos afectan. No sirven para impulsarlos a cumplirlos, sino para hacernos ver nuestra impotencia para obedecerlos. El apóstol Pablo expone la finalidad de la Ley divina. Los Diez Mandamientos forman parte de ella, cuando escribe: “De manera que la ley ha sido nuestro maestro para llevarnos a Cristo, a fin que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). Una vez se ha creído en Cristo y su sangre lavado todos los pecados y por la fe en Él convertidos en hijos de Dios, los Diez Mandamientos se ven con otros ojos. Habiendo finalizado la rebeldía contra el Creador se busca que el Dador de la vida ocupe el primer lugar. Se reconoce que Dios es la Autoridad suprema. Los cuatro primeros mandamientos del Decálogo lo aceptan. El quinto mandamiento reconoce que la autoridad humana está supeditada a la divina y que el fundamento de la autoridad humana está en los padres.: “Honra a tu padres y a tu madre” (Éxodo 20:12). Los hijos deben reconocerla y los padres ejercerla. El origen de la confusión social que nos destruye se debe a que el hombre ha dejado de tener en cuenta a Dios en sus caminos y la consecuencia de esta negligencia es que los padres no ejercen como es debido su autoridad y los hijos la menosprecian. El resultado: Caos.

Es necesario, pues, que los padres reconociendo la suprema autoridad de Dios recuperen la patria potestad y que los hijos acepten sin regañadientes la autoridad paterna recibida de Dios. Haciéndolo así, las aguas desbordadas volverán a su cauce y la paz social recuperará su esplendor.

Octavi Pereña i Cortina

 

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