dimarts, 23 de juliol del 2013


1 REYES 3:9


“Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo, porque, ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?”

Poco ante de morir el rey David da a su hijo Salomón un último consejo: “Esfuérzate y sé valiente. Guarda los preceptos del Señor tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y testimonios de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas…”                         (1 Reyes 2: 2-4).

Al subir Salomón en el trono de Israel, viendo la magnitud de su responsabilidad pidió a Dios sabiduría para gobernar con justicia a su pueblo. El Señor le concedió a Salomón lo que le pidió. Al principio de su reinado las cosas le fueron bien al nuevo monarca, pero, al contraer matrimonio y rodearse de concubinas que adoraban a otros dioses, salomón se apartó de su fidelidad al Señor. El resultado  fue que se iba incubando la inestabilidad política que condujo a la división del reino en su hijo Roboam.

Algunos comentaristas políticos, ante la crisis económica que nos afecta  ponen los ojos en la ética protestante como modelo a seguir para salir de la crisis. La ética protestante sin más no es el modelo que nos conviene para salir del atolladero. Lutero y los reformadores que le siguieron, con sus defectos, fueron verdaderos hombre de Dios que inyectaron un nuevo sentido a la política y a la economía. Pero el espíritu de fidelidad a Dios  y a su Palabra ha desaparecido actualmente. Pretender copiar un modelo que no sirve llevará a agravar la situación caótica en que nos encontramos. Si se quiere evitar que la decadencia política y económica siga su curso descendente tenemos que tener en cuenta el consejo que el rey David dio a su hijo Salomón. Nos hemos apartado de Dios y ello tiene sus consecuencias desagradables. No se puede regenerar la política y la economía  con leyes de financiación de partidos y de transparencia que se arrinconan porque no interesan. Tampoco se puede regenerar la justicia si los jueces son injustos. La regeneración política, económica y judicial sólo se conseguirá si políticos, banqueros, jueces  y ciudadanos en general nos volvemos a Dios y seguimos sus preceptos. Solamente cuando esto suceda tendrá sentido la “ética protestante”


PROVERBIOS 24.30,31


“Pasé junto al campo del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento, y he aquí que por toda ella habían crecido espinos, y su cerca de piedra estaba destruida”

La holgazanería tiene su consecuencia: pobreza. Uno de los defectos de nuestra cultura es que fomenta la dependencia de los demás. Ha enfatizado los derechos a expensas de las obligaciones. La filosofía actual nos ha hecho dependiente del Estado del Bienestar. El Estado es el responsable de satisfacer todas nuestras necesidades. Podemos practicar el absentismo laboral por cualquier nimiedad. Podemos acudir al médico al más leve resfriado, ¡cómo es gratis! Las vacaciones reglamentarias, los días festivos, los puentes, nos dejan insatisfechos, fomentando el estrés. Uno de los reproches que se le atribuyen al funcionario público es que a los novatos se les presiona para que no trabajen tanto. Es cierto que el trabajo es pesado, no siempre por su dureza, sino también por el tedio que produce la monotonía, siempre lo mismo sin variaciones. El sudor en la frente es la consecuencia del pecado. Sin la trasgresión no habría sudor y el trabajo sería placentero. Debemos apechugar con las consecuencias. Antes del pecado Adán y Eva cuidaban el jardín . Después del pecado nos toca desbrozar el terreno. Nos guste o no podemos huir de sudar para ganarnos el sustento.

Dios pasa junto el campo del hombre perezoso…y he aquí que por todo él habían crecido las espinas, ortigas…Apliquemos esta enseñanza a la iglesia. Las iglesias locales restauran su capillas adaptándolas  a los nuevos tiempos con el propósito de atraer personas. A pesar de la belleza externa están plagadas de espinos y ortigas, cizaña según la parábola. La cizaña es la doctrina falsa con la que Satanás seduce a los cristianos faltos de entendimiento. La cizaña se extiende por las iglesias porque en su pereza no se preocupan de analizar si lo que creen se ajusta a la verdad de Dios. Presumen de ser el pueblo de la Biblia pero ignoran su contenido. Se dejan guiar por las opiniones ajenas, aunque sean personas aparentemente respetables. No se preocupan de investigar lo que dice Dios en su Palabra. La ociosidad los destruye y, lo grave del caso es que su ignorancia tiene consecuencias eternas.

 

 

 

 

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