1 REYES 3:9
“Da, pues, a tu siervo corazón
entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo,
porque, ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?”
Poco ante de morir el rey David da a su hijo Salomón un último consejo:
“Esfuérzate y sé valiente. Guarda los preceptos del Señor tu Dios, andando
en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y
testimonios de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que
prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas…” (1 Reyes 2: 2-4).
Al subir Salomón en el trono de Israel, viendo la magnitud de su
responsabilidad pidió a Dios sabiduría para gobernar con justicia a su pueblo.
El Señor le concedió a Salomón lo que le pidió. Al principio de su reinado las
cosas le fueron bien al nuevo monarca, pero, al contraer matrimonio y rodearse
de concubinas que adoraban a otros dioses, salomón se apartó de su fidelidad al
Señor. El resultado fue que se iba
incubando la inestabilidad política que condujo a la división del reino en su
hijo Roboam.
Algunos comentaristas políticos, ante la crisis económica que nos
afecta ponen los ojos en la ética
protestante como modelo a seguir para salir de la crisis. La ética protestante
sin más no es el modelo que nos conviene para salir del atolladero. Lutero y
los reformadores que le siguieron, con sus defectos, fueron verdaderos hombre
de Dios que inyectaron un nuevo sentido a la política y a la economía. Pero el
espíritu de fidelidad a Dios y a su
Palabra ha desaparecido actualmente. Pretender copiar un modelo que no sirve
llevará a agravar la situación caótica en que nos encontramos. Si se quiere
evitar que la decadencia política y económica siga su curso descendente tenemos
que tener en cuenta el consejo que el rey David dio a su hijo Salomón. Nos
hemos apartado de Dios y ello tiene sus consecuencias desagradables. No se
puede regenerar la política y la economía
con leyes de financiación de partidos y de transparencia que se
arrinconan porque no interesan. Tampoco se puede regenerar la justicia si los
jueces son injustos. La regeneración política, económica y judicial sólo se
conseguirá si políticos, banqueros, jueces
y ciudadanos en general nos volvemos a Dios y seguimos sus preceptos.
Solamente cuando esto suceda tendrá sentido la “ética protestante”
PROVERBIOS 24.30,31
“Pasé junto al campo del hombre
perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento, y he aquí que
por toda ella habían crecido espinos, y su cerca de piedra estaba destruida”
La holgazanería tiene su consecuencia: pobreza. Uno de los
defectos de nuestra cultura es que fomenta la dependencia de los demás. Ha
enfatizado los derechos a expensas de las obligaciones. La filosofía actual nos
ha hecho dependiente del Estado del Bienestar. El Estado es el
responsable de satisfacer todas nuestras necesidades. Podemos practicar el
absentismo laboral por cualquier nimiedad. Podemos acudir al médico al más leve
resfriado, ¡cómo es gratis! Las vacaciones reglamentarias, los días festivos,
los puentes, nos dejan insatisfechos, fomentando el estrés. Uno de los
reproches que se le atribuyen al funcionario público es que a los novatos se
les presiona para que no trabajen tanto. Es cierto que el trabajo es
pesado, no siempre por su dureza, sino también por el tedio que produce la
monotonía, siempre lo mismo sin variaciones. El sudor en la frente es la
consecuencia del pecado. Sin la trasgresión no habría sudor y el trabajo sería
placentero. Debemos apechugar con las consecuencias. Antes del pecado Adán y
Eva cuidaban el jardín . Después del pecado nos toca desbrozar el terreno. Nos
guste o no podemos huir de sudar para ganarnos el sustento.
Dios pasa junto el campo del hombre perezoso…y he aquí que por todo él
habían crecido las espinas, ortigas…Apliquemos esta enseñanza a la iglesia. Las
iglesias locales restauran su capillas adaptándolas a los nuevos tiempos con el propósito de
atraer personas. A pesar de la belleza externa están plagadas de espinos y
ortigas, cizaña según la parábola. La cizaña es la doctrina falsa con la que
Satanás seduce a los cristianos faltos de entendimiento. La cizaña se extiende
por las iglesias porque en su pereza no se preocupan de analizar si lo que
creen se ajusta a la verdad de Dios. Presumen de ser el pueblo de la Biblia
pero ignoran su contenido. Se dejan guiar por las opiniones ajenas, aunque sean
personas aparentemente respetables. No se preocupan de investigar lo que dice
Dios en su Palabra. La ociosidad los destruye y, lo grave del caso es que su
ignorancia tiene consecuencias eternas.
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