dilluns, 10 de juny del 2013


PROVERBIOS 29: 12


“Si un gobernante atiende la palabra mentirosa, todos sus servidores serán impíos”

La responsabilidad de los gobernantes es inmensa. De ellos depende el bienestar del pueblo. Por deducción el texto nos dice que si siguen la verdad los servidores serán personas honradas. El Antiguo Testamento que describe la historia de Israel nos presenta numerosos ejemplos de las nefastas consecuencias que la impiedad de los reyes por seguir consejos equivocados de sus consejeros tuvo sobre el pueblo.

El gobernante no debe atender  la palabra mentirosa , para ello debe conocer la verdad. Los gobernantes pueden ser muy doctos en cuestiones culturales. Los criticamos porque son unos paletos en inglés. Pero si fueran políglotas hasta el punto de dominar el difícil chino y no poseen la verdad se rodearían de consejeros impíos que contribuirían a caer todavía más hondo en el pozo de la mentira, con las consecuencias penosas para el pueblo.

El que fuera presidente de gobierno Felipe González afirmó que la Democracia también se construye desde las cloacas. Con lo cual nos venía a decir que todos los medios son legítimos para conseguir un propósito determinado. José María Aznar mintió cuando se casó con el presidente Bush y se cobijó bajo el paraguas de las inexistentes armas de destrucción masiva almacenadas en Irak para justificar la guerra contra este país. José Luis Rodríguez Zapatero mintió cuando afirmó que respetaría el Estatut que saldría del Parlamento catalán y a la hora de la verdad le dio la espalda. El presidente actual, Mariano Rajoy, cuando era vicepresidente en el gobierno de Aznar, mintió públicamente cuando afirmó que del Prestige, el petrolero que embarrancó en las costas gallegas, sólo salían hilillos de petróleo. Ha vuelto a mentir al no cumplir con sus promesas electorales y otras muchas. Nuestra Democracia se construye sobre la mentira.

Si un gobernante atiende a la palabra mentirosa, todos sus servidores serán impíos”. Esta declaración de la Palabra de Dios se hace evidente en nuestro país. Todos los niveles de la Administración están manchados de corrupción, lo cual ha llevado a vaciar las arcas del Estado con el resultado de que la miseria se extiende como una mancha de petróleo entre la ciudadanía.

Los expertos no saben proponer soluciones para salir de la crisis que nos agobia. La Palabra de Dios nos propone la solución: Si el gobernante sigue la verdad de Dios el resultado será la prosperidad de la nación. Si persiste en la mentira nos hundiremos más profundamente en arenas movedizas.


MARCOS 7: 20


“Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre”


En cierta ocasión Jesús tiene que explicar que los alimentos que se ingieren no contaminan al hombre pero “lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios…Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20-23).

Los fariseos tenían un concepto equivocado de cómo descontaminar su perverso corazón. Erróneamente creían que con lavarse las manos, en sentido ceremonial, no en sanitario, antes de las comidas, hasta el extremo que si no se las lavaban no comían. Con todos sus lavamientos aprendidos de la tradición de los ancianos sus corazones seguían corrompidos por el pecado.

Recientemente asistí con un grupo de jubilados a una escuela para explicarles a los niños las tradiciones de San Juan. Dicha fiesta está relacionada con la adoración al sol y al fuego como elementos purificadores. La monitora que nos acompañaba en la visita puso en un recipiente metálico papel rojo que simbolizaba una hoguera. Dio a los niños unos pedazos de papel de periódico y les dijo que pronunciaran unas palabras en silencio, teniendo el papel cerca de sus labios, todas aquellas cosas malas que querían que desaparecieran. Acto seguido les instó a hacer una bola con el papel y lanzarla a la hoguera simbólica. Con ello hacían desaparecer las cosas malas que deseaban dejasen de existir. Los corazones infantiles se habían purificado.

Pues bien, ni el agua ni el fuego purifican la contaminación del corazón. El único descontaminador espiritual, la única lejía que puede dejar el corazón blanco como la blanca lana es la sangre de Jesucristo que nos limpia todos nuestros pecados. La sangre de Jesucristo es la fuente de la pureza de nuestro corazón. Cada vez que seamos conscientes de haber cometido algún pecado, ni el agua ni el fuego lo borrarán. Solamente la sangre de Jesucristo tiene el poder de hacerlo.

¿Nos preocupa nuestro pecado? No vayamos a las tradiciones, sean cuales sean  su procedencia. Acudamos por fe a Jesucristo y confesémosle nuestro pecado. Su sangre vertida en el Gólgota nos lavará el corazón y no quedará rastro alguno del pecado cometido. Sí, la sangre de Jesucristo hace que Dios no tenga en cuenta nuestro pecado

 

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