LUCAS, 7:41,42
“Un acreedor tenía dos deudores:
el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta, y no teniendo ellos
con que pagar perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amó más?”
La crisis del cristianismo actual se debe en buena parte al concepto
que los que se dicen cristianos tienen de sí mismos. Los cristianos de hoy, ¿en
qué grupo pertenecen? ¿Al de Simón el fariseo o al de la mujer pecadora? Si
decimos pertenecer al clan de Simón el fariseo creemos ser unas excelentes personas y estrictos
cumplidores de la ley de Dios y que no hemos quebrantado jamás un solo
mandamiento de Dios. ¿Se identifica el lector con el hermano del hijo pródigo
que se enojó porque su padre había recibido al hijo perdido y le devolvió el
estatus de hijo cuando él que no le había desobedecido nunca no le había dado
ni tan siquiera un cabrito para gozarse con sus amigos. Si pertenecemos al
grupo de Simón el fariseo nos comportamos como el fariseo que subió al templo a
orar ante Dios diciéndole: “Te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano, ayuno dos
veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”. Si somos como Simón el
fariseo se nos ha perdonado muy poco. Por ello poco amamos al Dios que en Jesús
manifiesta misericordia a los pecadores.
Volvamos a la mujer pecadora que se arrodilla a los pies de Jesús y
llorando “comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus
cabellos, y besaba sus pies, y los ungía con perfume”. Simón, al ver la
escena menosprecia a Jesús porque permite que la pecadora le toque. Jesús dice
a Simón: “Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados”.
Los amigos de Simón se escandalizan al oír que Jesús le dice a la mujer que sus
pecados le son perdonados. ¡Sólo Dios puede perdonar los pecados! ¿Quién es
este blasfemo que se cree Dios porque sólo Dios puede perdonar los pecados?
Para demostrar que Jesús tiene poder de perdonar pecados le dice al paralítico:
“Levántate, toma tu litera, y vete a tu casa”. El paralítico se puso a
andar. A la mujer pecadora Jesús le dijo:”Tu fe te ha salvado, ve en paz”.
Es importante que recordemos cómo Jesús finaliza la parábola del
fariseo y el publicano: “Os digo que éste (el publicano) descendió a
su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece, será
humillado, y el que se humilla será enaltecido” Mal final le espera a quien
no quiere reconocerse pecador.
NEHEMIAS 8:8
“Y leían el libro de la ley de
Dios claramente, y ponían el sentido, de manera que entendían la lectura”
Se dice que la Biblia es el
bestseller que encabeza la lista de los libros más vendidos. A la vez es el
menos leído. ¿Qué es lo que hace que la
Biblia esté presente en las librerías de muchos hogares y que esté cubierta de
polvo y telarañas? Creo que la razón principal es que no se entiende lo que
dice, no porque esté escrito en lenguaje criptográfico , no. El lenguaje que
usa es corriente y está al alcance de todos entender el significado del texto.
La Biblia no se entiende no porque sus palabras estén rebuscadas sino porque
debe analizarse espiritualmente.
¿Qué significa analizar
espiritualmente el texto bíblico? Ni más ni menos que el Espíritu Santo debe
iluminar la mente del lector para que éste entienda lo que lee.
“Y los oídos de todo el
pueblo estaban atentos al libro de la ley”. Existía
una predisposición de los convocados a escuchar las palabras que se leían
públicamente. Nuevamente leemos: “Y el pueblo estaba atento en su lugar”.
Lo que falta en los lectores potenciales de la Biblia que permanece cerrada en
el estante, es atención. A las persones les es indiferente el libro a no ser
que por causa sobrenatural realizada por el Espíritu Santo la indiferencia sea
transformada en atención. Cuando esto ocurre, el texto que ha permanecido
durmiendo durante años, de repente tiene otro color. Se le saca el polvo y las
telarañas a la Biblia y se la abre con la máxima atención. El Espíritu Santo
descubre el sentido del texto y se entiende su lectura. En Listra había “un
cojo de nacimiento que jamás había andado” y que nunca había oído el
Evangelio. “oyó hablar a Pablo, el cual fijando en él sus ojos y viendo que
tenía fe para ser sanado”. El Espíritu, de manera incomprensible obró en el
cojo de Listra . El mismo Espíritu obra de manera incomprensible en el lector
de la Biblia que tal vez de manera accidental la abre y le despierta en él “fe
para ser sanado”.
La Biblia no es un libro para
pasar el tiempo y entretenerse con él tumbado debajo de una sombrilla en la
playa. Cuando el Espíritu Santo ilumina la mente del lector y éste entiende lo
que dice, el alma es sacudida y la indiferencia se convierte en un anhelo de
querer saber más y más. El hambre del alma, que nada la saciaba, al entender lo
que lee encuentra el Pan de vida , que es Jesús, que sacia a su alma
hambrienta. A partir de este instante el polvo no vuelve a cubrir la Biblia y
el uso frecuente destierran las telarañas. La Biblia ocupa un lugar preferente
en la vida del lector cuya alma ha sido despertada por el Espíritu Santo
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