PROVERBIOS, 14:34
“La justicia engrandece a la
nación, mas el pecado es la afrenta a las naciones”
En un escrito a que ha tenido acceso la Cadena Ser el Partido Popular
insiste en que los documentos supuestamente manuscritos por su extesorero Luis
Bárcenas, no sólo son falsos sino falsos de toda falsedad. El PP insiste
en el texto que no se ha calibrado “el
alcance y perjuicio de la difusión de los papeles Bárcenas para el Partido
Popular, para el gobierno de la Nación y a la hoy denominada Marca España”. El
periodista Miguel Ángel Campos añade: “Para apuntalar su explicación, el PP va
más allá. Afirma que un partido político no puede delinquir por lo que no ha
de ser investigado”.
Con todos los casos de corrupción que el PP tiene abiertos en diversos
juzgados, el PP tiene la desfachatez de afirmar que un partido político no
puede delinquir, por lo que no ha de ser investigado. Por dicha regla de
tres ningún partido político debería ser investigado para que así la corrupción
política que lleva la “Marca España”pueda seguir extendiéndose sin límites.. La
culpabilidad o inocencia del PP son los jueces a quienes toca decirlo. A los
ciudadanos de a pie no nos inspira confianza el sistema judicial cuyos
dictámenes deben ser para todos los ciudadanos sin excepción alguna.
Los ciudadanos contemplamos como la clase política en general medra a
costa del erario público. Verlo nos identifica con el salmista cuando dice. “Por
poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la
prosperidad de los impíos” (73:2,3). Poco le dura a Asaf la envidia que
siente por la prosperidad de los impíos. Cuando contempla la gloria del
Señor afirma: “Hasta que entrando en el santuario de Dios comprendí el fin de ellos. Ciertamente los
has puesto en deslizadores, en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido
asolados de repente! Perecieron, se consumieron en terrores. Como sueño del que
despierta, así el Señor, cuando despiertes menospreciarás su apariencia” (vv.17-20).
Cuando contemplamos el mundo actual desde la perspectiva de la
eternidad y de la existencia de un Dios justo que da a cada uno según se
merecen sus obras, la indignación da paso al sosiego porque la prosperidad que
los impíos han conseguido con sus injusticias es efímera.: “Aún los sabios
mueren, que perecen del mismo modo que el insensato y necio, y dejan a otros
sus riquezas. Su último pensamiento es que sus casas son eternas, y sus
habitaciones de generación en generación, dan sus nombres a sus tierras. Mas el
hombre no permanecerá en honra, es semejante a las bestias que perecen” (Salmo
49:10-12).
PROVERBIOS 28:13
“El que encubre sus pecados no
prosperará, pero el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”
El instinto natural del hombre caído en el pecado es esconder su
suciedad moral. Sin ser instruidos en el arte del camuflaje, Adán y Eva, al
darse cuenta de que estaban desnudos, siempre lo habían estado, fue cubrirse
con unos delantales cosidos con hojas de higuera. Pero fueron aún más lejos: “se
escondieron de la presencia del Señor entre los árboles del huerto” (Génesis
3:8).
El texto que comentamos nos dice que tal cosa no debemos hacer y por
una razón muy sencilla: a Dios no se le escapa nada de lo que hacemos. En
nuestra necedad podemos pensar que Dios no nos ve. Para Él la oscuridad es como
la luz del sol. Nada se esconde de su mirada.
Una manera muy común de encubrir los pecados es culpar a otro de lo que
hacemos mal. Adán culpó a Dios a de su desobediencia porque le había dado la mujer que le indujo a
comer del árbol. Eva culpa a la serpiente porque la engañó. No quieren
reconocer la responsabilidad propia por su desobediencia.
“El que encubre sus pecados no prosperará”. Las cosas no
le irán bien aunque prospere económicamente. Tanto las vidas de los ídolos del
espectáculo como de los potentados económicos, las descripciones que dan los
relatos periodísticos evidencian un fracaso total. Se dan la gran vida con el
dinero que poseen, pero su manera de vivir pone al descubierto su fracaso total
como personas. “El que encubre sus pecados no prosperará”
La segunda parte del texto nos dice: “Pero el que los confiesa y se
aparta alcanzará misericordia”. El apóstol Juan nos dice: “Si confesamos
nuestros pecados, Él (Cristo) es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Sin confesión y
arrepentimiento no hay misericordia. Juan el Bautista tuvo que decir a un
sector de sus oyentes: “Generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir
de la ira que se acerca?” Si deseamos alcanzar la misericordia de Dios sólo es posible si le confesamos
nuestros pecados y los abandonamos. A veces nos quejamos del silencio de Dios.
El Señor no oye el clamor de las personas que buscan su ayuda sin abandonar sus
pecados. Es una incongruencia pedir el apoyo de Dios y vivir sin santidad. La
forma de vida inmersa en pecado jamás alcanza la misericordia de Dios
manifestada en su Hijo Jesucristo porque es preciso que la sangre de Jesucristo
limpie los pecados de quien quiere obtener misericordia. Jesús es el camino que
lleva a Dios
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