dilluns, 17 de juny del 2013


PROVERBIOS, 14:34


“La justicia engrandece a la nación, mas el pecado es la afrenta a las naciones”

En un escrito a que ha tenido acceso la Cadena Ser el Partido Popular insiste en que los documentos supuestamente manuscritos por su extesorero Luis Bárcenas, no sólo son falsos sino falsos de toda falsedad. El PP insiste en el texto que no se ha calibrado  el alcance y perjuicio de la difusión de los papeles Bárcenas para el Partido Popular, para el gobierno de la Nación y a la hoy denominada Marca España”. El periodista Miguel Ángel Campos añade: “Para apuntalar su explicación, el PP va más allá. Afirma que un partido político no puede delinquir por lo que no ha de ser investigado”.

Con todos los casos de corrupción que el PP tiene abiertos en diversos juzgados, el PP tiene la desfachatez de afirmar que un partido político no puede delinquir, por lo que no ha de ser investigado. Por dicha regla de tres ningún partido político debería ser investigado para que así la corrupción política que lleva la “Marca España”pueda seguir extendiéndose sin límites.. La culpabilidad o inocencia del PP son los jueces a quienes toca decirlo. A los ciudadanos de a pie no nos inspira confianza el sistema judicial cuyos dictámenes deben ser para todos los ciudadanos sin excepción alguna.

Los ciudadanos contemplamos como la clase política en general medra a costa del erario público. Verlo nos identifica con el salmista cuando dice. “Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos” (73:2,3). Poco le dura a Asaf la envidia que siente por la prosperidad de los impíos. Cuando contempla la gloria del Señor afirma: “Hasta que entrando en el santuario de Dios  comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizadores, en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron en terrores. Como sueño del que despierta, así el Señor, cuando despiertes menospreciarás su apariencia” (vv.17-20).

Cuando contemplamos el mundo actual desde la perspectiva de la eternidad y de la existencia de un Dios justo que da a cada uno según se merecen sus obras, la indignación da paso al sosiego porque la prosperidad que los impíos han conseguido con sus injusticias es efímera.: “Aún los sabios mueren, que perecen del mismo modo que el insensato y necio, y dejan a otros sus riquezas. Su último pensamiento es que sus casas son eternas, y sus habitaciones de generación en generación, dan sus nombres a sus tierras. Mas el hombre no permanecerá en honra, es semejante a las bestias que perecen” (Salmo 49:10-12).


PROVERBIOS 28:13


“El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”

El instinto natural del hombre caído en el pecado es esconder su suciedad moral. Sin ser instruidos en el arte del camuflaje, Adán y Eva, al darse cuenta de que estaban desnudos, siempre lo habían estado, fue cubrirse con unos delantales cosidos con hojas de higuera. Pero fueron aún más lejos: “se escondieron de la presencia del Señor entre los árboles del huerto” (Génesis 3:8).

El texto que comentamos nos dice que tal cosa no debemos hacer y por una razón muy sencilla: a Dios no se le escapa nada de lo que hacemos. En nuestra necedad podemos pensar que Dios no nos ve. Para Él la oscuridad es como la luz del sol. Nada se esconde de su mirada.

Una manera muy común de encubrir los pecados es culpar a otro de lo que hacemos mal. Adán culpó a Dios a de su desobediencia  porque le había dado la mujer que le indujo a comer del árbol. Eva culpa a la serpiente porque la engañó. No quieren reconocer la responsabilidad propia por su desobediencia.

“El que encubre sus pecados no prosperará”. Las cosas no le irán bien aunque prospere económicamente. Tanto las vidas de los ídolos del espectáculo como de los potentados económicos, las descripciones que dan los relatos periodísticos evidencian un fracaso total. Se dan la gran vida con el dinero que poseen, pero su manera de vivir pone al descubierto su fracaso total como personas. “El que encubre sus pecados no prosperará”

La segunda parte del texto nos dice: “Pero el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. El apóstol Juan nos dice: “Si confesamos nuestros pecados, Él (Cristo) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Sin confesión y arrepentimiento no hay misericordia. Juan el Bautista tuvo que decir a un sector de sus oyentes: “Generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que se acerca?” Si deseamos alcanzar la misericordia  de Dios sólo es posible si le confesamos nuestros pecados y los abandonamos. A veces nos quejamos del silencio de Dios. El Señor no oye el clamor de las personas que buscan su ayuda sin abandonar sus pecados. Es una incongruencia pedir el apoyo de Dios y vivir sin santidad. La forma de vida inmersa en pecado jamás alcanza la misericordia de Dios manifestada en su Hijo Jesucristo porque es preciso que la sangre de Jesucristo limpie los pecados de quien quiere obtener misericordia. Jesús es el camino que lleva a Dios

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