diumenge, 14 de desembre del 2025

 

1 SAMUEL 3: 18

“Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces (Elí) dijo: el Señor es, que haga lo que bien le parezca”

El Señor llama dos veces al joven Samuel. Éste cree que es el sacerdote Elí que le llama. Corriendo se acerca a Elí y le dice: “Heme aquí”. El sacerdote le dice a Samuel: “Yo no te he llamado, vuélvete y acuéstate” La escena se repite tres veces. En la cuarta el sacerdote le dice a Samuel: “Ve y acuéstate, y si te llama le dirás: Habla porque tu siervo escucha”. Así fue. Samuel vuelve a acostarse. El Señor volvió a llamarle como las otras veces. El profeta volvió a decirle: “Habla que tu siervo escucha”. El Señor le dijo a Samuel: “He aquí haré yo una cosa a Israel, que a quien la oiga, le retiñeran ambos oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí  lo que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que juzgaré su casa para siempre por la iniquidad que él sabe, porque sus hijos han blasfemado a Dios, y no los reprendió…” (vv.13, 14).

Al amanecer Elí llamó  Samuel y le dijo: “¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras, así te haga Dios y aún te añada, si me encubres la palabra de todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entones Elí dijo: El Señor es, haga lo que bien le parezca”. El Señor a quien ama reprende. Elí fue un verdadero siervo de Dios que no tuvo valor suficiente para reprender a sus hijos que blasfemaban el Nombre de Dios con sus impiedades.

El relato de Elí por el hecho de encontrarse en “las Sagradas Escrituras las cuales pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 15-17). El relato de Elí tiene el propósito de enseñar a los pastores de las iglesias a  conozcan de cabo a rabo las Sagradas Escrituras y que prediquen con picos de oro. Ello tiene que ir acompañado de la corrección para conseguir que los fieles no solo conozcan las Sagradas Escrituras sino a que anden “en santidad “sin la cual, nadie verá al Señor” (Hebreos 12: 14).


 

2 CRÓNICAS 6: 18

“Mas ¿es verdad que Dios habitará con el hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no le pueden contener, ¿cuánto menos la casa que he edificado?”

Si los cielos de los cielos no pueden contener a Dios. Si el majestuoso templo que construyó Salomón tampoco puede, por deducción se puede llegar a la conclusión que el sagrario que es donde se guardan las hostias consagradas tampoco puede contenerlo. Si no fuese porque la Biblia, que es la Sagrada Escritura inspirada por Dios desvela el misterio: Dios por el Espíritu Santo habita en el cuerpo del creyente lo ignoraríamos: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3: 16). La imaginación corrompida del hombre puede hacer que el hombre piense que construyendo un magnífico templo puede almacenar en él a Dios, se equivoca. Dios habita por el Espíritu en el vaso de barro que es el hombre. Ni la imaginación más preclara podría jamás imaginárselo.

El apóstol Pablo escribiendo sobre la santidad del creyente en Cristo, dice: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo, y los haré miembros de una ramera? De ningún  modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es en él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis  sido comprados por precio, glorificad, pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6: 15-20).

Por el hecho de que el cristiano es templo de Dios tiene que mantener santo a su cuerpo. El mismo apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en Éfeso les dice: “En quien (Jesús) todo el edificio bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien vosotros también sois juntamente edificados para ser morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2: 21, 22).

Todo pecado tiene sus consecuencias. Los efectos del pecado sexual son más graves porque atentan contra la santidad del cuerpo que es morada del Espíritu de Dios.

 

SÍNDROME DEL IMPOSTOR

Algunos políticos y jueces son ejemplos públicos del “síndrome del impostor

“¿Te has considerado alguna vez como si fueses un fracasado? No eres único. A finales de 1970 los investigadores identificaron el “síndrome del impostor”, “como la condición de dudar de la propia persona, talento, habilidades, considerándose a sí mismos como una estafa. Incluso gente exitosa y brillante lucha contra su insignificancia, preocupados de que alguien los espíe escondidos detrás de una cortina vean lo que ellos no ven” (Elisa Morgan).

Para combatir el “síndrome del impostor el apóstol Pablo nos aconseja a que seamos humildes: “Digo, pues, por la gracia que nos es dada, a cada cual que está ente vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3). El apóstol apremia a los cristianos a que sean humildes. Jesús se muestra como modelo de humildad cuando dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestra almas” (Mateo 11: 29). La humildad de Jesús no le convirtió en un fracasado. Después de más de 2000 años sigue siendo una figura universal indiscutible. Sin la humildad que es un don divino, nadie puede entender el verdadero sentido de la vida. Ser humilde no significa ser un fracasado como algunos dicen. La humildad lleva a tener “el temor de Dios que es el principio  de la sabiduría” (Salmo 111: 10). Se pueden tener muchos conocimientos siendo un zoquete  y, no tenerlos, y ser sabio. El temor de Dios es imprescindible para combatir “el síndrome del impostor” que impulsa a que uno tenga “el conocimiento que envanece…Y si alguien se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo” (1 Corintios 8: 1, 2).

Adentrándonos en el misterio de la divinidad por la fe en Jesús permite que uno pueda  hacerse suyas las palabras del apóstol Pablo: “Digo. pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12: 3).  Por el hecho de que por la fe en Jesús nos hayamos convertido en hijos de Dios, ¿somos mejores que quienes no lo son?, “en ninguna manera, pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos estamos en pecado” (Romanos 3: 9).

El pecado es la pieza clave para luchar contra “el síndrome del impostor”. Cierto es que Jesús dice: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5: 48), no es una meta a alcanzar, sino el final de una carrera que dura todo el tiempo de la existencia terrenal. Es preciso que la sangre que Jesús vertió en la cruz para salvación del pueblo de Dios nos limpie de todo pecado (1 Juan 1:7). La perfección a la cual nos invita es futura. No se hará realidad hasta el día de la resurrección cuando Jesús vendrá en su gloria a buscar a su pueblo para pasar con Él la eternidad futura. Hasta que este día no llegue tenemos que comernos la realidad de que el pecado sigue vivo en la carne. El hecho de que seamos santos pecadores hace posible que nuestra alma tenga sed de Dios. Si no se la tiene, se siembra la semilla de la duda. Se desconoce el significado de existir. A dicha ignorancia le acompaña “el síndrome del impostor” que nos lleva a creer que somos lo que no somos. A golpear con los puños al aire  para impresionar que hacemos alguna cosa de provecho. Golpear con los puños al aire no borra “el síndrome del impostor”. Sacamos un palmo de lengua para aparentar ser lo que no somos.

Para terminar con la incertidumbre y esclarecer la duda del futuro indiscutiblemente tenemos que volvernos a Jesús y a su obra redentora: “Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado con el lavamiento del agua de la palabra, a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin mancha” (Efesios 5: 25-27). Por la fe en Jesús somos plenamente salvos pero aún no somos lo que llegaremos a ser. Esperamos el día D y la hora H cuando Jesús glorificado  vendrá a buscarnos con nuestro cuerpo resucitado e inmortal y sin restos de pecado para pasar la eternidad gozando de su Persona. Hoy, habiendo abandonado “el síndrome del impostor”, esperamos por fe que Jesús venga a buscarnos.

Octavi Pereña Cortina

dissabte, 6 de desembre del 2025

 

SOLEDAD DEL ALMA

“Aunque mi padre y mi madre me dejasen, con todo el Señor me recogerá” (Salmo 27: 10)

“Nunca en la historia de la humanidad, la soledad no escogida había sido un problema social grave. Pero está claro, nunca la sociedad había sido tan individualista, egocéntrica, egoísta y digitalizada como lo es ahora. Cada vez el hombre pasa más horas ante una pantalla y menos minutos cultivando relaciones afectivas con la familia o los amigos. Cada vez más la persona está centrada en  alcanzar metas y objetivos y menos en profundizar sus vínculos con los otros. Cada vez el ser humano tiene más llena la agenda y más vacío el corazón. Cada vez está más centrado en lo que tiene que en quien tiene a su alrededor. Y esto pasa factura” (Silvia Caballol, socióloga).

La sicóloga expone una cara del problema de la soledad. Una mujer identificada como Yolanda  descubre la otra: “Estoy muy sana pero a veces me viene una especie de gran desasosiego, sobre todo cuando pregunto por la vida, su sentido, su  misterio. De súbito me viene esta consciencia especial y siento mucha soledad, un aislamiento que nada tiene que ver con la soledad ordinaria, aunque esté con mi marido y mis hijos”. Tal vez Yolanda sin ser consciente de ello nos lleva a la soledad existencial.

Una persona anónima escribe: “No es que me sienta sola, porque tengo amigos. Muchos amigos. Sé que hay personas que se preocupan por mí, que me animan, que me hablan y se preocupan por mí, pero ellas no pueden estar conmigo siempre”.

Ernest Hemingway ha dejado escrito para la posteridad: “Todos tendrían que tener a alguien con quien poder hablar con franqueza. Por más valor que uno tenga, uno se siente cada vez más solo”. La camaradería humana no puede resolver el problema de la soledad del alma. Ello no quiere decir que no se tenga que cultivar la amistad de un buen amigo que pueda estar a nuestro lado en momentos de aflicción. El consuelo humano es muy terapéutico. Puede suavizar la soledad del alma, pero no extirparla. Pero al amigo íntimo no siempre se le tiene al lado. ¿Es que estamos condenados a tener que pasar largas y horrible horas de soledad insoportable? En absoluto. El  apóstol Pablo aporta solución a este problema tan común: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3: 16). Los fieles católicos que deseen orar a Jesús tienen que dirigirse a una iglesia que tenga abierta la puerta, arrodillarse ante el Sagrario donde se guardan las hostias consagradas, que sin perder su substancia, se supone que son el cuerpo de Jesús. Según el apóstol Pablo el auténtico sagrario lo es el cuerpo del verdadero creyente en Cristo donde por la fe en Él, por el Espíritu Santo mora en él. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones  el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba Padre!” (Gálatas 4: 6).  Para orar no es necesario salir de casa: “Mas tú cuando ores, entra en tu habitación, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6: 6). Más fácil no nos lo puede poner Dios. Sólo falta la voluntad de hacerlo.

Para encontrar a Dios es necesario que se le necesite. Si no se da una necesidad apremiante de encontrarse con el Padre uno no se encerrará en la habitación alejado del mundanal ruido para, en el Nombre de Jesús dirigirse al Padre celestial. Poéticamente, así lo describe el salmista: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, el Dios vivo” (Salmo 42: 1, 2). Si el lector no siente la necesidad imperiosa de buscar a Dios como el ciervo sediento anhela el agua,  lo más probable es que de manera autómata influenciado por la religión imperante lo haga con la mediación de ídolos de fabricación humana que tienen ojos que no ven, oídos que no oyen, boca que no habla, pies que no andan. Como son inertes se les tiene que transportar. Quienes utilizan los ídolos como medios de dirigirse a Dios, andan por el camino ancho que conduce a la perdición. Lector, si estás confuso pídele al Padre que te haga ver que Jesús es el único camino que te lleva a Él. Jesús es el agua viva que sacia plenamente la sed del alma. Ya no tendrás necesidad de imágenes talladas de cristos, vírgenes, santos  que forman parte del camino ancho que conduce a la perdición eterna.

Lector, si invocas a Jesús que es el Enviado del Padre para tu salvación descubrirás que Dios hace vivir en familia a los desamparados (Salmo 68: 6). Es una manera poética de decir que la soledad existencial ha llegado a su fin. Tendrás, sí, que seguir pidiendo la ayuda del Señor para que tu alma no regrese a los inhóspitos secadales de los que te sacó cuando creíste en Él. “Aunque tu padre y tu madre te dejasen, con todo el Señor te recogerá” (Salmo 27: 10).

Octavi Pereña Cortina

    

 

 

SALMO 71: 9

“No me deseches en el tiempo de la vejez, cuando mi fuerza se acabe, no me desampares”

Es el clamor de un anciano que es consciente que se acerca la hora de su traspaso. La fe en su Salvador no se ha debilitado. Es juicioso en que las fuerzas físicas se debilitan, en cambio muestra el vigor de la fe en su Señor. El texto que comentamos lo confirma. Con siglos de antelación el salmista seguía el consejo del apóstol Pablo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6: 10).

Para Dios no existen los imposibles. Un ejemplo claro lo tenemos en el ladrón crucificado que colgaba al lado de Jesús. Ante el escarnio que su compañero de fechorías, crucificado también, que hacía a Jesús, le dijo: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? (Lucas 23: 40). El malhechor que defendió a Jesús, dirigiéndose a Él le dijo: “Acuérdate de mí cuando venga n tu reino” (v. 42). En respuesta, Jesús dirigiéndose al facineroso que le defendió, le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43). A pesar que Jesús puede salvar a alguien en los últimos minutos de su existencia terrenal,  no es conveniente posponer la declaración de fe en el Salvador porque ¿quién sabe si habrá lugar para ello? El apóstol Pablo aconseja no hacerlo: “He aquí es el tiempo aceptable, he aquí ahora s el día de la salvación” (2 Corintios 6: 2). Lector: Desconozco si eres o no creyente en Cristo. Si no lo eres, reconoce tu condición de pecador y dile a Jesús: Señor, ten piedad de mí que soy pecador.

El salmista escribe: “Oh Dios me enseñaste desde mi juventud” (v. 12). Es decir toda una vida dedicada al Señor con sus glorias y con sus inconvenientes. Llegada la vejez con los achaques propios de la ancianidad, con fervor exclama: “No me deseches en el tiempo de la vejez, cuando mi fuerza se acabe, no me desampares”.

Desconozco si el lector es creyente en Cristo o no. Si lo eres sigue el ejemplo del salmista que desde su juventud cuando iba sobrado de vigor hasta la vejez en que se ha convertido en un anciano decrépito “he manifestado tus maravillas” (v. 17). Si no lo eres todavía estás a tiempo para dar el paso a la vida eterna: Señor, elimina mi incredulidad y dame el don de la fe para que pueda creer en Jesús que es el Único que puede darme vida eterna.


 

SALMO 63: 1

“Dios, Dios mío eres Tú, de madrugada te buscaré, mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas”

Cuando era niño me enseñaron a recitar el Padrenuestro como un loro, sin entender su significado. Cuando me iba a confesar el confesor me imponía la penitencia de recitar tres Padrenuestros y tres Avemarías. No me enseñaron el significado del Padrenuestro, ni del arrepentimiento, ni lo que implicaba creer en Dios. Con haber cumplido con el precepto que enseña la Madre Iglesia, ya podía comulgar porque estaba en paz con Dios. La relación íntima con Dios no existía. Habiendo cumplido con el precepto que enseña la Madre Iglesia podía regresar tranquilamente  a mi casa. En el caso que hubiese quedado algún pecado sin confesar, por la tanto sin perdonarque quedaba el recurso del Purgatorio. Una temporada en él purgando los pecados no confesados y la puerta del cielo se abría de par en par.

Esto no es lo que enseña la Biblia. Las Escrituras dejan bien claro que la relación con Dios es directa y sin necesidad de intermediarios únicamente por la fe en Jesús, el Salvador. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7). Aun cuando sigamos siendo pecadores la sangre que Jesús derramó en el Calvario lo deja limpio como una patena ante los ojos de Dios. Seguimos siendo pecadores, pero, somos santos pecadores.  Nuestra condición de pecadores santificados es lo que nos identifica con el salmista. La fe en Jesús es el Camino que nos lleva al Padre. Ahora ya no decimos de oídas había oído hablar de ti. Por la fe en Jesús hemos sido convertidos en hijos de Dios: “y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues que hemos de pedir como conviene no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8: 26, 27). El binomio Espíritu Santo-creyente en Cristo es l que hace posible que el creyente de exprese como lo hace el salmista en el texto que sirve de base de esta meditación. Las oraciones de los creyentes en Cristo guiados por el Espíritu Santo sean ardientes como la del salmista. Nada tienen que ver con la frialdad con que recitaba el Padrenuestro como  penitencia impuesta por el confesor.

 

dissabte, 29 de novembre del 2025

 

LUCAS 1:38

“Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor, hágase conforme a tu palabra”

Las palabras de este texto las  dijo María en respuesta al anuncio del ángel que le dijo que sería madre del Hijo de Dios según la carne y que Elisabeth, su parienta, que en la vejez había concebido el hijo que se llamaría Juan el Bautista que sería el precursor de Jesús. Las palabras de María que encabezan este comentario manifiestan un ejemplo de humildad por ser la escogida de Dios para ser madre del Hijo de Dios en la persona de Jesús. A parte de unos pocos versículos, el nombre de María no aparece en los Evangelios. De las pocas palabras de María que aparecen en los Evangelios sobresalen las que encabezan este escrito que por cierto manifiestan una total sumisión a la voluntad de Dios.

Juan José Omella, arzobispo de Barcelona cierra su escrito: “Una cuestión familiar”,  con estas palabras: “Bienqueridos hermanos y hermanas, sigamos los pasos de Jesús y sigamos con Él, amigo de los pobres. Pidamos a la madre de Dios que nos ayude a dar consuelo y esperanza a los más necesitados”. María que se considera “sierva del Señor” jamás se atrevería a anteponerse al Hijo que el Espíritu Santo engendró en su vientre. La sierva jamás puede anteponerse al Señor.

El mandamiento es clarísimo. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es. Oye Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos” (Marcos 12: 29-31).

¿Cómo se le puede ocurrir a alguien que la sierva del Señor se anteponga a la autoridad del Hijo y le usurpe el poder de consolar y dar esperanza a los más necesitados? ¿No es Jesús quien dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar? Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended  de  Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11: 28-30).

Jesús no ha renunciado y jamás lo hará de ser  ”el camino y la verdad y la vida, nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14: 6), porque es Él y nadie más que Él que ha dado su vida para salvar al pueblo de Dios de sus pecados y consolarlo en su aflición..   


 

LUCAS 6: 39

“Y les dijo (Jesús) una parábola. ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?, ¿No caerán ambos en el hoyo?”

Debido a nuestra condición de pecadores instintivamente nos convertimos en jueces de nuestro prójimo. Jesús nos reprende cunado dice: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará, medida buena aprobada, remecida y rebosante darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (vv.  37, 38). Los juicios que pronunciamos con respecto a nuestro prójimo tienen efecto boomerang. Se revuelven contra quienes los pronuncian. ¡Cuántas dolencias padecemos que no sabemos de dónde nos vienen. ¿Por qué a mí?, nos preguntamos. Ignoramos que son el resultado de juicios maliciosos pronunciados contra nuestro prójimo.

Respecto a juzgar a nuestro prójimo Jesús dice una parábola que analizada atentamente nos enseñará mucho: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?, ¿No caerán ambos en el hoyo?”. De  entrada Jesús nos considera ciegos espirituales debido al pecado que ha cegado nuestros ojos lo cual no nos permite ver con claridad lo que sucede en nuestro alrededor. Jesús hace sonar la alarma para que despertemos del ensueño de creer que somos lo que no somos.  “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando la viga que está en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo e tu hermano” (vv. 41, 42).

¡Ay pecador, cuánto daño te causa tu pecado! El pecado te ha dañado la visión hasta el punto que te permite ver la paja que está en el ojo de tu hermano y no te deja ver la viga que está en el tuyo!

Señor, de la misma manera que devolviste la vista al ciego Bartimeo porque te lo pidió, te pido Señor que quites la viga que está en mi ojo y pueda ver con claridad. Dejaré de ser juez de mi hermano porque te pido Señor que tengas piedad de mí que soy pecador.

 

 

ACOSOS SUPERADOS

Clamor estudiantil contra los acosos escolares

El pasado 28 de octubre de 2025 se produjeron manifestaciones estudiantiles contra el acoso escolar y del suicidio el 14 de octubre de Sandra Peña, joven estudiante de 14 años, víctima de acoso. El lema que encabezaba la manifestación de Lleida decía: “Basta de bullying y discursos de odio”. Los manifestantes protestaron el acoso y discursos de odio, pero guardaron silencio sobre la causa que los produce.

El siquiatra Ángel Pedra dijo que el acoso escolar “siempre ha existido, ahora, pero, con las redes se ha intensificado”. Silvia Pereque, portavoz del Gobierno de la Generalitat de Catalunya defendía los protocolos para combatir el acoso escolar. Tanto los manifestantes como los gobiernos autonómicos reconocen la existencia de una pandemia, pero silencio absoluto por lo que hace a su origen.

Pertenecemos a una sociedad espiritualmente atea, pero, tradicionalmente religiosa. Jesús a los religiosos de su tiempo les dijo: “¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas!” (Lucas 11: 44). Ser religioso profesional no significa que se tenga fe en Dios. Religiosidad externa en algunos casos equivale a ateísmo. Nos guste o no a la sociedad a la que pertenecemos se le pueden aplicar las palabras de Jesús: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mateo 15: 7-9). Nuestra sociedad teóricamente teocrática embadurna de corrupción todo lo que toca. Solo ataca los efectos pero no la causa que ocasiona las fechorías, entre ellas el acoso escolar.

David escogido por Dios para ser rey de Israel  de quien según la carne procede Jesús el Hijo de Dios, cometió adulterio con la esposa de un militar que en aquel momento se encontraba en el campo de batalla. Fruto de esta relación adulterina la mujer quedó embarazada. David, con el propósito de esconder su  adulterio ordenó que al esposo ultrajado se le pusiese en un lugar de máximo peligro para que el enemigo lo matase. Así sucedió. Cuando David se enteró hizo traer a Betsabé a su casa. “Pero lo que David había hecho era malvado a los ojos del Señor” (2 Samuel 11: 27).

Por medio del profeta Natán el Señor amonesta a David. Fruto de esta reprimenda el monarca escribe el salmo 51donde el adúltero pide a Dios el perdón de sus pecados. Entre otras cosas redacta: “He aquí en maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre” (v. 5). Este texto explica la causa de la maldad de los niños que se agrava en el transcurso de los años. “¿Cómo limpiará un joven su camino? Guardando tu palabra” (Salmo 119: 9). ¿Cómo puede un niño entrar en contacto con la Palabra de Dios si sus padres que son incrédulos la desconocen? Debido a la ignorancia de los padres los hijos crecen sin saber qué es el amor de Dios. ¡Menores de edad han sido condenados por pertenecer a bandas de delincuentes!

Ángel Pedra, siquiatra, dice que cuando la víctima del acoso se suicida, en algunos casos los acosadores “piden asistencia sicológica”. Ello significa que los acosadores no han llegado a una total insensibilidad por el dolor que causan a las víctimas. En el corazón endurecido existe una grieta a través de la cual puede introducirse el amor misericordioso de Dios. Una vez infiltrado el amor de Dios en el corazón del acosador éste empieza a amar a sus compañeros como a sí mismo. Al mismo tiempo cambia el concepto que tiene de sí mismo. Junto con David podrá decir: “Purifícame con hisopo y seré limpio, lávame y seré más blanco  que la nieve. Hazme oír gozo y alegría y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu Espíritu Santo. Vuélveme   el gozo de tu salvación, y espíritu recto me sustente”. De la experiencia con Dios nace una nueva persona que en vez de encontrar satisfacción  haciendo sufrir a sus compañeros, con el corazón lleno de gozo “enseñará a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Salmo 51: 7-13). En vez de sembrar odio esparce el amor de Dios que restaura a sus compañeros angustiados por diversas causas.

Octavi Pereña Cortina

diumenge, 23 de novembre del 2025

 

FALSOS CRISTOS

Si Jesús murió de muerte natural nuestra esperanza es vana

“Y estando Jesús sentado en el monte de los Olivos, los discípulo se le acercaron diciendo: Dinos, ¿Cuándo serán estas cosas, y que señal habrá de tu venida, y de la fin del siglo?” (Mateo 24:3). Los discípulos de Jesús, igual que nosotros, estaban interesados   en saber cómo será el fin del mundo. Les dijo que habría cataclismos como nunca habían acontecido. Parece ser que las catástrofes que nos sacuden nos avisan que el fin se acerca. En estas cosas no podemos hacer nada, Simplemente esperar. El Señor anuncia otros acontecimientos en que los humanos podremos  participar directamente. De aquello en que seremos partícipes es de lo que trataremos en este escrito. “Porque vendrán muchos en mi Nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y muchos engañarán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos…Entonces si alguien os dice: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarían si fuese posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (vv. 5, 11, 23-25).

Este aviso de Jesús adquiere rabiosa actualidad ante la distribución islámica de dos folletos pulcramente editados distribuidos a mano en los buzones. Uno, con el título: “El profeta de nuestros días ha aparecido en la India”. El otro: “Más allá de la muerte”.

La Biblia enseña con claridad meridiana que solo existe un Dios que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el único Salvador. “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12).

La publicidad islámica dice: “En el corazón de la India, a finales del siglo XIX, en el pueblo de Qadian, apareció un figura excepcional: Hazrat Mirza Ghulam Ahmad. El declaró ser el Mesías prometido y el Mahdi esperado por el Islam, así como la personificación espiritual de Jesucristo para el mundo cristiano, cumpliendo las profecías de diversas escrituras sagradas anteriores”

¿A quién tenemos que creer? La Biblia dice: “El nacimiento de Jesús fue así: Estando desposada su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería difamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su Nombre Jesús, porque Él  salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 18- 21). “Porque la sangre de Jesús limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).

Según la propaganda islámica: “La muerte natural de Jesús: Demostró que Jesús sobrevivió a la crucifixión y falleció posteriormente de muerte natural, armonizando la fe, la lógica y la historia”. Si es cierto que Jesús murió de muerte natural y no resucitó de entre los muertos, los cristianos “somos los más dignos de compasión de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15: 19,20).

El apóstol Juan hace una declaración sorprendente. No es necesario esperar a que aparezcan falsos cristos que anuncien el final del tiempo: “Hijitos, ya es el último tiempo, y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos, por esto conocemos que es el último tiempo” (1 Juan 2: 18). Según Juan ya hace más de 2000 años que nos encontramos en el último tiempo. El apóstol Pablo remacha el clavo cuando escribe: “Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos,  que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia, cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintio 11: 13-15).

Jesús dice que el día y la hora que vendrá a buscar a su pueblo solo su Padre la sabe (Mateo 24: 36). Ante la incertidumbre que genera el desconocimiento de cuándo será su venida gloriosa, narra la parábola de las diez vírgenes: cinco sensatas y cinco necias. Todas ellas esperan la venida del esposo. Las sensatas junto con las lámparas cogieron aceite. Las necias, solo cogieron las lámparas. “A media noche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo, salid a buscarlo!”  Las necias viendo que se apagaban las lámparas aprisa y corriendo salieron a comprar aceite. “Mientras las necias iban a comprar aceite, vino es esposo, y las que estaban preparadas entraron a las bodas, y se cerró la puerta”. Después volvieron las otras vírgenes y viendo que la puerta estaba cerrada golpearon a la puerta  gritando: “¡Señor, Señor, ábrenos! Mas él respondió y dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25: 1-13).

La enseñanza de la parábola es que el tiempo de espera que nos concede el Señor solo Dios lo sabe y lo tenemos que dedicar viviendo santamente y amando a Dios sobre todas las cosas. Las necias dedicaron el tiempo de espera que les concedía Dios pensando en cosméticos, vestidos, placeres… Podríamos resumir su filosofía de la vida en “comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1 Corintios 18: 32). La verdad es: Cuando cerremos los ojos aquí en la tierra y los abramos en la eternidad, en vez de oír una bienvenida de parte del Señor escucharemos estas terroríficas palabras: “De cierto os digo, que no os conozco”. Lector, hoy es el día de tu salvación, mañana tal vez no habrá lugar. No prestes atención a los susurros de Satanás que siendo padre de mentira te dice que después de la muerte no hay nada.

Octavi Pereña Cortina