1 SAMUEL 3: 18
“Y Samuel se lo manifestó todo, sin
encubrirle nada. Entonces (Elí) dijo: el Señor es, que haga lo que bien le
parezca”
El
Señor llama dos veces al joven Samuel. Éste cree que es el sacerdote Elí que le
llama. Corriendo se acerca a Elí y le dice: “Heme
aquí”. El sacerdote le dice a Samuel: “Yo
no te he llamado, vuélvete y acuéstate” La escena se repite tres veces. En
la cuarta el sacerdote le dice a Samuel: “Ve
y acuéstate, y si te llama le dirás: Habla porque tu siervo escucha”. Así
fue. Samuel vuelve a acostarse. El Señor volvió a llamarle como las otras
veces. El profeta volvió a decirle: “Habla
que tu siervo escucha”. El Señor le dijo a Samuel: “He aquí haré yo una cosa a Israel, que a quien la oiga, le retiñeran
ambos oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí lo que he dicho sobre su casa, desde el
principio hasta el fin. Y le mostraré que juzgaré su casa para siempre por la
iniquidad que él sabe, porque sus hijos han blasfemado a Dios, y no los
reprendió…” (vv.13, 14).
Al
amanecer Elí llamó Samuel y le dijo: “¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego
que no me la encubras, así te haga Dios y aún te añada, si me encubres la
palabra de todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin
encubrirle nada. Entones Elí dijo: El Señor es, haga lo que bien le parezca”.
El Señor a quien ama reprende. Elí fue un verdadero siervo de Dios que no tuvo
valor suficiente para reprender a sus hijos que blasfemaban el Nombre de Dios
con sus impiedades.
El
relato de Elí por el hecho de encontrarse en “las Sagradas Escrituras las cuales pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por
Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para
toda buena obra” (2 Timoteo 3: 15-17). El relato de Elí tiene el propósito
de enseñar a los pastores de las iglesias a conozcan de cabo a rabo las Sagradas
Escrituras y que prediquen con picos de oro. Ello tiene que ir acompañado de la
corrección para conseguir que los fieles no solo conozcan las Sagradas
Escrituras sino a que anden “en santidad
“sin la cual, nadie verá al Señor” (Hebreos
12: 14).
2 CRÓNICAS 6: 18
“Mas ¿es verdad que Dios habitará con el
hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no le
pueden contener, ¿cuánto menos la casa que he edificado?”
Si los
cielos de los cielos no pueden contener a Dios. Si el majestuoso templo que
construyó Salomón tampoco puede, por deducción se puede llegar a la conclusión
que el sagrario que es donde se guardan las hostias consagradas tampoco puede
contenerlo. Si no fuese porque la Biblia, que es la Sagrada Escritura inspirada
por Dios desvela el misterio: Dios por el Espíritu Santo habita en el cuerpo
del creyente lo ignoraríamos: “¿No sabéis
que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1
Corintios 3: 16). La imaginación corrompida del hombre puede hacer que el
hombre piense que construyendo un magnífico templo puede almacenar en él a Dios,
se equivoca. Dios habita por el Espíritu en el vaso de barro que es el hombre.
Ni la imaginación más preclara podría jamás imaginárselo.
El
apóstol Pablo escribiendo sobre la santidad del creyente en Cristo, dice: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros
de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo, y los haré miembros de una
ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que
el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán
una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es en él. Huid de la
fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo,
mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis
de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis
sido comprados por precio, glorificad, pues a Dios en vuestro cuerpo y
en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6: 15-20).
Por el
hecho de que el cristiano es templo de Dios tiene que mantener santo a su
cuerpo. El mismo apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en Éfeso les dice: “En quien (Jesús) todo el edificio bien
coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien
vosotros también sois juntamente edificados para ser morada de Dios en el
Espíritu” (Efesios 2: 21, 22).
Todo
pecado tiene sus consecuencias. Los efectos del pecado sexual son más graves
porque atentan contra la santidad del cuerpo que es morada del Espíritu de Dios.