diumenge, 14 de desembre del 2025

 

1 SAMUEL 3: 18

“Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces (Elí) dijo: el Señor es, que haga lo que bien le parezca”

El Señor llama dos veces al joven Samuel. Éste cree que es el sacerdote Elí que le llama. Corriendo se acerca a Elí y le dice: “Heme aquí”. El sacerdote le dice a Samuel: “Yo no te he llamado, vuélvete y acuéstate” La escena se repite tres veces. En la cuarta el sacerdote le dice a Samuel: “Ve y acuéstate, y si te llama le dirás: Habla porque tu siervo escucha”. Así fue. Samuel vuelve a acostarse. El Señor volvió a llamarle como las otras veces. El profeta volvió a decirle: “Habla que tu siervo escucha”. El Señor le dijo a Samuel: “He aquí haré yo una cosa a Israel, que a quien la oiga, le retiñeran ambos oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí  lo que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que juzgaré su casa para siempre por la iniquidad que él sabe, porque sus hijos han blasfemado a Dios, y no los reprendió…” (vv.13, 14).

Al amanecer Elí llamó  Samuel y le dijo: “¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras, así te haga Dios y aún te añada, si me encubres la palabra de todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entones Elí dijo: El Señor es, haga lo que bien le parezca”. El Señor a quien ama reprende. Elí fue un verdadero siervo de Dios que no tuvo valor suficiente para reprender a sus hijos que blasfemaban el Nombre de Dios con sus impiedades.

El relato de Elí por el hecho de encontrarse en “las Sagradas Escrituras las cuales pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 15-17). El relato de Elí tiene el propósito de enseñar a los pastores de las iglesias a  conozcan de cabo a rabo las Sagradas Escrituras y que prediquen con picos de oro. Ello tiene que ir acompañado de la corrección para conseguir que los fieles no solo conozcan las Sagradas Escrituras sino a que anden “en santidad “sin la cual, nadie verá al Señor” (Hebreos 12: 14).


 

2 CRÓNICAS 6: 18

“Mas ¿es verdad que Dios habitará con el hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no le pueden contener, ¿cuánto menos la casa que he edificado?”

Si los cielos de los cielos no pueden contener a Dios. Si el majestuoso templo que construyó Salomón tampoco puede, por deducción se puede llegar a la conclusión que el sagrario que es donde se guardan las hostias consagradas tampoco puede contenerlo. Si no fuese porque la Biblia, que es la Sagrada Escritura inspirada por Dios desvela el misterio: Dios por el Espíritu Santo habita en el cuerpo del creyente lo ignoraríamos: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3: 16). La imaginación corrompida del hombre puede hacer que el hombre piense que construyendo un magnífico templo puede almacenar en él a Dios, se equivoca. Dios habita por el Espíritu en el vaso de barro que es el hombre. Ni la imaginación más preclara podría jamás imaginárselo.

El apóstol Pablo escribiendo sobre la santidad del creyente en Cristo, dice: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo, y los haré miembros de una ramera? De ningún  modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es en él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis  sido comprados por precio, glorificad, pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6: 15-20).

Por el hecho de que el cristiano es templo de Dios tiene que mantener santo a su cuerpo. El mismo apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en Éfeso les dice: “En quien (Jesús) todo el edificio bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien vosotros también sois juntamente edificados para ser morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2: 21, 22).

Todo pecado tiene sus consecuencias. Los efectos del pecado sexual son más graves porque atentan contra la santidad del cuerpo que es morada del Espíritu de Dios.

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