dissabte, 6 de desembre del 2025

 

SOLEDAD DEL ALMA

“Aunque mi padre y mi madre me dejasen, con todo el Señor me recogerá” (Salmo 27: 10)

“Nunca en la historia de la humanidad, la soledad no escogida había sido un problema social grave. Pero está claro, nunca la sociedad había sido tan individualista, egocéntrica, egoísta y digitalizada como lo es ahora. Cada vez el hombre pasa más horas ante una pantalla y menos minutos cultivando relaciones afectivas con la familia o los amigos. Cada vez más la persona está centrada en  alcanzar metas y objetivos y menos en profundizar sus vínculos con los otros. Cada vez el ser humano tiene más llena la agenda y más vacío el corazón. Cada vez está más centrado en lo que tiene que en quien tiene a su alrededor. Y esto pasa factura” (Silvia Caballol, socióloga).

La sicóloga expone una cara del problema de la soledad. Una mujer identificada como Yolanda  descubre la otra: “Estoy muy sana pero a veces me viene una especie de gran desasosiego, sobre todo cuando pregunto por la vida, su sentido, su  misterio. De súbito me viene esta consciencia especial y siento mucha soledad, un aislamiento que nada tiene que ver con la soledad ordinaria, aunque esté con mi marido y mis hijos”. Tal vez Yolanda sin ser consciente de ello nos lleva a la soledad existencial.

Una persona anónima escribe: “No es que me sienta sola, porque tengo amigos. Muchos amigos. Sé que hay personas que se preocupan por mí, que me animan, que me hablan y se preocupan por mí, pero ellas no pueden estar conmigo siempre”.

Ernest Hemingway ha dejado escrito para la posteridad: “Todos tendrían que tener a alguien con quien poder hablar con franqueza. Por más valor que uno tenga, uno se siente cada vez más solo”. La camaradería humana no puede resolver el problema de la soledad del alma. Ello no quiere decir que no se tenga que cultivar la amistad de un buen amigo que pueda estar a nuestro lado en momentos de aflicción. El consuelo humano es muy terapéutico. Puede suavizar la soledad del alma, pero no extirparla. Pero al amigo íntimo no siempre se le tiene al lado. ¿Es que estamos condenados a tener que pasar largas y horrible horas de soledad insoportable? En absoluto. El  apóstol Pablo aporta solución a este problema tan común: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3: 16). Los fieles católicos que deseen orar a Jesús tienen que dirigirse a una iglesia que tenga abierta la puerta, arrodillarse ante el Sagrario donde se guardan las hostias consagradas, que sin perder su substancia, se supone que son el cuerpo de Jesús. Según el apóstol Pablo el auténtico sagrario lo es el cuerpo del verdadero creyente en Cristo donde por la fe en Él, por el Espíritu Santo mora en él. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones  el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba Padre!” (Gálatas 4: 6).  Para orar no es necesario salir de casa: “Mas tú cuando ores, entra en tu habitación, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6: 6). Más fácil no nos lo puede poner Dios. Sólo falta la voluntad de hacerlo.

Para encontrar a Dios es necesario que se le necesite. Si no se da una necesidad apremiante de encontrarse con el Padre uno no se encerrará en la habitación alejado del mundanal ruido para, en el Nombre de Jesús dirigirse al Padre celestial. Poéticamente, así lo describe el salmista: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, el Dios vivo” (Salmo 42: 1, 2). Si el lector no siente la necesidad imperiosa de buscar a Dios como el ciervo sediento anhela el agua,  lo más probable es que de manera autómata influenciado por la religión imperante lo haga con la mediación de ídolos de fabricación humana que tienen ojos que no ven, oídos que no oyen, boca que no habla, pies que no andan. Como son inertes se les tiene que transportar. Quienes utilizan los ídolos como medios de dirigirse a Dios, andan por el camino ancho que conduce a la perdición. Lector, si estás confuso pídele al Padre que te haga ver que Jesús es el único camino que te lleva a Él. Jesús es el agua viva que sacia plenamente la sed del alma. Ya no tendrás necesidad de imágenes talladas de cristos, vírgenes, santos  que forman parte del camino ancho que conduce a la perdición eterna.

Lector, si invocas a Jesús que es el Enviado del Padre para tu salvación descubrirás que Dios hace vivir en familia a los desamparados (Salmo 68: 6). Es una manera poética de decir que la soledad existencial ha llegado a su fin. Tendrás, sí, que seguir pidiendo la ayuda del Señor para que tu alma no regrese a los inhóspitos secadales de los que te sacó cuando creíste en Él. “Aunque tu padre y tu madre te dejasen, con todo el Señor te recogerá” (Salmo 27: 10).

Octavi Pereña Cortina

    

 

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