PROVERBIOS 31. 10
“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?”
Salomón
da algunas pistas que caracterizan a la mujer virtuosa: “Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
El corazón de su marido está en ella
confiado, y no carecerá de ganancias le da ella bien y no mal todos los días de
su vida” (vv. 10-12). El apóstol
Pablo escribiendo a Timoteo le da las características que tienen que reunir las
vidas para que las iglesias provean a sus necesidades: “ La viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo
marido, que tenga testimonio de buenas obras, si ha crido hijos, si ha
practicado la hospitalidad, si ha lavado los pies de los santos, si a socorrido
a los afligidos, si ha practicado toda buena obra” (1 Timoteo 5: 9, 10).
El
apóstol también describe a Timoteo las características que desvelan que no
pertenecen a la mujer virtuosa. “Pero
viudas más jóvenes no admitas, porque cuando impulsadas por sus deseos, se
rebelan contra Cristo, quieren casarse, incurriendo así en condenación por
haber quebrantado su primera fe, y también aprenden a ser ociosas, andando de
casa en casa, y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas,
hablando lo que no debieran” (vv. 11-13).
La
historia de una mujer virtuosa que relata el libro de Rut se inicia en el reino
pagano de Moab. Hubo hambre en la tierra. Un matrimonio con dos hijos
abandonaron Belén para dirigirse a Moab debido a una grave hambruna. Los dos
hijos se casaron con dos moabitas. Con el tiempo el marido y los hijos murieron.
Noemí, la viuda se entera que “el Señor había visitado a su pueblo para
darles pan” (Rut 1: 6).
Las
tres mujeres emprenden el regreso a Belén. Pero Noemí dice a sus nueras que
vuelvan a la casa de sus madres. “Ellas
alzaron su voz y lloraron” (v. 14). Una de las mujeres regresó a su casa.
Rut, pero, se quedó con Noemí su suegra y juntas regresaron a Belén. Noemí insistió que Rut regresase a su casa,
pero no quiso, diciéndole: “No me ruegues
que te deje, y me aparte de ti, porque a dondequiera que vayas, iré yo, y
dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (v.
16). El testimonio silencioso del amor de Rut hacia su suegra impactaba entre
el pueblo. Una pagana convertida al Dios de Noemí alumbraba con luz brillante. Booz
que se convertiría en el esposo de Rut le dijo “Ahora, pues, no temas hija mía, yo haré contigo lo que tú digas, pues
toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa” (3: 11). Así fue como la virtuosa Rut se convirtió en la
tatarabuela del rey David de quien según la carme nació Jesús el Hijo de Dios de la virgen
María.
1 SAMUEL 2: 12
“Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no
tenían conocimiento del Señor”
Tal vez
el lector no sabe quién era Elí y sus hijos. Elí era sacerdote y sus hijos le
ayudaban en el ministerio. Y como dice el texto que comentamos: “Eran hombres impíos, y no tenían
conocimiento del Señor”. “Pero Elí era muy viejo, y oía todo lo que sus hijos
hacían con todo Israel, y como dormían con las mujeres que velaban a la puerta
del tabernáculo de reunión” (v. 22). Elí los reprendía con mucha suavidad
(vv. 23-25).
El
Señor despierta al adolescente Samuel de su sueño para transmitirle un mensaje
de castigo para Elí y sus hijos. “Por
tanto yo he jurado a la casa de Eli que la iniquidad de la casa de Elí no será
expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas” (3. 14). El Señor no
consiente que se prostituya su casa. Poco después los israelitas convierten el
arca del pacto que era el símbolo de la presencia del señor entre su pueblo en
un amuleto protector al llevarla al
campo de batalla para que los protegiese de los de los filisteos (4. 4). Los
filisteos derrotaron a los israelitas “y
el arca del pacto fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofri y Finees” (v.
11).
Nos
dice el texto que “Elí estaba sentado en
una silla vigilando junto al camino, porque su corazón estaba temblando por
causa del arca” (v. 13). Llegó del campo de batalla un hombre para anunciar
a Elí la derrota sufrida, la muerte de sus dos hijos y que el arca del pacto
había sido tomada por los filisteos. “Y
aconteció que cuando él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de
la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió, porque era hombre viejo y
pesado. Y había juzgado a Israel cuarenta años” (v. 18).
Por lo
que se desprende del texto Elí era un fiel y temeroso servidor del Señor. Su
salvación eterna estaba garantizada pero tuvo que pagar el precio de su
negligencia a la hora de reprender a sus hijos con la fuerza necesaria. El
honor de Dios no puede mancillarse.
La
historia de Elí y de sus dos hijos contiene una enseñanza muy útil para la
iglesia de nuestros días. Jesús no puede consentir que se prostituya a su iglesia: “Y entró Jesús en el templo de Dios y echó
fuera todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las sillas de los
cambistas, y las sillas de los que vendían palomas, y les dijo: Escrito está:
Mi casa, casa de oración será llamada, mas vosotros la habéis convertido en
cueva de ladrones” (Mateo 21: 12, 13). Si Jesús viviese entre nosotros hoy,
¿qué diría de la multinacional religiosa en que se ha convertido la Iglesia
católica?
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