SALMO 63: 6, 7
“Cuando me acuerdo de ti en mi lecho, cuando
medito en ti en las vigilias de la noche, porque has sido mi socorro, y en la
sombra de tus alas me regocijaré”
Existe
un insomnio maligno causado por el pecado no arrepentido que corroe el alma.
David escribe: “Mientras callé” (no
confesó su pecado a Dios), “se
envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se
agrava sobre mí tu mano, se volvió mi verdor en sequedades de verano”
(Salmo 32: 3, 4). El salmista recapacita al no encontrarse bien debido al
pecado no confesado a Dios y limpiado por la sangre de Jesús. Escribe. “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi
iniquidad. Dije: Confesará mis transgresiones al Señor, y tú perdonaste la
maldad de mi pecado” (v.5).
Si el
lector padece insomnio maligno que quiere combatir tomando ansiolíticos u otras
pastillas para dormir, hoy se hace publicidad para adquirir estos medicamentos
sin receta médica y sin el control de un facultativo, no se consigue el
resultado que se persigue. Se agrava el trastorno porque lo que se consigue es
hacerse adicto a los somníferos. David nos da el remedio al insomnio enfermizo:
Confiesa tus pecados al Señor y Él perdonará la maldad de tu pecado. Jesús te
dará la paz que excede a la comprensión humana. Que los huesos se envejezcan
debido al pecado no deben tomarse en el sentido literal. Se refiere al malestar
espiritual que corroe el alma debido al pecado no confesado. Perdonado el
pecado se deja de gemir todo el día.
El
texto que sirve de base a esta meditación fue escrito también por David, Dice
que se acuerda de Dios estando en la cama, despierto. En vez de revolverse
ansioso entre las sábanas, desazonado, la mente con pensamientos turbadores. Me
lo imagino tendido plácidamente aprovechando el insomnio para recordar las
bendiciones de Dios y la protección recibida de Él en los momentos de peligro.
Volvamos
a leer el texto para que nos inspire a seguir la enseñanza tan saludable que
contiene: “Cuando me acuerdo de ti en mi
lecho, cuando medito en ti en las vigilias de la noche, porque has sido mi
socorro, y en la sombra de tus alas me regocijaré”
SALMO 68: 6
“Dios hace habitar en familia a los
solitarios”
Dado
que el ser humano que la persona no solamente es cuerpo sino que también es
espíritu al tratar el tema de la soledad que aflige a tantas personas busca
solucionarlo exclusivamente tratando los síntomas físicos excluyendo
radicalmente el alma. Se intenta solucionar el problema de la soledad tomando
medidas a fin de conseguir que el ser humano no esté solo. Si se consigue que
las personas se junten solamente se consigue una relación superficial. Se
pueden formar grupos de lectura, de jugar a cartas o al domino…pero no se
consigue borrar la soledad del alma que es en donde hacerse hincapié.
El ser
humano es más que un animal. Es una criatura creada por Dios para que mantenga
intimidad con Él. Esta relación íntima con el Creador se hizo añicos cuando
Adán comió el fruto del árbol prohibido. Pero el Creador que desea restablecer
la relación anuncia que de la simiente de la mujer, Jesús el Salvador que
restablecerá la intimidad.
El
texto que comentamos dice: “Dios hace
habitar en familia a los solitarios”. ¿Cómo lo consigue? La noche que fue
prendido dijo a sus discípulos: “Me
dejaréis solo, mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:
32). Jesús nos da el secreto para que la soledad externa no sea un problema
interno. Jesús con su muerte y resurrección se convierte para los que creen en
Él en el camino que conduce al padre (Juan 1: 6). El pecado de Adán hizo que se
perdiese la intimidad con el Creador, la obediencia de Cristo nos lleva a
recuperarla. La relación de Adán con el Creador era condicional. La podía perder
si desobedecía. Desobedeció y la perdió. La restauración de la comunión con el
Padre que Jesús obtuvo no se puede perder: “Ninguna
cosa creada podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Romanos 8: 39).
¿Se
encuentra el lector solo y los remedios que el mundo ofrece no sirven? Si cree
en Jesús como Señor y Salvador el Espíritu Santo habitará en su interior y el
Espíritu de Cristo le acompañará allí a donde vaya. El mundo le podrá encerrar
en una mazmorra pero no podrá impedir que Jesús que mora en su interior le
conforte en el dolor.
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