SALMO 119: 70
“Su corazón es insensible como la grasa, pero
yo guardo con todo el corazón tus preceptos”
El
salmista ve el corazón de los incrédulos cubiertos de grasa que los
impermeabiliza impidiendo que el agua
viva penetre en sus corazones. Una sequía espiritual existe en sus almas
convirtiéndolas en desiertos inhóspitos.
Que sus almas sean jardines es una quimera. A diferencia de la persona que
tiene el corazón recubierto de grasa que lo hace insensible a la acción del
Espíritu Santo, el verdadero creyente que tiene un corazón de carne encuentra
placer en guardar los preceptos del Señor. El salmista desmiente a quienes
tienen su corazón recubierto de grasa que dicen que los mandamientos de Dios
son pesados y aburridos. Está claro, lo creen así porque desconocen el gozo que
produce obedecer los preceptos de Dios. “Los
juicios del Señor son verdad, todos justos. Deseables más que el oro, y más que
mucho oro afinado, y dulces más que la miel, y que la que destila del panal”
(Salmo 19: 9, 10).
Cuando
Dios en su misericordia desengrasa el corazón del salmista y el rocío
fertilizante que Dios hace descender sobre el poeta, hace que cambie por completo el concepto de pesados y aburridos
que tenía de la Ley de Dios. En el momento en que el rocío divino humedece el
corazón marchito por la sequía brota la semilla de la Palabra de Dios sembrada
dando fruto abundante de amor, gozo, paz…
La
humedad vivificante del rocío divino despierta el alma de su sueño. Al abrir
los ojos reconoce la necedad que le hacía decir que no existía Dios que es amor
que ama al pecador hasta el punto de entregar a su Hijo único a morir por los
pecadores. Habiendo recibido el pecador el rocío vivificante de Dios, exclama: “Bueno me es haber sido humillado, para que
aprenda tus estatutos” (v. 71).
Mientras
se tenga el corazón recubierto de grasa lo único que se valora son los bienes
materiales que son perecederos, que no pueden llevarse consigo tras la muerte,
y que nunca satisfacen. Persigue la felicidad y cuando la agarra con la mano se
le escurre entre los dedos. Cuando la vida de Dios penetra en el corazón del
salmista, desaparecido el orgullo que le hacía sentir autosuficiente, confiesa.
“”Mejor me es la Ley de tu boca que
millares de oro y plata” (v. 72) Lo que antes no tenía para él ningún
valor, ahora que ha conocido a Dios
considera la Ley divina más valiosa que el oro y la plata que hacen
miserables a quienes confían en ellos.
HEBREOS 4: 13
“Y no hay cosa creada que no sea manifiesta
en su presencia, antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los
ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta”
Este
texto nos habla de la omnisciencia de Dios. El Señor lo conoce todo. Ni la
noche ni las espesas tinieblas
invernales impiden que Dios conozca al dedillo todo lo que ocurre en la Tierra.
Los pensamientos más íntimos que se producen en lo profundo del alma, los
conoce todos. Por esto cuando juzga puede hacerlo con pleno conocimiento. Ancha
es Castilla si Dios es ciego. Debido a que son multitudes quienes creen que
Dios duerme tranquilamente en las
mansiones celestiales, pasando olímpicamente de lo que ocurre en la Tierra.
Debido a este concepto que se tiene de Dios es por lo que existe tanta
corrupción, tanta violencia, tanta impiedad, que crece vertiginosamente. Como
creemos que Dios es un bonachón, damos rienda suelta a nuestras pasiones que momentáneamente producen placer y que luego
la amargura de la hiel recorre las entrañas. Quien cree que Dios es un padre
benévolo que consiente a sus criaturas, se comporta como el borracho que al
despertar al día siguiente, se dice: “Me
hirieron mas no me dolió, me azotaron mas no lo sentí, cuando despierte, aun lo
volveré a buscar (Proverbios 23: 35).
Los
impíos pueden pensar lo que crean más conveniente con respecto a Dios. Los que
creen en Jesús como Señor y Salvador creen que “la Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que toda espada de
dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyuntura y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y
las intenciones del corazón” Hebreos 4: 12).
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos
entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros
miembros? Codiciáis, y no tenéis, matáis y ardéis de envidia, y no podéis
alcanzar, combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh
almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de
Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que Él ha hecho
morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4: 1-5).
Los
textos citados muestran la importancia que tienen las Sagradas Escritura
cristianas para combatir la maldad de una humanidad los pensamientos de la cual
solo piensan en hacer el mal. Pedimos, pero pedimos mal para gastar en nuestros
deleites, dice Santiago. La Biblia puede comportarse como espada de dos filos
que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. La letra de la
Biblia puede culturizar a las personas y hacerles decir que las enseñanzas católicas
son erróneas y al mismo tiempo hacer lo que se denuncia. Leída de esta manera
la Biblia no se comporta como espada de dos filos. Lo hace cuando el lector
verdaderamente quiere saber lo que Dios quiere decirle Cuando la Biblia se
comporta como espada de dos filos que discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón promueven la
santidad en un mundo inmerso en la maldad. Las noticias dan fe de ello día tras
día.
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