MATEO 9:28
“Y llegado a la casa, vinieron a Él los
ciegos, y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto. Ellos respondieron: Sí,
Señor”
A
diferencia de Bartimeo que estaba sentado al lado del camino mendigando,
en este caso, al pasar Jesús por allí le
siguieron dos ciegos. Desconocemos sus nombres. Mejor que sea así para que no
pensemos que la curación únicamente la realiza en personas con nombre y
apellidos. La salvación es universal. Está al alcance de todo aquel que cree en
Él.
Una
muchedumbre sigue a Jesús, pero únicamente dos ciegos le siguen gritando: “¡Ten misericordia de nosotros Hijo de
David!”(v.27). Seguro que la multitud que seguía a Jesús le vitoreaba. Tal
vez estaban pensando en hacerle rey porque había multiplicado los pocos panes y los escasos peces, así y todo había llenado
las panzas de la multitud. También había curado las enfermedades de muchos.
Pero estas multitudes enfervorizadas, cuando Jesús entra triunfante en
Jerusalén que cubren con ramas de
árboles la calle por la que transitaba Jesús
montado en un asno engalanado, seguro que vitoreaban: “’¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el
Nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro Padre celestial que viene!
¡Hosana en las alturas!” (Marcos 11: 9,10). ¿Eran creíbles estas hosannas? Pienso que no. Fue una
alabanza insincera. Fue el fruto de seguir la corriente de la mayoría. Si el
homenaje que se le rinde a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén hubiese
sido sincero, lo que sucedió durante la parodia de juicio al que se le sometió
a Jesús no hubiera sucedido. Pilato “conocía
que por envidia lo habían entregado (a
Jesús) los principales sacerdotes” (Marcos
15: 10). Los principales sacerdotes como los titiriteros movían los hilos que
daban vida a la multitud “incitaban a la
multitud para que les soltase más bien a
Barrabás” (v.11). Si Pilato hubiese sido un hombre justo no se hubiera
dejado manipular por los principales sacerdotes. Al dictar sentencia hubiera lo
declarado: “Inocente”. Pero como era un hombre débil, a pesar de que era el
representante del poder de Roma intenta huir de su responsabilidad al dirigirse
a la multitud alborotada: “¿Qué, pues,
queréis, que haga del que llamáis rey de los judíos?” (v.12). la respuesta
fue: “Crucifícale” (v.13). Pilato, después de lavarse las manos
en un vano intento de liberarse de su responsabilidad, ordenó crucificarle.
Volvamos
a los dos ciegos, Jesús les pregunta: “¿Creéis
que puedo hacer esto?” ”La pregunta tiene la finalidad de que los ciegos
manifiesten su fe. Éstos dijeron. “Sí,
Señor”. Verificada la fe, Jesús “les
tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe sea hecho”. Ya que “de
la abundancia del corazón habla la boca“(Mateo 12: 34). A pesar de que
Jesús les había prohibido que hiciesen pública su curación, “salidos ellos, divulgaron la fama de Él por
toda aquella tierra”. De la abundancia del corazón habla la boca. Las
multitudes que seguían a Jesús que no habían sentido sanidad, de su corazón
brotó. “Crucifícale”
MARCOS 7: 9
“Les decía también: Bien invalidáis el
mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición”
La
mayoría d los judíos dl tiempo de Jesús eran muy tradicionalistas y acusaron a
los discípulos d Jesús de romper la tradición de los ancianos porque “comían con manos inmundas” (v. 5), sin
habérselas lavado. Debe diferenciarse el lavamiento de manos por motivos
religiosos de hacerlo por motivos sanitarios como actualmente nos hemos
habituado a hacerlo debido al Covid-19.
El lavamiento
de manos por motivo religioso tiene efectos contraproducentes ya que afecta a
la salud espiritual de quienes lo practican porque los aleja de Dios al
depender de las enseñanzas de los hombres en vez de hacerlo en la Palabra de
Dios. Los preceptos religiosos que se han introducido a lo largo del tiempo se
convierten en leyes más valiosas que la Ley de Dios.
Al
enterarse Jesús de la acusación que los fariseos presentaban contra sus
discípulos, amparado por la autoridad que tenía por ser el Hijo de Dios
encarnado, con dureza les dice: “Hipócritas, bien profetizó Isaías(v. como
está escrito” (v.6). Isaías no profetizó directamente contra los fariseos
porque en su tiempo no existía esta secta religiosa. Pero sí que profetizó
contra aquellos falsos profetas de su tiempo que anunciaban bendiciones de Dios
que Éste no había autorizado porque había decidido castigar a su pueblo. Como
las profecías de Isaías están escritas en la Biblia sus enseñanzas sirven para
todos los tiempos, incluso los nuestros.
Textualmente
el profeta escribió: “Porque este pueblo
se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honran, pero su corazón está
lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les
ha sido enseñado” (29: 13).
La
denuncia que hace Jesús utilizando lo dicho por el profeta Isaías no la hace
literalmente, pero el contenido es el mismo: No puede enseñarse como Palabra de
Dios palabra de hombres. A quienes lo hacen Jesús los acusa de hipócritas por
aparentar ser lo que no son. Se presentan como
siendo ángeles de luz cuando realmente son siervos de Satanás. Cuando
Jesús dice que los hipócritas enseñan como Palabra de Dios mandamientos de
hombres, nos está diciendo que falsean la Verdad de Dios. Dada la trascendencia
que tiene el cambio y que afecta a nuestra salvación eterna, tenemos que tener
mucho cuidado con las enseñanzas de los hipócritas. Para desenmascararlos
debemos mantener íntima comunión con Dios reconociendo nuestra condición de
pecadores necesitaos de Él. La reflexión diaria del contenido da la Biblia y la
súplica de que se nos otorgue la plenitud del Espíritu Santo para recibir sabiduría de lo alto, nos capacitará
para no caer en las redes de los mensajeros de Satanás.
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