JUDAS 24,25
Y Aquel que es poderoso para guardaros sin
caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único
y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria i majestad, imperio y potencia,
ahora y por todos los siglos. Amén
La
necesidad de buscar ayuda fuera de uno mismo pienso que se encuentra en todas
las personas. Muchos que no creen en Dios buscan ayuda en el hombre y en los
avances tecnológicos de nuestro tiempo. Otros que creen en el mundo de los
espíritus la buscan en videntes que dicen ser capaces de ponernos en
comunicación con los muertos y pedirles ayuda. Otros que creen en Dios pero que
tienen una idea muy vaga de quien es debido a la mala información que han
recibido de sus maestros espirituales, la buscan por medio de santos y
vírgenes. El texto que comentamos se
desentiende de los intermediarios mencionados en donde se va buscar ayuda, y
nos presenta al Único que verdaderamente puede oír nuestras súplicas y darles
respuesta de la manera más conveniente para quienes se la piden. Es la alabanza
a Dios que Judas, no el Iscariote que traicionó a Jesús, pone al final de su breve escrito. Es a Dios
a quien tenemos que implorar directamente sin necesidad de intermediarios.
La
fragilidad del ser humano es inmensa. Lo malo es que no queremos reconocerlo.
Judas es uno de los pocos que lo reconocen. Es por esto que la doxología con la
que termina su breve escrito nos lleva a
Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída” .Aun cuando en nuestra
debilidad podemos tropezar y caer y hacernos daño, la misericordia del Señor es
tan grande que nos tiende la mano, nos levanta y vuelve a ponernos en el amino
estrecho que nos lleva a Él.
Algo
muy importante que nos preocupa y que
nos consume. La cuestión del pecado. Excepto Jesús, no ha existido ningún ser
humano exento de pecado. La mitología católica puede presentarnos a María la
madre de Jesús como concebida sin pecado original. Es pura mitología que no
tiene ningún parecido con la realidad. El pecado nos impide presentarnos ante
la presencia de Dios tres veces santo, pero la sangre de Jesús derramada en la
cruz limpia todos nuestros pecados. Es por ello que Aquel que es poderoso puede
“presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. El encuentro por
fe con Jesús restablece nuestra comunicación con Dios es lo que hace que
dejemos tirada en la cuneta la tristeza que nos agobia y prosigamos gozosos el
camino.
Para el
verdadero cristiano hay un Único y Sabio Dios y un único Salvador y un único
Espíritu Santo que grava en el corazón la verdad de la doxología que
comentamos: “Sea (a Él) gloria y
majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.
Quiera
el Señor que el lector crea plenamente
la verdad de las palabras de Judas. La
gloria a Dios lo requiere y nuestra salvación lo exige. No se puede creer a
medias. Eso sí, aquello no. Se cree o no se cree. El término medio no existe.
NÚMEROS 27: 15-17
“Entonces
respondió Moisés al Señor, diciendo: Ponga el Señor, Dios de los espíritus de
toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y que
ande delante de ellos, que los saque y que los introduzca para que la
congregación del Señor no sea como ovejas sin pastor”
Esta súplica Moisés la hace cuando el Señor
le hizo subir al monte Aboim desde el cual podría contemplar la Tierra
Prometida que no le fue permitido pisarla. Entiende que ha llegado el momento
de dejar este mundo para ir a la presencia de Dios a quien había servido
durante tantos años. Moisés, a pesar de tantos quebraderos de cabeza que le
había dado aquel pueblo duro de cerviz, que por el poder de Dios había sacado
de Egipto y había guiado durante cuarenta años en la travesía por el desierto,
a pesar de ello, lo amaba.
El profundo amor que Moisés sentía por su
pueblo le impulsa a pronunciar la oración que sirve de base a esta meditación.
Los pastores que tienen que pastorear a las iglesias no son eternos. Cuando
llega la hora establecida por Dios de tener que dejar este mundo para partir
hacia la presencia del Señor. Otros, por distintos motivos, tienen que dejar
las iglesias en estado de “sede vacante”.
Desgraciadamente, con demasiada frecuencia se hace la sustitución un
tanto a la ligera. Se busca consejo a instituciones para producir el relevo. O se
le pide al pastor saliente que facilite el nombre de un sustituto. ¡Quién mejor
que él que conoce el mercado para ayudar! Se olvida buscar ayuda en quien
conoce los corazones de las personas para que haga ver cuál es la persona
adecuada para ocupar el púlpito vacante.
Moisés imploró la dirección del Señor y Éste
le respondió indicándole quien era la persona que Él había escogido para
sustituirle: “Toma a Josué, hijo de Nun, en el cual hay espíritu y pondrás tu
mano sobre él” (v. 18). La imposición de
la mano no significa transmisión del Espíritu Santo, sino el reconocimiento de
alguien que se considera escogido por Dios para pastorear a la iglesia.
Al inicio de la iglesia cristiana se presentó
el problema de tener que cubrir la vacante que se había producido en el grupo
de los 12 apóstoles, la de Judas que
había traicionado a Jesús. De entre el grupo de creyentes se escogieron dos
nombres. ¿Quién de ellos tenía que ser el sustituto de Judas? El texto nos
dice: ”Y orando dijeron: Tú Señor, que conoces los corazones de todos, muestra
cuál de estos has escogido” (Hechos 1: 21). El modo de hacer la elección es
lo de menos. Lo importante es que sea el Señor que por el Espíritu Santo haga
la elección y lo muestre a la iglesia. Votar, según nos enseña el sistema
político democrático no es la manera de escoger a los pastores y dirigentes de
las iglesias. No debe perderse jamás de vista que el gobierno de las iglesias
es teocrático, es decir que es Dios
quien las gobierna, no el hombre.
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