dilluns, 7 de desembre del 2020

 

JUDAS 24,25

Y Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria i majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén

La necesidad de buscar ayuda fuera de uno mismo pienso que se encuentra en todas las personas. Muchos que no creen en Dios buscan ayuda en el hombre y en los avances tecnológicos de nuestro tiempo. Otros que creen en el mundo de los espíritus la buscan en videntes que dicen ser capaces de ponernos en comunicación con los muertos y pedirles ayuda. Otros que creen en Dios pero que tienen una idea muy vaga de quien es debido a la mala información que han recibido de sus maestros espirituales, la buscan por medio de santos y vírgenes.  El texto que comentamos se desentiende de los intermediarios mencionados en donde se va buscar ayuda, y nos presenta al Único que verdaderamente puede oír nuestras súplicas y darles respuesta de la manera más conveniente para quienes se la piden. Es la alabanza a Dios que Judas, no el Iscariote que traicionó a Jesús,  pone al final de su breve escrito. Es a Dios a quien tenemos que implorar directamente sin necesidad de intermediarios.

La fragilidad del ser humano es inmensa. Lo malo es que no queremos reconocerlo. Judas es uno de los pocos que lo reconocen. Es por esto que la doxología con la que termina su breve escrito nos lleva  a Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída” .Aun cuando en nuestra debilidad podemos tropezar y caer y hacernos daño, la misericordia del Señor es tan grande que nos tiende la mano, nos levanta y vuelve a ponernos en el amino estrecho que nos lleva a Él.

Algo muy importante que nos preocupa  y que nos consume. La cuestión del pecado. Excepto Jesús, no ha existido ningún ser humano exento de pecado. La mitología católica puede presentarnos a María la madre de Jesús como concebida sin pecado original. Es pura mitología que no tiene ningún parecido con la realidad. El pecado nos impide presentarnos ante la presencia de Dios tres veces santo, pero la sangre de Jesús derramada en la cruz limpia todos nuestros pecados. Es por ello que Aquel que es poderoso puede “presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. El encuentro por fe con Jesús restablece nuestra comunicación con Dios es lo que hace que dejemos tirada en la cuneta la tristeza que nos agobia y prosigamos gozosos el camino.

Para el verdadero cristiano hay un Único y Sabio Dios y un único Salvador y un único Espíritu Santo que grava en el corazón la verdad de la doxología que comentamos: “Sea (a Él) gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

Quiera el Señor  que el lector crea plenamente la  verdad de las palabras de Judas. La gloria a Dios lo requiere y nuestra salvación lo exige. No se puede creer a medias. Eso sí, aquello no. Se cree o no se cree. El término medio no existe.


 

NÚMEROS 27: 15-17

“Entonces respondió Moisés al Señor, diciendo: Ponga el Señor, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y que ande delante de ellos, que los saque y que los introduzca para que la congregación del Señor no sea como ovejas sin pastor”

Esta súplica Moisés la hace cuando el Señor le hizo subir al monte Aboim desde el cual podría contemplar la Tierra Prometida que no le fue permitido pisarla. Entiende que ha llegado el momento de dejar este mundo para ir a la presencia de Dios a quien había servido durante tantos años. Moisés, a pesar de tantos quebraderos de cabeza que le había dado aquel pueblo duro de cerviz, que por el poder de Dios había sacado de Egipto y había guiado durante cuarenta años en la travesía por el desierto, a pesar de ello, lo amaba.

El profundo amor que Moisés sentía por su pueblo le impulsa a pronunciar la oración que sirve de base a esta meditación. Los pastores que tienen que pastorear a las iglesias no son eternos. Cuando llega la hora establecida por Dios de tener que dejar este mundo para partir hacia la presencia del Señor. Otros, por distintos motivos, tienen que dejar las iglesias en estado de “sede vacante”.  Desgraciadamente, con demasiada frecuencia se hace la sustitución un tanto a la ligera. Se busca consejo a instituciones para producir el relevo. O se le pide al pastor saliente que facilite el nombre de un sustituto. ¡Quién mejor que él que conoce el mercado para ayudar! Se olvida buscar ayuda en quien conoce los corazones de las personas para que haga ver cuál es la persona adecuada para ocupar el púlpito vacante.

Moisés imploró la dirección del Señor y Éste le respondió indicándole quien era la persona que Él había escogido para sustituirle: “Toma a Josué, hijo de Nun, en el cual hay espíritu y pondrás tu mano sobre él” (v. 18).  La imposición de la mano no significa transmisión del Espíritu Santo, sino el reconocimiento de alguien que se considera escogido por Dios para pastorear a la iglesia.

Al inicio de la iglesia cristiana se presentó el problema de tener que cubrir la vacante que se había producido en el grupo de los 12 apóstoles, la de  Judas que había traicionado a Jesús. De entre el grupo de creyentes se escogieron dos nombres. ¿Quién de ellos tenía que ser el sustituto de Judas? El texto nos dice: ”Y orando dijeron: Tú Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos has escogido” (Hechos 1: 21). El modo de hacer la elección es lo de menos. Lo importante es que sea el Señor que por el Espíritu Santo haga la elección y lo muestre a la iglesia. Votar, según nos enseña el sistema político democrático no es la manera de escoger a los pastores y dirigentes de las iglesias. No debe perderse jamás de vista que el gobierno de las iglesias es teocrático, es decir que es Dios quien las gobierna, no el hombre.

 

 

 

 

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