dimarts, 22 de desembre del 2020

 

DEUTEONOMIO, 5: 29

“¡Quien diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y que guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!”

El texto que comentamos es el lamento del Padre celestial que sufre al ver que su pueblo se aleja de Él. Quiere  lo mejor para sus hijos, pero estos, en vez de lamentar su pecado se vuelven ansiosos hacia otros dioses que además de ser incapaces de ayudarles, al adorar a Satanás en los ídolos que fabrican con sus manos, el diablo como padre de mentira y homicida que es desde el principio, les acarrea muchos males.

Ya Adán y Eva se esconden ente los árboles del paraíso porque la vergüenza que les hacía sentir su pecado les hacía considerar indignos de hablar con su Creador. Vanamente intentan hacer desaparecer la vergüenza de verse desnudos haciéndose unos delantales cosidos con hojas de higuera. Pero la vergüenza se mantiene firme. Es el mismo Señor quien tiene que sustituir sus andrajosos vestidos con otros fabricados con las pieles de unos animales que sacrificó. La sangre de estos animales no podía borrar su pecado pero simbolizaban la de Jesús que sí borra todos los pecados. Hechas la paces con Dios por la fe en el Hijo que señalaban los animales sacrificados se restablece la comunicación con Dios que se había perdido.

Indiscutiblemente la salvación obtenida por la fe en Jesús no puede perderse. Nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús. Ello no quita que pueda darse un infantilismo espiritual que el apóstol Pablo denuncia: “De manera que yo, hermanos, no puedo hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como niños en Cristo. Os di a beber leche y no vianda, porque aún no erías capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? (1 Corintios 3: 1-3). ¿No se dan celos, contiendas y disensiones en las iglesias? Nos comportamos como niños en Cristo a quienes se nos tiene que dar  a beber leche a pesar de los muchos años que llevamos como cristianos. No hemos madurado. Permanecemos en una anómala infancia espiritual que nos incapacita para comer vianda sólida que es la totalidad de la Palabra de Dios.

Si es esta nuestra condición ya es hora de que empecemos a reconocerlo. El procesos de abandonar la niñez espiritual y crecer hasta alcanzar la condición de adultos en la fe, se inicia con el arrepentimiento.. El reconocimiento de nuestra desnudez que nos avergüenza para que el Señor nos cubra con la túnica de lino blanco que significa que nuestros pecados has sido lavaos por la sangre de Jesús. No necesitamos volver a nacer  porque si de verdad hemos creído en Jesús como nuestro Señor y Salvador ya somos hijos de Dios aun cuando sigamos siendo pecadores. Por ello  necesitamos arrepentirnos diariamente  de nuestros pecados para no entristecer al Espíritu Santo. Si no nos arrepentimos, el Espíritu Santo no podrá fortalecernos y seguiremos siendo niños en la fe con lo que entristeceremos a nuestro Padre celestial.


 

DEUTERONOMIO 18: 11

“Ni quien consulte a los muertos”

“Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones” (v.9). el texto detalla las diversas prácticas que son abominables a los ojos del Señor. Gracias a Dios que en su misericordia la práctica de hacer pasar a los hijos por el fuego ha sido borrada de nuestra cultura. Otras, como “practicar adivinación, agorero, sortilegio, hechicería, encantador, adivino, mago “ (v. 11), persisten en nuestra sociedad. Las prácticas de consultar a los muertos están prohibidas por Dios porque son medios fraudulentos, inspirados por Satanás, el padre de la mentira, para conocer el futuro. Que Satanás es homicida desde el principio que se lo pregunten a Adán que debido a su desobediencia murió espiritualmente y más tarde físicamente. Satanás pretende que no creamos en Dios ni en su Hijo que vino al mundo para deshacer las obras del diablo.

Una explicación que nos haga comprender  porque el ocultismo,  consultar a los muertos, en sus diversas formas, está tan extendido en nuestros días. La adoración a los  santos y vírgenes, tan destacada en la Iglesia Católica y entre algunas denominaciones protestantes, a pesar de ser algo tan común y respetable, no deja de ser consultar a los muertos. La explicación la encontramos en el rey Saúl que debido a su desobediencia a Dios, Él se apartó del monarca rebelde. El texto nos dice que estando a punto de iniciarse el combate contra los filisteos, “cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y consultó Saúl al Señor, pero el Señor no les respondió ni por sueños, ni por Urim ni por profetas” (1 Samuel 28: 5, 6). El silencio de Dios desesperó a Saúl quien en  sus prisas por conocer de antemano el resultado de la batalla que iba a celebrase en breve dijo a sus consejeros: “Buscadme  una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que vaya a ella y por medio de ella pregunte”  (v. 7). Encontrándose desamparado y aterrorizado, contradijo la orden que había dado de “cortar de la tierra a los evocadores y a los adivinos” (v.9). Saúl murió en la batalla. La Biblia nos dice cuál fue la causa de su muerte: “Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra el Señor, contra la palabra del Señor, la cual  no guardó, y porque consultó a una adivina” (1 Crónicas 10: 13).

El silencio de Dios debido a que el pecado corta la comunicación con Él, el medo se apodera de nosotros y pareciéndonos a Saúl buscamos en la adivinación, aun cuando sean santos y vírgenes, pero, de los labios de los adivinos, las vírgenes los santos, brotan mentiras que no desvelan  el futuro que está en las manos de Dios. En la Jerusalén celestial no entrarán “los hechiceros” (Apocalipsis 22. 15). Si los hechiceros no entran en el Reino de Dios es de suponer que tampoco entrarán los que practican cualquier tipo de adivinación. Mala decisión toman aquellos que en vez de buscar dirección en Dios, que es quien  conoce a la perfección el futuro, consultan a los muertos que no los pueden asesorar.

 

 

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