SALMO 69:2
“Estoy
hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie, he venido a abismos de
aguas, y la corriente me ha anegado”
Un grito de agonía: “Sálvame oh Dios,
porque las aguas han entrado hasta el alma” (v.1). Cuando situaciones extremas
azotan a una persona, dos reacciones pueden producirse: Una de rebeldía, de
levantar los puños hacia el cielo en señal de enemistad contra Dios. Esta es la
respuesta más común ante una situación adversa. Lo triste de esta respuesta es
que quienes la dan se encuentran solos ante el peligro. No tienen a nadie en
quien apoyarse. No reciben apoyo en el momento cuando más se necesita. La rebeldía contra a Dios no es la respuesta más
sensata pues no puede expulsarse a Dios de la situación y la rebeldía se
convierte en un boomerang que golpea a quien se atreve a enfrentarse a Dios.
Desconocemos qué es lo que motivó al
salmista a lanzar su grito desesperado: “Sálvame oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma”. Mejor
que sea así porque el interrogante cabe perfectamente en nuestro “sálvame oh
Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Mejor que sea así porque en
el interrogante cabe perfectamente nuestro “sálvame oh Dios, porque las aguas
han entrado hasta el alma”. No puños alzados contra Dios, sino humilde sumisión
a Dios quien en su soberanía decide para
nuestro bien situaciones que nos son incomprensibles. Cuando somos golpeados
por la adversidad tenemos que recordar que el Señor está a nuestro lado. Nos
coge de la mano y juntos andamos sobre las aguas amenazadoras que se interponen
en nuestro camino hacia las moradas celestiales. La fe es el tesoro más
precioso que el Señor haya podido darnos para salir victoriosos en las
difíciles encrucijadas de este mundo. ¡Gracias Señor por el don de la fe!
Con el don activado por la presencia del
Espíritu Santo en nuestro corazón, aun cuando podamos ser zarandeados como el
salmista que describe su estado escribiendo: “Cansado estoy de llamar, mi
garganta se ha enrojecido, han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios”
(v.3). A pesar de la desesperada situación en que se encontraba el salmista, no
desfallece su esperanza en el Señor: “Pero yo a ti oraba al tiempo de tu buena voluntad, oh Dios, por
la abundancia de tu misericordia, por la verdad de tu salvación, escúchame.
Sácame del lodo, y no sea sumergido, sea yo librado de los que me aborrecen, y
de lo profundo de las aguas” (vv. 13,14). De la misma manera que los polluelos
ante el peligro se cobijan debajo de las alas de la clueca, podemos refugiarnos
con mayor seguridad debajo de las alas del Señor que nos protegen de todo
peligro que pueda acecharnos.
PROVERBIOS 15:15
“Todos
los días del afligido son difíciles, mas el de corazón contento tiene un
banquete continuo.
¿Quién es la persona de corazón afligido y quién lo es de corazón contento? Lo
que marca la diferencia entre ambas es si se está con Dios o no. La que está
con Dios por la fe en el Señor Jesús posee un corazón limpio y contiene un
contacto permanente con Dios por el hecho de que tener un corazón limpio porque
la sangre de Jesús le ha limpiado todos sus pecados vive permanentemente en la
presencia de Dios la persona con lo que la paz de Dios que sobrepasa la
comprensión humana está con ella permanentemente. En cambio, la persona que
vive sin Dios, por el hecho de que sus pecados no han sido limpiados por la
sangre de Jesús no puede tener de ninguna de las maneras la paz de Dios que
llena de gozo el corazón.
¿Son pocos los que todos los días les son
difíciles de llevar porque viven en aflicción? Son multitudes las que andan por
el camino ancho que conduce a la condenación eterna. Quienes forman parte de
esta multitud de afligidos se les reconoce fácilmente por sus intereses. Por
ser los días del afligido difíciles de soportar buscan despojarse de su
aflicción por medios naturales. Buscan sustituir la aflicción por el gozo
consumiendo cuanto más mejor los medios que el mundo les ofrece para combatir
la aflicción del alma: cruceros para visitar los fiordos noruegos, por el
mediterráneo, por los exóticos países caribeños…El afligido es un consumidor de
espectáculos. Mata el dolor con el alcohol y las drogas. Puntualmente se libera
de la aflicción porque los productos anti dolor que consume le hacen olvidar
momentáneamente las dificultades que consumen su alma. Aparentemente se libra del
dolor, pero la procesión va por dentro. De hecho, la condición del alma empeora
por el efecto adictivo que tienen todos los productos anti dolor que el mercado
les ofrece. ¡Ay! Tienen que pagar por ellos precios abusivos.
La segunda parte del texto que comentamos
dice: “Mas el de corazón contento tiene un banquete continuo.” El
contentamiento de corazón únicamente se consigue por la fe en Jesús como Señor
y Salvador. Fuera de Él, con mayor o menor intensidad, siempre aflicción. Con
Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarnado,
con los pecados perdonados, el corazón de convierte en morada permanente
del Espíritu Santo. Con los pecados
perdonados y el gozo permanente que da la presencia de Dios, independientemente
de las condiciones externas, el corazón se convierte en un banquete continuo.
Con Jesús basta. No se necesita nada más para vivir en un constante banquete.