LEVÍTICO 10: 10
“Para
poder discernir ente lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”
El contexto tiene que ver con el fuego
extraño que Nadab y Abiú, hijos de Aarón habían ofrecido sin estar autorizados
a presentarlo. Puede ser que su pecado fuese motivado por el deseo de usurpar
las funciones de sumo sacerdote que se mencionan en Éxodo 30: 7, 8). Los cargos
eclesiásticos lo son por elección divina y que el Señor otorga los dones
necesarios para que los electos puedan ejercerlos. Es función de las iglesias
escoger a los hombres que Dios ha escogido con la dirección del Espíritu Santo.
El texto nos dice alguna cosa más
respecto a que los pastores y maestros en las iglesias sean personas que sepan
“discernir entre lo santo y lo profano,
y entre lo inmundo y lo limpio”: “Y el Señor habló a Aarón diciendo: Tú y tus
hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de
reunión, para que no muráis, estatuto perpetuo será para vuestras generaciones”
(vv 8,9). Cuando el Señor tuvo que advertir
a Aarón y a sus hijo que se abstuviesen de beber vino y sidra algún motivo
tendría que tener al verse obligado a hacer semejante prohibición. Este aviso
precede al versículo que encabeza este comentario, que dice: “para poder
discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”. A la
vista de que el mundo se ha infiltrado en las iglesias y que haya pastores que no sepan discernir
entre lo santo y lo profano es importante que los pastores, los maestros de
escuela dominical y todos aquellos que tengan responsabilidades en sus
respectivas iglesias prescindan del vino y de la sidra y de cualquier otro
pecado que les impida saber discernir entre lo santo y lo profano, entre lo
inmundo y lo limpio.
En las iglesias no falta el pecado de
Acán, aquel hombre que “tomó del anatema” (Josué 7: 1), que permaneció oculto a
los ojos dl pueblo, pero no a los de Dios. Debido a este pecado Israel sufrió
una vergonzosa derrota. Dios guió a Josué a desenmascarar al culpable y a
hacerlo morir por haber quebrantado el pacto. “Sed santos porque yo soy santo”.
¿Cómo podrá andar la iglesia santamente si quienes deben ser santos no lo son?
Aun cuando la congregación lo desconozca, las enseñanzas que imparten estos
impostores carecen del poder de Dios para despertar en los feligreses el deseo
de andar santamente.
Quiera el Señor despertar en los
cristianos el anhelo de santidad y el ansia ferviente de orar intercediendo a
favor de sus pastores y maestros para que sean verdaderos hombres y mujeres de
Dios, capacitados para “discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo
inmundo y lo limpio.
PROVERBIOS 21: 2
“Todo
camino del hombre es recto en su opinión, pero el Señor pesa los corazones”
El profeta Jeremías hace esta pregunta:
“Engañoso es el corazón mas que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo
conocerá?” (17: 9). ¿Por qué dice el
profeta que el corazón del hombre es más engañoso que todas las cosas? La
explicación es bien sencilla: El corazón del hombre natural, es decir no
regenerado, no convertido a Jesús, está guiado por Satanás que es el padre de
la mentira y engaña a sus dominados haciéndoles creer lo que no son. Cada día
vemos en la televisión o leemos en los periódicos noticias escalofriantes que
ponen al descubierto la perversidad humana. Los políticos para esconder sus
fracasos lanzan mensajes cargados de odio contra minorías étnicas, nacionales,
responsabilizándolas de los problemas que no saben resolver por vías pacíficas. La justicia se vende a
los poderes fácticos. A pesar de ello se afirma que el hombre es bueno. ¿A qué
se debe esa afirmación? Sencillamente porque el diablo les hace creer que son
buenas personas. Haciendo una aplicación de la parábola de la mota en el ojo
ajeno y la biga en el propio, podemos afirmar que vemos la maldad en los demás
e ignoramos la perversidad propia.
Podemos creer que somos buenas personas,
pero, ¿qué piensa Dios de nosotros? Según el proverbio que comentamos “el Señor
pesa los corazones”. ¿Qué medida emplea el Señor para pesar la calidad moral de
nuestros corazones? SU PALABRA y, ¿cómo puede el hombre adquirir un
conocimiento correcto Dios. Cuando por fe depositamos los ojos en Dios y
contemplamos su gloriosa santidad solamente podemos reaccionar de la manera que
lo hizo el profeta Isaías al contemplar la gloria del eterno: “¡Ay me mí! Que
soy muerto, porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de
pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, el Señor de los
ejércitos” (6:1).
A partir del momento que por fe en Jesús
que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación,
adquirimos una opinión correcta de nuestro corazón. A Isaías, uno de los
serafines que vio en la visión tomó con unas tenazas un carbón encendido del
altar y lo aplicó a sus labios, diciéndole: “He aquí que esto tocó tus labios y
es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (6:7). Nosotros cuando contemplamos la
gloria de Dios revelada en su Palabra solamente podremos exclamar: “¡Miserable
de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte”? (Romanos 7:24). Isaías
simbólicamente fue purificado con el carbón encendido que tocó sus labios,
nosotros lo somos efectivamente por “la sangre de Jesucristo (el Hijo de Dios
que) nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).
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