HECHOS 7: 9
“Y
los patriarcas movidos por envidia, vendieron a José para Egipto, pero Dios
estaba con él”
José puede servirnos de modelo de
adolescente a quien imitar: Obediente a su padre hasta el punto que le costó
perder su libertad al ser vendido por sus hermanos a unos mercaderes que iban a
Egipto. ¡Cuánto tienen que aprender los adolescentes actuales en obedecer a sus
padres! En otro aspecto en que José es un modelo para los adolescentes es el
sexual. Quienes conocemos algo de la Biblia sabemos de ello porque el texto
sagrado nos describe su reacción ante la propuesta de la mujer de Potifar, su
señor, de dormir con ella: “No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna
cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto eres su mujer, ¿cómo, pues, haría yo
este grane mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39: 9).
Por la envidia de sus hermanos José se
convierte en esclavo de Potifar. Estaba muy bien considerado pero no dejaba de
ser un esclavo perdido de libertad. La mujer de Potifar lo tienta. Si hubiese
accedido a su capricho libidinoso habría obtenido su favor y su situación
habría mejorado mucho. Pero José sabe que Dios existe y que no es un invento de
los sacerdotes para subyugar al pueblo. A pesar de que aparentemente le había
olvidado y abandonado a su suerte, su fe en Él permanece viva, ¿cómo podría
cometer el pecado de fornicación contra Dios?, se dice. Es muy posible que se
hiciese la pegunta de si valía la pena o no pecar para vivir mejor. Pienso que
en el caso de José bien se merece aplicar la decisión de Moisés de rehusar ser
llamado hijo de la hija de Faraón, “escogiendo antes ser maltratado con el
pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Haberos 11:
25). Por la obediencia a Dios y el hacer
caso Potifar a la mentira de su mujer, José fue enviado a la cárcel, pero,
“Dios estaba con él”. En las circunstancias más desfavorables Dios está con su
pueblo. Es muy confortante saber los que sufren, que en la adversidad el Señor
es su consuelo tan profundo que el consuelo humano no es nada comparado con el
de Él. La presencia de Dios llega a lo más profundo del alma, calmando la
tempestad que ruge en ella. La paz del Señor está fuera de la comprensión
humana y, aun no siendo lógica, allí está presente. Es la promesa de Jesús: “La paz os dejo, mi
paz os doy, yo no la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo” (Juan 14. 27).
Si por algún motivo sufre el lector, no
se turbe tu corazón. Si has creído en Jesús como tu único y suficiente
Salvador, el Señor está contigo. Su paz te será dada abundantemente en medio de
la tribulación.
LUCAS 16:31
“Mas
Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán
aunque alguno se levantase de los muertos”
La parábola del rico y Lázaro no puede
interpretarse en el sentido de que el rico se condenó por ser rico y lázaro se
salvó por su pobreza. Son muchos los pobres que no son “pobres en espíritu”.
Además la Biblia nos cita a diversas personas que eran muy ricas y que eran
salvas. Abraham, el padre de la fe es uno de ellos.
Quisiera centrarme en el hombre rico de
la parábola, la persona a la que el amor al dinero la condujo a la muerte
eterna. El rico, hoy “se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día
banquete con esplendidez” (v.19). La riqueza de este hombre contrasta con la
pobreza de Lázaro “que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y
ansiaba saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico, y aun los
perros venían, y lamian las llagas” (vv. 20,21). Como sucede a todo mortal
ambos hombres murieron. El pobre “fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham” (v. 22). Nos podemos imaginar que el entierro de Lázaro fue de lo más
sencillo, pero, ¡qué honra que su alma fuese transportada en la presencia de
Dios por los ángeles! Del rico el texto simplemente dice “y fue sepultado”
(v.22). Honores humanos los que quiera el lector imaginar. El viaje a la
condenación eterna solo, sin que nadie le acompañase y que le impartiese un
poco de gozo. Muchas lloronas le acompañaron en el sepelio. Los ilustres de la
ciudad dieron lustre a la comitiva. Mucho esplendor pero el rico emprendió en
solitario el camino a la condenación
eterna. No tardó ni un segundo en abrir “sus ojos estando en tormentos” (v. 23). ¡De qué le sirvieron sus riquezas
si con ellas no pudo comprar la salvación de su alma! ¡Que aprendan la lección
quienes confían en el perdón eclesial y que sus donativos van a comprar su
salvación!
La parábola del rico y Lázaro es un aviso
para los ricos de hoy que todavía tienen tiempo de rectificar. Hoy se dan
muchos ricos como el rico de la
parábola. Amasan fortunas. En las puertas de sus casas muchos Lázaros están
echados comiendo las migajas que caen de sus deslumbrantes banquetes. A cada
uno de ellos Dios les dice: “Necio”, resonará en sus oídos en el momento en que
van a iniciar el viaje a la condenación eterna. “Esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has
provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para
con Dios” (Lucas 12: 20,21). El Abraham
de la parábola le dice al rico que le suplicaba “que mojase la punta de su dedo
en agua, y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama” (v. 24): “Hijo acuérdate que recibiste
bienes en tu vida, y Lázaro también males, pero ahora éste está consolado aquí,
y tú atormentado” (v.25). La Biblia es la Verdad de Dios, que al lector no le
caiga en saco roto la enseñanza de la salvación y condenación eterna. Es un
tema muy importante como para dejar para mañana meditar en él. Hoy es el día de
la salvación, mañana tal vez no habrá lugar para creer.
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