¡AGUA VIVA!
<b>Sin agua la
tierra se convierte en un desierto. Sin Jesús que es el agua viva el alma
perece abrasada de sed</b>
“Vivimos bajo el yugo de
la aceleración, es el hado de nuestro tiempo y nadie se escapa. Mucha parte de
nuestra insatisfacción no es hija de una
infancia desdichada, sino de un correr hacia ningún lugar”(<b>Luciano
Concheiro</b>, historiador, sociólogo, filósofo).
Este correr hacia ningún
lugar nos conduce hacia el materialismo que momentáneamente nos hace ver un
espejismo de ilusión. El agua salada que es el materialismo hace sentir más sed
a quien la bebe, es más, la incrementa despiadamente. De la misma manera que el
agua salada que bebe el náufrago le produce una sed abrasadora que acaba
matándolo con mucho dolor, la sed que provoca el materialismo mata al sediento
rodeado de bienes y posesiones.
La actitud del
materialista es parecida a la de aquel esqueleto que en la mazmorra del
castillo de la madrastra de Blancanieves, alguien fallece detrás de la reja con
el brazo extendido en el intento de alcanzar una jarra de agua fuera del
alcance de su mano. Los materialistas son cadáveres vivientes que perecen
buscando donde no se debe el agua viva que satisfará los anhelos del alma.
El espíritu del
materialismo lo describe muy bien <b>Tim Cook</b>, consejero
delegado d’Apple, cuando dice: “Con el iPhone7 te damos cosas sin las cuales no
puedes vivir y que hoy no sabes que las necesitas”. “No importa lo que se
tenga”, alguien ha dicho, “nunca se tiene suficiente. Es un fenómeno que
alguien denomina la ley de la <i>muñeca Barbie</b>. Los accesorios
que se consideran opcionales se hacen imprescindibles creando necesidades que
antes no se habían tenido”
<b>Josep
Fita</b> bautiza la pasión por las novedades con la palabra
<i>neofilia</i> y dice: “No se trata de una enfermedad. Mas bien es
una tendencia desmesurada, casi obsesiva, para tener siempre lo más nuevo del
mercado”. Alguien, en tono irónico ha dicho que se ha puesto de moda la compra
de trasteros para ir a vivir porque los pisos, especialmente por Navidad
contienen tantas cosas que no se cabe. Este pensamiento puede hacernos sonreír.
De hecho, anuncia el funeral de la felicidad.
<b>Joani
Yoder</b> explica su experiencia: ”Entonces, un día, el Espíritu de Dios
abrió mis ojos con una perturbadora revelación: El materialismo no consiste
necesariamente en tener cosas, también en desear. ¡Fui culpable de
materialismo! Dios me hizo ver mi descontento por esto: ¡Un ídolo en mi
corazón! Aquel día me arrepentí de aquel sutil pecado. Dios volvió a
entronizarse en mi corazón como su trono correcto. No hace falta decirte que le
siguió un gozo intenso, no basado en cosas, sino en Él”
El agua salda que da a
beber el materialismo impulsa a buscar agua potable sea como sea y esté en
donde esté. Esta búsqueda desesperada hace que las personas se lancen en los
brazos de las llamadas nuevas religiones, que son las de siempre con nombres
nuevos. Huyen de las llamas y se lanzan en las brasas. La situación empeora
porque el materialismo sea cual sea la forma que adopte, siempre degrada.
El sexo está incluido en
el paquete de las obsesiones materialistas de hoy. A quienes lo practican de
manera pecaminosa les crea una sed insaciable, dejándoles la boca reseca y
agrietada como si fuese tierra yerma.
Era mediodía. Jesús
fatigado por la caminata se sienta al lado de un pozo. Está solo. Sus
discípulos han ido al pueblo a comprar víveres. En esto una samaritana se
acerca al pozo a sacar agua. Jesús le pide que le dé de beber. Esto sirve para
iniciar una conversación que va del agua del pozo al agua espiritual. Jesús le
habla del agua viva. La mujer le pegunta. “¿Dónde tienes esta agua viva?”
Refiriéndose Jesús al agua del pozo que puede sr un símbolo del materialismo
sexual, le dice: “Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, mas el
que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo
le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:
13,14). La mujer que es muy práctica ve en el agua que le ofrece Jesús la
manera de evitar el agobio, evitar tener que ir al pozo y cargar a cuestas el
cántaro lleno de agua. Le dice. “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo
sed, ni venga aquí a sacarla” (v.15). A la mujer se le despierta el deseo el
agua viva, el líquido elemento que sacia definitivamente la sed. Pero no
entiende que Jesús no se refiere al agua del pozo, sino a Él mismo que es el
agua que sacia definitivamente la sed del alma. Existe una causa que provoca la
sed espiritual. En el caso de la samaritana el ídolo del materialismo sexual.
Sed que no puede saciarse con el agua del pozo.
Jesús le dice a la mujer:
“Ve, llama a tu marido, y ven acá”. La mujer le responde: “No tengo marido”.
Jesús la responde: “Bien has dicho: No tengo marido, porque cinco maridos has
tenido, y el que ahora tienes no es tu marido, en esto has dicho verdad”
(vv.16-18).
El materialismo como muy
bien ha dicho <b>Joani Yoder</b> “no consiste necesariamente en
tener cosas, también es desear”. En el momento en que el Espíritu de Dios le
hizo ver que la causa de su desencanto era “un ídolo en mi corazón”, un gozo
intenso invadió su corazón. La sed de su alma desapareció. El ídolo de la
samaritana era el sexo. Descubrirlo le hizo exclamar: “Señor, me parece que
eres profeta” (v. 15). Para poder beber el agua viva que ofrece Jesús que
dentro de la persona se convierte “en una fuente de agua que salta para vida
eterna” se debe confesar el ídolo que se esconde dentro del corazón, que es el
causante de que el grifo del que mana el agua viva permanezca cerrado
Octavi Pereña i Cortina