dissabte, 23 de desembre del 2017

PROVERBIOS 22:6

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando sea viejo no se apartará de él”
Una noticia que me produjo escalofríos y que me recordó el salmo 119:37: “Aparta mis ojos que no vean la vanidad, avívame en tu camino”, fue leer en el periódico el título: “Bendición en la catedral de Lleida de los “jesusitos” que forman parte de los belenes”. El artículo va acompañado de una fotografía en la que padres y niños portadores de imágenes que supuestamente representan al niño Jesús frente al obispo bendiciendo a las imágenes.
El primer pensamiento que pasó por mi cabeza fue: Ya que para la Iglesia católica las imágenes representan a alguien, en el momento en que el obispo bendice a los “jesusitos” lo está haciendo al Jesús que las figuras representan. ¿No es una usurpación de autoridad? La Biblia enseña que el mayor es quien bendice al menor. Dios bendice a Abraham. Melquisedec, este personaje que de súbito aparece en la vida de Abraham a quien el patriarca ofreció el diezmo del botín, “bendijo al que tenía la promesa. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor” (Hebreos 7: 6,7). ¿El obispo se atreve a bendecir a Jesús a quien según él la imagen representa? Con su proceder se hace mayor que Jesús.
El otro tema que aparece en la bendición episcopal de “jesusitos” es el de la idolatría. A pesar de que la Iglesia católica no lo vea así porque no adora a la imagen sino lo que esta representa, la Biblia no le da su bendición: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, no te inclinarás ante ellas, ni las adorarás…”(Éxodo 20: 4,5). Prohibición clara que el obispo transgrede.
¿Qué enseña el obispo con la bendición de “jesusitos”? Educa a los niños que asisten a la ceremonia de bendición a ser idólatras. El texto que comentamos enseña la trascendencia que tiene la educación de los niños: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando sea viejo no se apartará de él”. El obispo no hace lo que dice el dicho popular: “La letra con sangre entra”. No utiliza ni el azote ni la mano dura. Emplea la dulzura. De forma inconsciente introduce en las almas infantiles que lo que están haciendo es algo bueno. Cuando sean adultos estos niños tal vez serán “creyentes no practicantes”, pero de manera inconsciente verán como algo normal la práctica idolátrica y tal vez consideren a los ídolos como patrimonio cultural cuando la Biblia enseña que deben ser destruidos. Los padres que acompañan a sus hijos a la bendición de “jesusitos” de sus belenes familiares les están enseñando a ser idólatras. Las palabras blandas que penetran con la suavidad del aceite no quitarán  valor a lo que representa la idolatría. La idolatría no deja de ser idolatría
La bendición de “jesusitos” esconde algo muy grave.  Se encamina a los niños que asisten a la ceremonia a la condenación eterna, a no ser que previo al fallecimiento, por la misericordia del Señor se conviertan a Él y la sangre de Jesús les limpie todos sus pecados. De no ser así, “los idólatras…tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 24:8).

2 SAMUEL 11: 9

“Mas Urías durmió a la puerta de la casa del rey con todos los siervos de su Señor, y no descendió a su casa”
¿Por qué Urías se comportó de la manera que describe el texto que comentamos? Todo empezó en un atardecer cuando el rey David se levantó de la cama y salió al balcón a echar una ojeada a la ciudad. Mientras sus ojos giraban para contemplar a la Jerusalén que tenía bajo sus pies, sus ojos se inmovilizaron para fijarse en una mujer: Betsabé, que se estaba bañando. La deseó. La hizo traer a palacio. Cohabitó con ella. Le llega la noticia que la mujer estaba embarazada. De hacerse público la deshonra caería sobre el monarca. El pecado debe esconderse debajo de la alfombra. Urías, el marido de la mujer ultrajada se encontraba en el campo de batalla. David lo hace venir con urgencia. El soldado se presenta ante el rey que le pregunta sobre la guerra y el estado en que se encontraba la tropa. El interés por la situación bélica era pura hipocresía. Finalizada la entrevista le dice al soldado: “Desciende a tu casa y lava los pies” (v.8). El deseo del rey no se cumplió. Urías durmió con la guardia de palacio. David persistió, sin resultado, en que Urías fuese a su casa. Visto el éxito lo envía de nuevo a reunirse con el ejército con una carta en la que se ordena a Joab, el general, que ponga a Urías en un lugar de peligro para que muera en combate. Dicho y hecho. Urías murió en el asalto a la ciudad,
La hipocresía no sirve para esconder el pecado. Dios envía a David al profeta Natán para que le diga que conoce su pecado. Que no ha podido evitar que sus ojos lo hayan visto. ¿Cómo reacciona David al saberse descubierto? “Pequé contra el Señor. Y Natán le dijo a David: también el Señor ha redimido tu pecado, no morirás” (12:13). El pecado aun cuando sea perdonado tiene sus consecuencias temporales. En este sentido es útil la lectura del capítulo 12 de 2 Samuel.

Arrepentido David de su pecado el profeta le dice al rey: “No morirás”. Lo cierto es que David murió anciano, en la cama y acompañado de Betsabé. David por el hecho de ser un hijo de Dios no podía perder su condición de hijo. Su salvación eterna estaba garantizada. El “no morirás” de Natán nos abre la puerta a una cuestión de capital importancia: ¿Qué ocurre a  quienes mueren sin recibir el perdón de Dios? Ya que estamos tratando el pecado de un monarca, ¿qué les aguarda a los reyes, a los presidentes de gobierno, a las altas jefaturas del Estado que fallecen sin haber recibido el perdón de los pecados que únicamente concede Dios? Mueren,  se los entierra recibiendo honores de Estado. Asemejándose a David mueren físicamente. A diferencia de él: la muerte espiritual. Toda la eternidad alejados de la presencia de Dios abrasándose en el fuego infernal que quema pero que no consume. Hoy el sol sale para justos e injustos. La ventana de la misericordia de Dios permanece abierta. Si se desaprovecha el período de gracia, los grandes de la tierra por muchos honores que reciban en los funerales, por obispos, arzobispos cubiertos con sus ornamentos pontificales que impartan sus bendiciones,  su destino es la condenación eterna.  La sentencia del Juez supremo es inapelable.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada