dilluns, 18 de desembre del 2017

DEUTERONOMIO 5: 12, 15

“Guardarás el día de reposo para santificarlo, como el Señor tu Dios te ha mandado…Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó  de allá con mano fuerte y brazo extendido, por lo cual el señor tu Dios te ha mandado que guardes el día e reposo”
El día de reposo semanal no lo instituyó Dios a la salida de Israel de Egipto al darles los Diez Mandamientos. El descanso semanal era precepto de Dios para el hombre cuando este no había pecado todavía: “Y bendijo Dios el séptimo día, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”                          (Génesis 2: 3).
El texto que sirve de base a nuestra meditación nos dice que Dios ordena a Israel a guardar el día de reposo porque “el Señor tu Dios te sacó de allá (Egipto) con mano fuerte y brazo extendido”. Para los israelitas de aquel tiempo el día de reposo era un recuerdo de la liberación de la esclavitud egipcia por su Dios. La liberación de Egipto significaba mucho más que una liberación  de la opresión física, significaba también liberación del dominio de los dioses egipcios, servidumbre de la cual muchos no fueron liberados. Al hacer Aarón un becerro de fundición, al verlo dijeron: “Israel estos son tus dioses que te sacaron  de la tierra de Egipto” (Éxodo 32.4). Durante la larga travesía por el desierto muchas veces pusieron la mirada en las “comodidades” en Egipto, lo cual indicaba que espiritualmente no habían sido redimidos.
La liberación de Egipto miraba hacia la futura liberación que haría el Hijo de Dios a su pueblo muriendo en el Calvario, siendo su sangre el detergente que limpia todos los pecados del verdadero pueblo de Dios. La muerte del Hijo de Dios libera al pecador de su pecado: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado esclavo es del pecado…Así que si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8: 34,36).
El cristianismo apostólico empezó a congregarse el primer día de la semana. En nuestros calendarios debería modificarse el orden de los días de la semana que debería empezar por domingo, Nuestro día de descanso no es el séptimo sino el primero. Hoy, el día del Señor ha dejado de ser un día de regocijo para la cristiandad. Holdhoake, ateo inglés escribió respecto al domingo: “Sea que los ingleses lo sepan o no, es el domingo que ha engrandecido Inglaterra. Si quieres acabar con el cristianismo primero tienes que acabar con el domingo”. Esta profecía anunciada por un ateo se cumple en nuestros días. Para la mayoría de la población el domingo ha dejado de ser el día del Señor para convertirse en una jornada de ocio semanal. La sociedad actual está pagando las consecuencias de haber consentido convertir el día del Señor en jornada de jolgorio. Abandonar al Señor tiene sus consecuencias nefastas. Nadie puede abandonar a Dios y vivir en paz.



PROVERBIOS 28: 15

“León rugiente y oso hambriento, es el príncipe impío sobre el pueblo pobre”
Salomón utiliza la figura de dos animales salvajes para describir la crueldad de un gobernante que oprime a un pueblo pobre. Todos los dictadores que oprimen  a sus pueblos se rodean de enjambres de aduladores que entonan alabanzas a las “bondades” del opresor. A los aduladores que no  critican sus maldades les recompensa con suculentas prebendas.
Los gobernantes perversos y las cortes de aduladores nunca tienen bastante. Oprimen a sus pueblos chupando todo el jugo que pueden de ellos. Cuando los han exprimido del todo, si el pueblo empobrecido y hambriento se atreve a protestar no tienen ningún reparo en hacer caer sobre ellos todo el peso de “su ley”, que no es ley, sino injusticia elevada al máximo rigor.
A los opresores les gusta que se les llame “benefactores”. Un ejemplo bíblico de la hipocresía de los aduladores  lo encontramos en el caso del orador Tértulo que cuando compareció ante el gobernador Félix para acusar al apóstol Pablo no tuvo reparo alguno para dirigirse al oficial romano es estos términos: “Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son  bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud” (Hechos 24: 2,3).
Son muchos los textos que tratan de la opresión que los poderosos ejercen sobre los pobres. También son muchos los textos que condenan el soborno que aceptan los jueces que deben administrar justicia.  El desánimo se presenta en los oprimidos, muchos de los cuales alzan sus voces acusando a Dios de injusto por permitir que tales desafueros se cometan. Lo cierto es que hay un Juez justo que dicta sentencia justa contra los opresores. En algunos abreviando el disfrute de los honores y prebendas. En otros anticipando el fallecimiento. En otros, aun cuando nos pueda parecer injusto, permitiéndoles  vivir en la opulencia  durante largos años y en su fallecimiento ser enterrados recibiendo magníficos honores por sus servicios “desinteresados” a la patria. Que la carcoma del odio no nos destruya. Dejemos que sea el Juez justo que proceda según su sabio proceder. No debemos olvidar nunca que cuando los opresores fallecen y sus cuerpos inertes depositados en majestuosos panteones, al acto sus almas salen disparadas hacia la condenación eterna. Sus cuerpos yaciendo en la oscuridad esperan el día del juicio final cuando sus cuerpos y almas reunidos serán lanzados al lago de fuego que quema pro que no consume. El sufrimientos que los opresores causan a los pobres es temporal, pero el dolor que tendrán que sufrir los opresores será eterno.



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