dilluns, 25 de setembre del 2017

PROVERBIOS 16:20

“El entendido en la palabra hallará el bien, y el que confía en el Señor es bienaventurado”
Entendimiento y confianza son las palabras clave del texto que comentamos. Ambas tienen que ver con la bienaventuranza de los hombres. Sin entendimiento y confianza no existe felicidad.
Tener entendimiento es mucho más profundo que tener conocimiento. Personas eminentes tienen conocimiento de la Palabra pero no la entienden. Entendimiento significa que se profundiza en el conocimiento espiritual de la Escritura. El entendido en la Palabra es alguien que es guiado por el Espíritu Santo, el verdadero autor de la Biblia porque inspiró a los autores humanos a escribir lo que escribieron. Entiende correctamente el texto en el que medita. El entendimiento no está al alcance de todo el mundo. Únicamente lo adquieren quienes hayan creído en Jesús como Señor y Salvador, es decir, todo el pueblo de Dios sin excepción, pues todo el pueblo de Dios es templo del Espíritu Santo.  Comprendido esto, podemos estar bien seguros de que todos los creyentes en Cristo, si siguen las instrucciones que muy concretamente dan los Salmos de meditar continuamente en la Palabra de Dios, pueden llegar a ser entendidos en ella. El resultado es de que todos sin excepción pueden encontrar el bien que es un alma serena, tranquila, confiada, esperanzada en las promesas de Dios a su pueblo de darle conocimiento, sabiduría e inteligencia espiritual. ¡Cuánta necesidad existe de que se produzca entre el pueblo de Dios el crecimiento del conocimiento de la Palabra que aporta bendición!
Isaías 29:13 explica lo que significa confiar en el Señor: “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”. Conocimiento de Dios lo tienen muchas personas. El Sanedrín que condenó a muerte a Jesús tenía conocimiento de Dios. Los inquisidores que mandaron a la hoguera a muchos fieles cristianos, tenían conocimiento de Dios. La jerarquía católica que colaboró con el gobierno de Franco y que cometió muchos abusos, tenía conocimiento de Dios. Los obispos y sacerdotes vinculados con la pederastia tienen conocimiento de Dios. ¿Qué significa conocer a Dios? He aquí lo que nos dice el profeta Jeremías: “Mas alabase en esto el que se tenga que alabar: en entenderme y conocerme que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, que estas cosas quiero, dice el Señor” (9:24). Los frutos determinan si uno es o no entendido en la palabra y que confía en Él.



EFESIOS 2: 17,18

“Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca, porque por medio de Él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”
El nacimiento de Jesús es el evento más importante que se ha producido en la historia de la humanidad. Los hombres reconocen la importancia de este acontecimiento hasta el punto que han separado la historia en dos bloques: Antes y después de Cristo.
Antes de Cristo los profetas anunciaron la venida del Mesías que traería paz eterna para el pueblo de Dios. Con la venida de Cristo es Jesús el Hijo de Dios encarnado quien anuncia “las buenas noticias de paz”, no con simples palabra, sino con el derramamiento de su propia sangre y posterior resurrección. Si Jesús no murió y resucitó realmente, los cristianos somos los más desgraciados de todos los hombres porque nos sometemos a disciplina que no conduce a nada. Si Jesús no resucitó estamos condenados por toda la eternidad a permanecer ocultos bajo la losa del sepulcro. Pero, “Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron es hecho”                        (1 Corintios 15:20).
Con la resurrección de Jesús y con ella la de los hombres, unos para vida eterna, otros para muerte eterna, el mensaje de paz del que son heraldos los cristianos tiene sentido y es efectivo. Con los atentados en Barcelona y Cambrils en agosto de 2017, en Catalunya, debido a su proximidad, se habló de paz hasta la saciedad. Flores y muestras de solidaridad con los muertos y fallecidos llenaron los lugares de los sucesos. Pero la Escritura nos dice: No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Isaías 57.21).
El milagro de la resurrección de Jesús tiene el efecto de romper la enemistad entre judíos y gentiles trayendo la paz entre los que estaban lejos y los que estaban cerca. No una paz como el mundo da, porque ambos, judíos y gentiles “tenemos entrada por el mismo Espíritu al Padre”. La paz que da el Espíritu es irrompible. Una vez el Espíritu la ha sellado en los corazones de los enemistados, es eterna. Cierto es que es un proceso evolutivo que se va perfeccionando con del tiempo. Alcanzará la máxima perfección el día en que Cristo venga en su gloria  a buscar a su pueblo resucitado. En aquel día en que no habrá muerte ni pecado y el diablo ya no podrá tentar, alcanzará su máximo esplendor. Haber esperado la paz durante el peregrinaje por este mundo no habrá sido en vano.



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