dilluns, 5 de desembre del 2016

JUAN 1. 9-11

“Aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre, venía a este mundo, pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le conocieron”
Un breve comentario titulado: Espíritu navideño dice: Está demostrado que la instalación de luces festivas es un buen estímulo para las ventas en un momento del año vital para la buena marcha de los negocios”. El espíritu navideño actual gira entorno a la luz artificial que sirve que las monedas tintineen en los cajones de los comerciantes. El folleto de un supermercado lleva en primera página este lema: Crea tu Navidad, que como es de suponer gira en torno al consumo.
“Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). El Señor que es la luz del mundo que disipa las tinieblas espirituales que oscurecen los corazones, no es bien recibida por quienes necesitan que la luz divina penetre en lo más profundo de sus corazones para hacer desaparecer las tinieblas satánicas que contribuyen a cometer toda clase de acciones violentas. El pasado 25 de noviembre se celebró el día contra la violencia contra la mujer. Todo han sido actos contra dicha violencia. Los políticos y los grupos feministas se manifestaron en contra dicho tipo de violencia, que además de daños físicos y sicológicos contribuye a que muchas mujeres pierdan la vida en manos de sus agresores. Pero nadie va al corazón del problema para resolverlo.
Se celebra la Navidad con todo esplendor. En los países en que se lo pueden permitir se lanza la casa por la ventana. Las mesas se llenan hasta rebosar de todo tipo de exquisitos alimentos que satisfacen la sensualidad de los comensales. Los belenes adornan muchos hogares. Las asociaciones de pesebristas organizan concursos de belenes. Los árboles engalanados resplandecen con sus luces chispeantes. Muy pocos como los humildes pastores que al anuncio de los ángeles  o los sabios de Oriente que al contemplar la estrella anunciadora del nacimiento del Rey de los judíos se aceraron a Belén para adorar a la Luz del mundo, porque aman más a las tinieblas que la luz porque sus obras son malas (juan 3.19).
Pueden engalanarse las calles. Se pueden cantar villancicos. Pero quienes celebran la Navidad de manera tan superficial siguen permaneciendo en tinieblas. La violencia contra la mujer y oros abusos seguirán dándose porque las obras de los hombres son malas porque prefieren las tinieblas que  la luz de Dios.


PROVERBIOS 19: 15

“La pereza hace caer en profundo sueño, y el alma negligente padecerá hambre”
La pereza es mal universal. Con más o menos intensidad todos la tenemos enraizada en nuestras almas. Por la mañana damos media vuelta en la cama y nos aletargamos. Nos cuesta saltar de la cama. Justificamos nuestra modorra diciendo que estamos cansados. Que no hemos dormido bien. El plato del día es la fatiga crónica. Las farmacéuticas ven en ello un buen negocio. Se ha disparado la publicidad de productos anti fatiga. Las marcas de café promocionan sus productos diciendo que un café a primera hora hace que el mundo sea tuyo. Un café soluble incluye zinc en su composición porque este mineral fomenta la vitalidad. Con tantos añadidos en los alimentos la sociedad actual debería estar formada por héroes y heroínas que dejarían en ridículo a Sansón. Nada de esto es verdad. Los combinados de vitaminas y minerales que deberían levantarnos el ánimo no consiguen hacer desaparecer la debilidad, porque el desaliento, el desánimo, el decaimiento, salvo excepciones, no es de origen biológico sino espiritual.
La pereza nos hace remolones. Para quitarle toda connotación espiritual se la bautiza como fatiga crónica, considerada enfermedad física con que se releva de cualquier responsabilidad ética. No puedo hacer nada. Estoy enfermo. Los compuestos vitamínicos-minerales no me hacen nada. Estoy hecho trizas. Visita médica. Receta de productos vigorizantes. Nada de nada. Fumar un porro no me vendría mal. Todo sigue igual. La pereza, la modorra, persisten, haciéndonos “caer en un profundo sueño. Y por nuestra negligencia “perecemos de hambre”
¿Se puede recuperar el vigor perdido que no se debe a causas físicas sino el alma? Sí se puede. Dios es la medicina de la dolencia espiritual. Veamos lo que nos dice el profeta Isaías al respecto: “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es el Señor, del cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que esperan en el señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Isaías 40: 28-31).
Con el poder de Dios no existe fatiga crónica que se resista

 





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