JUAN 1. 9-11
“Aquella luz verdadera que alumbra a todo
hombre, venía a este mundo, pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los
suyos no le conocieron”
Un breve comentario titulado: Espíritu navideño dice: Está demostrado que la instalación de luces festivas es un buen
estímulo para las ventas en un momento del año vital para la buena marcha de
los negocios”. El espíritu navideño
actual gira entorno a la luz artificial que sirve que las monedas tintineen en
los cajones de los comerciantes. El folleto de un supermercado lleva en primera
página este lema: Crea tu Navidad,
que como es de suponer gira en torno al consumo.
“Yo soy la luz
del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida” (Juan 8:12). El Señor que es la luz
del mundo que disipa las tinieblas espirituales que oscurecen los corazones, no
es bien recibida por quienes necesitan que la luz divina penetre en lo más
profundo de sus corazones para hacer desaparecer las tinieblas satánicas que
contribuyen a cometer toda clase de acciones violentas. El pasado 25 de
noviembre se celebró el día contra la violencia contra la mujer. Todo han sido
actos contra dicha violencia. Los políticos y los grupos feministas se
manifestaron en contra dicho tipo de violencia, que además de daños físicos y
sicológicos contribuye a que muchas mujeres pierdan la vida en manos de sus
agresores. Pero nadie va al corazón del problema para resolverlo.
Se celebra la Navidad con todo esplendor. En los
países en que se lo pueden permitir se lanza la casa por la ventana. Las mesas
se llenan hasta rebosar de todo tipo de exquisitos alimentos que satisfacen la
sensualidad de los comensales. Los belenes adornan muchos hogares. Las
asociaciones de pesebristas organizan concursos de belenes. Los árboles
engalanados resplandecen con sus luces chispeantes. Muy pocos como los humildes
pastores que al anuncio de los ángeles o
los sabios de Oriente que al contemplar la estrella anunciadora del nacimiento
del Rey de los judíos se aceraron a Belén para adorar a la Luz del mundo,
porque aman más a las tinieblas que la luz porque sus obras son malas (juan
3.19).
Pueden engalanarse las calles. Se pueden cantar
villancicos. Pero quienes celebran la Navidad de manera tan superficial siguen
permaneciendo en tinieblas. La violencia contra la mujer y oros abusos seguirán
dándose porque las obras de los hombres son malas porque prefieren las
tinieblas que la luz de Dios.
PROVERBIOS 19: 15
“La pereza hace caer en profundo sueño, y
el alma negligente padecerá hambre”
La pereza es mal universal. Con más o menos intensidad
todos la tenemos enraizada en nuestras almas. Por la mañana damos media vuelta
en la cama y nos aletargamos. Nos cuesta saltar de la cama. Justificamos
nuestra modorra diciendo que estamos cansados. Que no hemos dormido bien. El
plato del día es la fatiga
crónica. Las farmacéuticas ven en ello un
buen negocio. Se ha disparado la publicidad de productos anti fatiga. Las marcas de café promocionan sus
productos diciendo que un café a primera hora hace que el mundo sea tuyo. Un
café soluble incluye zinc en su composición porque este mineral fomenta la
vitalidad. Con tantos añadidos en los alimentos la sociedad actual debería
estar formada por héroes y heroínas que dejarían en ridículo a Sansón. Nada de
esto es verdad. Los combinados de vitaminas y minerales que deberían
levantarnos el ánimo no consiguen hacer desaparecer la debilidad, porque el
desaliento, el desánimo, el decaimiento, salvo excepciones, no es de origen
biológico sino espiritual.
La pereza nos hace remolones. Para quitarle toda
connotación espiritual se la bautiza como fatiga crónica,
considerada enfermedad física con que se releva de cualquier responsabilidad
ética. No puedo hacer nada. Estoy enfermo. Los compuestos vitamínicos-minerales
no me hacen nada. Estoy hecho trizas. Visita médica. Receta de productos
vigorizantes. Nada de nada. Fumar un porro no me vendría mal. Todo sigue igual.
La pereza, la modorra, persisten, haciéndonos “caer en un profundo sueño. Y por nuestra negligencia “perecemos
de hambre”
¿Se puede recuperar el vigor perdido que no se debe a
causas físicas sino el alma? Sí se puede. Dios es la medicina de la dolencia
espiritual. Veamos lo que nos dice el profeta Isaías al respecto: “¿No has sabido, no has oído que el Dios
eterno es el Señor, del cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni
se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da
esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los
muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que
esperan en el señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas,
correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Isaías 40: 28-31).
Con el poder de Dios no existe fatiga crónica que se resista
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