JOB 16:21
“Que haya un defensor para el hombre ante
Dios, como un hombre defiende a su amigo”
Los
hombres somos espiritualmente débiles. Tenemos conciencia de ello e intentamos
recuperar la debilidad del alma yendo al gimnasio y la práctica de deportes, cuanto
más duros y más riesgo, mejor. Cuanto más sudor desprendamos, tanto mejor.
Nuestro cuerpo se vigoriza y estamos en condiciones de alcanzar metas que
creíamos inalcanzables.
La
fuerza física no es el remedio para la debilidad del alma. La musculatura no es
el antídoto para la flaqueza espiritual. Los atletas, los de musculatura de
hierro, están sujetos a las mismas pasiones que el resto de las personas que
revelan una personalidad decadente.
El
Señor, el Creador de los cielos y de la tierra, el Todopoderoso “no desfallece,
ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da
esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los
muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que esperan
en el Señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán
y no se cansarán, caminarán y no se
fatigarán” (Isaías 40: 28-31).
En
nuestro tiempo, principalmente en Occidente, a pesar de la miseria que se da
por doquiera, se lanzan toneladas de alimentos, no sólo la clase pudiente,
también entre los que se benefician de las campañas de recogida de alimentos.
Esta sociedad pudiente se caracteriza a por ser una sociedad afectada por la fatiga crónica. Somos una sociedad compuesta de personas
permanentemente cansadas que deben vigorizarse con las bebidas de moda que
dicen levantan el ánimo decaído. Nosotros, los cristianos verdaderos, no
necesitamos los reconstituyentes de invención humana, a la vez que vacían
nuestros bolsillos, no cumplen lo que prometen. Siguiendo el consejo del
profeta Isaías nos fortalecemos en el Señor. Jesús que es el Jehová de quien
habla el profeta, nos hace esta invitación: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados (afectados
por la fatiga crónica), y yo os haré descansar” (Mateo 11.28).
Las
palabras de Job que encabezan este escrito están vinculadas con unos amigos que
le aconsejaban hacer las paces con Dios, pues consideraban que su aflicción era
el resultado de su pecado. Nuestros amigos no siempre son lo que aparentan ser.
Ante Dios tenemos un Defensor que en el cumplimiento del tiempo se encarnó en
la persona de Jesús, que es el Hombre fuerte que en la adversidad está nuestro
lado, fortaleciéndonos para que no desfallezcamos bajo la carga del pecado que
nos debilita.
JUAN 13:30
“Cuando él (judas) hubo tomado el bocado
luego salió y era ya de noche”
Se
aproxima el momento álgido del ministerio de Jesús: su muerte con la que pagaba
nuestra cuenta pendiente con Dios. El precio de nuestra salvación es tan
elevado que no lo podríamos pagar ni con todo el oro del mundo. Solamente la
preciosa sangre de Jesús puede hacerlo.
Se
acerca la Pascua y el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo tenía que
morir tal como estaba establecido desde antes de la fundación del mundo. Unos
hombres, eran quienes tenían que ofrecer el sacrificio: “Los principales
sacerdotes y los escribas buscaban como matarle, porque temían al pueblo”
(Lucas 22:2).
Cuando
Jesús tenía dos años la Biblia registra el primer intento de Satanás de matarle
por medio del rey Herodes, para evitar su muerte de cruz. A lo largo de su
ministerio público el Maligno lo intentó inútilmente en diversas ocasiones.
Ahora, en el momento determinado por Dios el sacrificio es inminente. A Judas,
uno de los instrumentos satánicos para quitar la vida al Hijo del hombre, se le
presenta la oportunidad para que tan macabro asesinato de produzca: “Y entró
Satanás en Judas” (Lucas 22:3). Completada la preparación por la posesión
satánica de Judas, el traidor “habló con los principales sacerdotes, y con los
jefes de la guardia, de cómo se le entregaría” (v.4). “Y era de noche” cuando
abandonó la sala para cometer la Gran Traición de entregar a Jesús. Sabiendo
que fuimos rescatados de nuestra vana manera de vivir “con la sangre preciosa
de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado
desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros
tiempos por amor de nosotros” (1 Pedro 1: 19,20), no quita de Judas la
responsabilidad de haber entregado a Jesús por 30 monedas de plata: “A la
verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de Él, mas ¡ay de aquel hombre
por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a este hombre no
haber nacido” (Marcos 1421).
“Y
era de noche” cuando Judas abandonó la sala es un símil de la oscuridad
espiritual que ennegrece las almas de quienes Satanás es su padre. Esta
oscuridad no desaparece con la educación. Personas muy cultas son auténticos
mafiosos. La oscuridad del alma por la presencia de Satanás en ella y que lleva
a efectuar grandes perversidades debe reemplazarse por la luz de Cristo cuando
se introduce en ella por la fe en el Nombre del Señor. Cuando esto ocurre, la
luz de Cristo que resplandecen el alma, la oscuridad de la noche
desaparece, dando comienzo a un andar en
novedad de vida. Las cosa viejas pasaron y han sido hechas nuevas.
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