SALMO 9:20
“Pon, oh Señor, temor en ellos,
conozcan las naciones que no son sino hombres”
Las naciones no son entes
impersonales. Son conjuntos de personas. Cuando la Escritura relata los
castigos que Dios inflige a reinos e imperios lo hace teniendo en cuenta las
características morales de las personas que los constituyen. “Pon, oh Señor,
temor en ellos, conozcan las naciones que no son sino hombres”. De la misma
manera que individualmente las personas se esfuerzan en conseguir una buena
imagen, comunitariamente hacen lo mismo. Un ejemplo. Bajo el amparo del eslogan
Marca España y cada Autonomía crea su propia marca, un certificado de
calidad pretenden vender la calidad de un producto que realmente no tienen. La
publicidad, de sobras es sabido que posee una gran dosis de engaño. Vender
engaño, a sabiendas no contribuye a mejorar la calidad del producto.
Volvamos al salmo: “Pon,
oh Señor, temor en ellos, conozcan las naciones que no son sino hombres”.
El salmista nos invita a que regresemos a nuestro origen, a que retrocedamos en
la historia hasta remontarnos al Paraíso. ¿Por qué es conveniente efectuar este
viaje hasta nuestro origen? Por una razón muy sencilla: porque en el Paraíso
recordaremos la grandeza con que fuimos creados y la bajeza que asumimos con el
pecado de Adán. Es por ello que el salmista con el muy buen criterio que le
proporciona el Espíritu Santo insta a Dios a que ponga en los corazones de los
ciudadanos de las naciones el temor a Dios. No confundamos. Temor no es tenerle
miedo. Es reverencia a su grandeza. Es fidelidad a quien nos ama tanto que ha
dado a su propio Hijo a morir por nuestros pecados. El Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo debe ser amado con todas nuestras fuerzas.
El segundo deseo que expone
el salmista en el texto que comentamos es: “Conozcan las naciones que no son
sino hombres”. Las naciones creen ciegamente en la marca de calidad que se
han fabricado. Les es un orgullo cobijarse bajo la protección de la marca. Pero
el orgullo es la perdición de las personas
y de las naciones que forman. Debemos reconocer nuestra condición de
personas caídas y dejar de adorar las banderas de las naciones que forman,
porque adorar a la bandera que simboliza a la nación a la que se pertenece es
idolatría. Dios condena la idolatría y los idólatras no entrarán en el reino de
los cielos.
Las naciones, los
ciudadanos, deben arrepentirse de sus pecados. Un ejemplo de arrepentimiento
colectivo es Nínive que a la predicación del profeta Jonás se arrepintió y la
inminente destrucción fue postergada. ¿Qué haremos? Nos arrepentiremos de
nuestro pecado de idolatría y lo
abandonaremos o seguiremos recreándonos en él permitiendo que el Estado
Islámico que nos amenaza se convierta en la espada de Dios que nos destruya?
AMÓS 5:21
“Aborrecí, aborrecí vuestras
solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas”
“Así dice el Señor: Buscadme
y viviréis” (v.4) Los israelitas habían convertido en ajenjo el juicio y la
justicia, y los echaron por los suelos. Aborrecían a los profetas que los
reprendían en el Nombre del Señor y abominaban a quienes les hablaban lo recto.
Vejaban al pobre y lo explotaban. Construiréis “casas de piedra labrada,
pero no las habitareis, plantáis hermosas viñas pero no beberéis vino de ellas”.
Ello, ¿por qué? El Señor dice: “Porque yo sé de vuestras muchas rebeliones,
y de vuestros grandes pecados. Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced
la justicia en juicio…Por tanto, así ha dicho el Señor Dios de los ejércitos: En todas las plazas habrá
llanto, y en todas las calles dirán: ¡Ay! ¡Ay!, y al labrador llamarán a lloro,
y a la endecha a quienes saben endechar”
Cuando Israel se separó de
Judá con Jeroboam y para impedir que el pueblo fuese a ofrecer sacrificios en
la casa del Señor en Jerusalén y se volvieran a Judá, Jeroboam hizo dos
becerros de oro, poniendo uno en Bet-el y el otro en Dan, diciendo: “Bastante
habéis subido a Jerusalén, he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te
hicieron subir de la tierra de Egipto” (1 Reyes 12:28). El pecado de
idolatría fue la perdición de Israel. Amós recuerda a Israel su pecado de
idolatría: “Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en
vuestras asambleas. Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras
ofrendas, no las recibiré, ni miraré las ofrendas de paz de vuestros animales
engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las
salmodias de tus instrumentos” (vv.21-23). Amós recuerda a Israel su pecado durante la travesía del desierto. “¿Me
ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, oh casa de
Israel? Antes bien llevaban el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún. Ídolos
vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis” (vv. 25,26).
¿Qué pide el Señor de
Israel? ¿Qué pide de nosotros los cristianos el Señor? “Pero corra el juicio
como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (v.24). La idolatría
fue la causa de que imperase la injusticia social en Israel. La idolatría del
Occidente cristiano también es la causante de la injusticia que impera en
él. Debemos abandonar a los santos,
santas, vírgenes y otros dioses que ocupan el lugar de Dios y nos volvamos
arrepentidos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo para que corra el juicio
y la justicia y levante en muro que nos proteja de nuestros enemigos internos y
externos que amenazan con destruirnos.
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