dilluns, 20 d’abril del 2015

JOSUÉ 2:11

“Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón, ni ha quedado más aliento en hombre  alguno por causa de vosotros, porque el Señor vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra”
Este texto nos aporta luz que puede poner ante nuestros ojos la causa por la que las iglesias de nuestros días causan tan poco impacto en la sociedad. Las religiones son motivo de estudios sociales que dicen que los evangélicos constituimos un pequeño porcentaje en la sociedad. Si los cristianos evangélicos sólo contamos en las estadísticas, somos de poca utilidad social. Somos un número mezclado con los otros números que constituyen el  entramado religioso de nuestro país.
Josué, además de ser un hombre de Dios fue un hombre que utilizó los talentos que había recibido del Señor . Como caudillo de Israel tenía que dirigir la conquista de Canaán. Tenía que ser previsor y conocer al enemigo. Tiene que entrar en tierra desconocida y fue muy prudente a la hora de enviar a dos espías para conocer Jericó. Llegan a la ciudad y entran en casa de una ramera llamada Rahab. Hasta el presente ningún israelita había visitado la ciudad porque todavía estaban acampados en la otra  orilla del Jordán. Los espías se encuentran con una agradable sorpresa. Rahab les dijo: “Sé que el Señor os ha dado esta tierra, porque el temor de vosotros ha caído entre nosotros, y todos los moradores del país se han desmayado por causa de vosotros. Porque hemos oído que el Señor hizo…” (Josué 2: 9,10). La pregunta que me hago es: A los evangélicos se nos conoce porque somos un porcentaje en las estadísticas o por lo que el Señor hace en nosotros y causa temor entre los ciudadanos. Cuando el Señor hace proezas entre su pueblo los hechos no pasan desapercibidos lo cual hace que se despierte la fe en personas que caminaban en la oscuridad. La prostituta Rahab es un ejemplo de ello. Ante los portentos realizados por el Señor los ciudadanos de Jericó desmayaron, pero la mujer de mala vida creyó en el Dios que hace maravillas: “Os ruego, pues, ahora, que me juréis por el Señor, que como ha hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre”  (v.12). Rahab hace la declaración de ponerse bajo la protección de las alas del Señor. Su fe fue recompensada: “Mas Josué salvó la vidas de Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía, y habitó ella entre los israelitas hasta hoy” (6:25)
Los designios del Señor son misteriosos, pero no ocurre nada que no tenga un propósito que se encuentra escondido en la mente de Dios. ¿Quién podía vaticinar que una prostituta cananea que vivía en una ciudad que tenía que ser destruida y sus habitantes muertos,  es más, que se le  permitiese   vivir entre el pueblo del Señor? Algo más extraño, que el israelita  Salmón se casase con la cananea Rahab. De este matrimonio nació Booz que se casó con la moabita Rut, bisabuela del rey David y antepasada de Jesús. ¿Quién se podía imaginar lo que sucedería si el Señor en vez de permitir que seamos un frío porcentaje en las estadísticas obra maravillas entre nosotros que permiten que un a persona que vive en tinieblas  encuentre a Jesús que es la luz del mundo?


JUECES 16: 20

“Pero él (Sansón) no sabía que el Señor ya se había apartado de él”

¿Perdió Sansón la salvación cuando el texto nos dice que el Señor se había apartado de él? En la galería en donde se exponen los retratos de los héroes de la fe también se encuentra colgado el de Sansón (Hebreos 11:32). No, Sansón no perdió la fe: “Juzgó Israel 20 años” (Jueces 16:31). Durante todos estos años de liderazgo luchó contra los filisteos, los enemigos de Israel. Lo que ocurre es cometió errores que tuvieron sus consecuencias. Puso los ojos en una mujer filistea para casarse con ella, no se celebró el matrimonio, con lo cual pecó en su corazón pues tal matrimonio estaba prohibido a los israelitas, ¿cuanto más para un nazareo, una persona consagrada al servicio al Señor? Sansón fue un hombre de sexo compulsivo que no podía controlar sus impulsos sexuales, apagándolos con rameras.
El nacimiento  de Sansón fue milagroso. Su madre recibió la visita del Ángel del Señor que le dijo: “He aquí tú eres estéril…pero concebirás y darás a luz un hijo…y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos”  (Jueces 13:3-5).
Dormido Sansón sobre las rodillas de Dalila, un hombre “le rapó las siete guedejas de su cabeza” (16:19). El resultado fue que “su fuerza se había apartado de él”. El pecado lo había convertido en un miserable: encadenado y moliendo en la cárcel. ¡Ah!, quienes han conocido realmente al Señor, Dios no los abandona a su suerte. “Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado”  (v.22). El crecimiento del cabello indica la recuperación espiritual de Sansón. Ponía de manifiesto la lucha interior que se fraguaba en lo profundo de su alma. Nos podemos imaginar los lamentos que se producían debido a su infidelidad y la solicitud de perdón amparándose en la misericordia del Dios a quien había ofendido con su comportamiento indeseable.
Parece ser que Sansón no dejó nada escrito y lo hubiese hecho tal vez nos habría dejado su versión del salmo 51 escrito por el rey David después de que el profeta Natán le reprochara su pecado cometido con Betsabé: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones…”
La misericordia de Dios no da lugar al pecado: “¿Qué pues diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aúnen él?”  (Romanos 6:1,2)
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