MATEO 7: 13,14
“Entrad por la puerta estrecha,
porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y
muchos son los que entran por ella, porque estrecha es la puerta, y angosto el
camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran”
Cuando Jesús habla de la
puerta, ¿a qué se refiere? ¿Les está diciendo a sus oyentes que la puerta es la
religión? La respuesta es inmediata: NO. Son muchos quienes entran por la
puerta de la religión. A pesar de la existencia de la crisis religiosa, crisis
que se manifiesta los domingos con los bancos de la iglesias vacíos: Llega la
llamada Semana Santa y multitudes asisten a los actos litúrgicos de bendecir
las palmas y muchedumbres se aglomeran para ver el espectáculo de las
procesiones con todo el folclores que las acompañan. NO. La religión no es la
puerta a la que se refiere Jesús. Cuando Jesús señala la puerta que conduce a
la vida se está refiriendo a sí mismo: “Yo soy la puerta, el que por mi
entre, será salvo, y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10:9).
Jesús no se está refiriendo al Jesús que las multitudes vitoreaban cuando entró
triunfalmente en Jerusalén haciendo ondear ramos de palmera a la vez que
clamaban: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor el Rey de
Israel!” (Juan 12:13). Pocos días después esta misma multitud instigada por los sacerdotes gritaba
enfervorizada “¡Crucifícale!”“¡Crucifícale!” El Jesús mediático no es la puerta que da
acceso a la vida.
Jesús es la puerta estrecha
por la que pocas personas pasan y es estrecha porque por ella solamente
circulan quienes se reconocen que son pecadores, que han ofendido a Dios y que
han quebrantado su Ley. Basta una breve mirada al entorno para percibir que son
muy pocas las personas que poseen esta característica. Personas buenas, según
la opinión de los hombres, hay muchas. Pero los buenos cristianos no entran por
la puerta estrecha. Jesús no vino a buscar a buenos cristianos sino a pecadores
que se arrepienten de sus pecados. Que lamentan su pecado. Que se lo confiesan
a Jesús para que Éste lo limpie con su sangre. Estos pecadores arrepentidos a
quienes la sangre de Jesús ha limpiado todos sus pecados y ha recibido la vida
eterna, siguen siendo pecadores que se lamentan ante Jesús su Salvador por su pecado y luchan en contra
de él. Diariamente claman por la misericordia de Dios. ¿Cuántas personas
conocemos que reúnan estas características? Sigue, pues, vigente la súplica que
Jesús hace de que entremos por la puerta estrecha. Para que pasemos a formar
parte del grupo de los escogidos, de la manada pequeña a la que el Padre le ha
placido darle el Reino.
http://octaviperenyacortina22.blocspot.com
GÉNESIS 13:11
“Entonces Lot escogió para sí
toda la llanura del Jordán, y Lot se fue hacia el oriente, y se apartaron el
uno del otro”
Entre los pastores de Lot y
de Abraham se producían altercados debido a la cantidad de ganado que ambos
poseían y el territorio no era lo suficientemente extenso para alimentar al
ganado de ambos. Abraham viendo que el problema se les podía escapar de las
manos se dirige a Lot y le dice: “No haya ahora altercado entre nosotros
dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos” (v.3). Con la
madurez propia del andar con Dios Abraham propone a su sobrino que elija el
lugar a donde quiera ir para así dirigirse en dirección contraria. “Lot alzó
los ojos y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego” (v.9). La fertilidad de la llanura del Jordán
despertó al codicia a Lot y sin consultar al señor elige el territorio que le permitiría
hacerse más rico. “Hay camino que al hombre le parece recto, pero su fin es
camino de muerte” (Proverbios 14:12). No es oro todo lo que reluce. El
latón pulido a primera vista da la sensación de que es el precioso metal,
analizado, se descubre que es un engaño. A la hora de tener que tomar
decisiones no nos dejemos llevar por las apariencias que a menudo engañan.
El salmista nos da un
consejo para aplicar en el momento de tener que tomar decisiones: “Encomienda
al Señor tu camino, y confía en Él, y él hará” (Salmo 37:5). El Señor
conoce al detalle todo lo que nos sucede y de antemano lo que nos sucederá.
Siendo la cosa así es de inteligentes buscar la dirección del Señor para que nos guíe en la toma de
decisiones, en todas las cuestiones, y, en concreto a las que afectan al
futuro. Un / una joven tiene el propósito de casarse y se pregunta a quién debe
escoger. Muchas veces la decisión se toma por lo que se llama amor a primera
vista. Los sentimientos no descubren las peculiaridades de la otra persona.
No debe extrañarnos, pues, que tantos matrimonios fracasen y lo que empezó por un sentimiento romántico
acabe siendo un infierno. Estos jóvenes no encomiendan su camino al Señor y el
resultado fue un fracaso. Podemos también referirnos a las diversas situaciones
de la vida en que tenemos que tomar decisiones.. No nos precipitemos a la hora
de tomarlas pues si encomendamos nuestro camino al Señor no ahorraremos muchos
problemas de los que tendremos que lamentarnos.
”Te he manifestado mis
caminos”, escribe el salmista, “y me has
respondido” (Salmo 119:26).
El salmista expone a Dios sus propósitos y recibe respuesta. Esta es la manera
correcta de proceder llegado el momento de la toma de decisiones. Estas no
deben ser impulsivas. Se deben tomar previa consulta con el Señor. Meditar las
posibles soluciones. Volver a consultarle. Pueden llegar soluciones por
diversos caminos. Sospesarlas. Desechar las que no convence. Para al final
quedarnos con la superviviente. A pesar se que buscamos el asesoramiento de
Dios no somos infalibles. No poseemos al Espíritu Santo sin medida. Es posible
que la decisión tomada haya sido errónea, pero la dependencia en el Señor no
permitirá que el error nos hunda. Recibiremos nuevas fuerzas. Nos remontaremos
como las águilas y el error cometido no nos destruirá.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada