ESTRÉS LABORAL
<b>Un capitalismo sin entrañas fomenta el estrés laboral
que puede llevar incluso hasta el suicidio</b>
Josep Boix, empleado de banca,
reconoce: “Me paso el día trabajando duro y no desconecto”. Se refiere que
además de las horas presénciales en la oficina desde su casa sigue trabajando
en detrimento de su familia y entorno social. Boix afirma: “Sé que no hace
falta tanto, pero todos estamos igual, primero lo haces para no perder el
trabajo con esta crisis, pero al final te enganchas”. El miedo a perder el
trabajo puede convertirte en un adicto al trabajo, a dedicarle una cantidad de
tiempo y esfuerzo excesivo, a hacerlo de manera compulsiva.
La adicción puede ir asociada a
diversos factores: tener miedo a perder el trabajo como Josep Boix, escabullirse
de los problemas domésticos, pasándoselo bien trabajando porque les es una
distracción. El exceso de trabajo, pero, no está exento de patologías que
pueden provocar desajustes y desequilibrios personales y familiares.
El sistema capitalista de las
grandes empresas se convierte en una variante de secta peligrosa que explota a
sus trabajadores hasta la muerte. El joven alemán de 21 años Moritz Erhardt
murió de un ataque epiléptico después de trabajar sin descanso durante 72
horas. Ni Marta, ni Carlos, ni Cristóbal nunca trabajaron 72 horas seguidas sin
parar, “pero sí que pasamos 32 horas sin levantarnos de nuestras sillas muchas
veces”. Carlos asegura: “Vi como un economista se suicidaba lanzándose desde un
cuarto piso por el patio interior de mi banco”.
Los centros financieros de la
City de Londres tienen sus <i> tiburones</i>que se mueven por todas
partes reclutando talentos recién licenciados. La selección, según Marta, “se
concentra, además de la recogida de curriculums exquisitos procedentes de la
Politécnica i/o facultades de Ingenieros Industriales o Caminos, en la visita
en tres centros de enseñanza: ICADE de Madrid, ESADE de Barcelona y Deusto de
Bilbao” El proceso de selección se inicia en septiembre del último curso de
carrera.
Cristóbal asegura que una vez
aceptada la oferta entras en un mundo que “por más que te lo hayan explicado
está a años luz de lo que te imaginabas”. Los tres confirman: “Se gana mucho
dinero, pero vives sin reloj, porque trabajas muchísimo, pero sin sentimientos,
no puedes tener un no para tu jefe y olvídate de las fiestas. O te peleas para
que te promocionen o te vas directamente a la calle” . Carlos explica que
después de un éxito se merecen unas
vacaciones a las Seychelles: “Juro que me las preparé. Y juro que, dos días
antes de coger el avión, se presentó mi jefe, dejó un sobre en mi mesa, y
mientras se alejaba, le oí decir: “Harás las vacaciones otro día, tienes
trabajo para el lunes, aquí te dejo el dinero que te has gastado en el billete
del avión y en tu hotel paradisíaco. Nos veremos mañana a las nueve”.
El testimonio de estos tres
jóvenes economistas no es nada halagador. En ciertos lugares se puede ganar
mucho dinero a costa de perder la vida como le sucedió al alemán Moritz Erhardt o suicidándose como lo hizo el joven
economista que se lanzó por la ventana. ¿Es vida esta manera de vivir siempre
con un palmo de lengua fuera?
Antonio Vindel, presidente de la
Sociedad Española para los estudios de la Ansiedad y Estrés, hace esta
reflexión: “Y cuando estas demandas (laborales y sociales) resulten excesivas
ante los recursos de una persona, el cuerpo desarrolla una serie de reacciones
emocionales negativas (ansiedad, ira, depresión) que constituyen el estrés. Se
origina porque tenemos miedo de no estar a la altura, a no saber solucionar los
problemas, a no llegar”. Aún cuando es difícil ponerle nombre a lo que le pasa
a alguien cuando empieza una depresión, “la mayoría de los pacientes”, afirma
el Dr. Carles Lupresti, jefe de psiquiatría del hospital Quirón de Barcelona,
“se medican de alguna manera, en un número importante de los casos con alcohol,
el antidepresivo más antiguo, pero que agrava su estado aumentando los
pensamientos suicidas”.
Alguien ha dicho: “La plegaria es
el lugar en que las cargas cambian de espalda”. Para orar previamente debe
tenerse fe. Sin fe en el Padre de nuestro Señor Jesucristo las oraciones se
envían al vacío en donde no hay nadie que las escuche. Cuando se ora a Jesús
que es el camino que conduce al Padre, la pesada carga que es la ansiedad, la
frustración, el desengaño, el estrés, se traspasan a unas espaldas más fuertes
que las propias en que el alma atribulada por la sobrecarga encuentra el
auténtico descanso que no encuentra en el alcohol ni en las drogas ni en los
viajes a paraísos exóticos para relajarse.
Octavi
Pereña i Cortina