dilluns, 26 de gener del 2015


JEREMÍAS 29:12,13


“Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y os oiré, y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo corazón”

Jeremías se dirige a los deportados en Babilonia diciéndoles que cuando se cumplan los setenta años de abandono del culto en Jerusalén, el Señor “los visitará y despertará sobre vosotros su buena palabra” (v.10). Esta es la esperanza que Jeremías infunde en los deportados  en el Nombre del Señor: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal para daros el fin que esperáis” (v.11). Las bendiciones que recibimos del Señor siempre se inician en Él. Si el Señor  mantiene sus manos en los bolsillos no puede esparcir dádivas. Por ello, quienes creemos en Él y en su promesa de bendición debemos clamar insistentemente para que derrame abundantes bendiciones en su Iglesia que languidece por falta del poder divino. Se nos invita a  pedir insistentemente , a no dejar de golpear con fuerza a la puerta del salón del trono en donde Jesús sentado a la diestra del Padre intercede por nosotros. Sin la intercesión de Jesús por el pueblo de Dios no sentiríamos necesidad de clamar a Él. Si en su gracia el Señor despierta en nosotros el deseo de que Dios derrame en nosotros abundantes bendiciones no dejemos para mañana empezar a suplicar con insistencia.

Cuando seamos conscientes de que los pensamientos de Dios con respecto a nosotros son de paz y no de mal: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí ,y yo os oiré, y me buscareis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo corazón”. ¿Lo buscamos y oramos en Nombre de Jesús que debe ser el centro de nuestras plegarias? ¿Son nuestras oraciones persistentes como la viuda que no dejaba de importunar al juez injusto para que le hiciese justicia? Si nuestras oraciones son rutinarias y frías porque el corazón no siente lo que dicen los labios  ha llegado el momento de la reflexión y de pedirle al Señor que abra nuestros corazones para que podamos percibir el pecado no confesado y acariciado. No olvidemos que el pecado que se guarda en el corazón  es el estorbo que le impide a Dios oír nuestras oraciones. Dejemos de creer que por el mero hecho de asistir a la iglesia los domingos y de repetir mecánicamente unas palabras de agradecimiento antes de las comidas, ya hemos cumplido. Si no se produce un auténtico arrepentimiento y confesión de nuestros pecados al Señor Jesús, nuestra vida religiosa no tiene valor. El Señor sigue esperando que le busquemos con todas nuestras fuerzas . Quiera el Señor que nuestra reacción ante la Palabra de Dios sea la del rey Josías quien, al ser hallado el rollo de la Ley que se había perdido y leído su contenido “rasgó sus vestidos” (2 Reyes 22:11) en arrepentimiento

 

 

 

 

1 REYES 22: 7


“Y dijo Josafat: ¿Hay aún aquí algún profeta del Señor, y que podamos consultar por medio de él?”

La luz y las tinieblas no pueden ir juntas. La relación entre Josafat y Acab rey de Israel pone de manifiesto dicha incompatibilidad. También descubre la necesidad de que los hijos de Dios no quieran unir la luz con las tinieblas. A menudo los cristianos olvidamos dicha enseñanza y nos proponemos hermanar lo que no se puede hermanar en nombre de la buena convivencia. Josafat fue un hombre de Dios pero cometió el error de “contraer parentesco con Acab” ( Crónicas 18:1). Acab era un hombre impío. El consejo de Dios “no os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia??¿Y que comunión la luz con las tinieblas?” /2 Crónicas 6:14). Los vínculos familiares Josafat con Acab le hicieron tomar al rey de Judá decisiones erróneas.

Acab estaba en guerra contra los sirios y aprovechando que Josafat se encontraba  de visita en Israel, aprovecha la oportunidad para involucrarlo en la guerra: “¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Josafat, quizás dejándose llevar por el vínculo familiar que le unía a Acab dijo algo que jamás debería haber dicho: “Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos” (1 Reyes 22:4)Josafat siendo luz se identifica plenamente con las tinieblas que representa Acab. Una mala decisión que acabo mal.

Josafat como hombre de Dios le pide a Acab poder consultar al Señor por medio de uno de sus profetas. Acab convoca a los sacerdotes de Baal y le dicen que puede ir tranquilamente a la guerra porque saldrá victorioso. Josafat quiere consultar a un profeta del Señor. Acab le dice que está Micaias “pero yo lo aborrezco porque nunca me profetiza bien, sino solamente el mal” (v.8). Micaias profetizó el desastre. Así y todo hicieron la guerra que resulto ser un descalabro que acabó con la muerte de Acab.

“Mas los consejos de los impíos, engaño” (Proverbios12:5). Estar unido en yugo desigual con los impíos a veces obliga a hacer cosas que no gustan y de las que después uno tiene que arrepentirse. Pero lo hecho, hecho está y el resultado es irreversible. Dadas las circunstancias es inevitable convivir con los incrédulos pero está en manos del creyente evitar vínculos que le aten a los impíos. Es este sentido nos toca vigilar mucho porque el roce íntimo puede impulsarnos a buscar el consejo de los malvados lo cual no es provechoso. Josafat es un ejemplo de ello.

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