dilluns, 5 de gener del 2015


2 CRÓNICAS 7:14


“Si se humilla mi pueblo sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se arrepienten de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”

Finaliza el año y comienza el nuevo con las 12 campanadas y la ingesta de las 12 uvas, esplendorosos espectáculos televisados, mutuas felicitaciones y deseos de que el nuevo año llene a todos de felicidad y prosperidad. Pero la felicidad y la prosperidad mutuamente deseadas duran tan poco como la luminosidad de los fuegos artificiales que nos deslumbran por su espectacularidad y belleza.

Justo al inicio del nuevo año debemos afrontar la realidad: Las hipotecas siguen exigiendo su pago, la corrupción a todos los niveles sigue haciendo estragos, los políticos continúan incumpliendo sus promesas, la enfermedad y la muerte prosiguen sembrando  dolor y sufrimiento, las infidelidades conyugales, y los divorcios continúan su marcha ascendente sembrando desdicha en las familias…

El año que ya es historia no ha sido bueno que digamos. El nuevo, con sus 365 hojas en blanco no tiene perspectivas de que lo que vamos a escribir en ellas sea halagüeño. Los buenos deseos en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero son esperanzas infundadas. El motivo de la frustración de los propósitos humanos debe buscarse en textos bíblicos como el que encabeza este escrito. Los deseos de felicidad y prosperidad para el año nuevo no se materializan porque no se tiene  en cuenta  a Dios que guía el destino de los hombres.

El texto que comentamos nos dice algo que no aparece en el jolgorio de la celebración del año nuevo. Se refiere a la humillación, la oración, buscar el rostro de Dios, de conversión de nuestros malos caminos. Si hacemos esto, no olvidemos que Dios cumple siempre sus promesas, oirá desde los cielos nuestras súplicas, perdonará nuestros pecados y sanará nuestra tierra. Así de claro habla Dios: los males que nos perturban y que pretendemos borrarlos del mapa con la reiterada y especulativa recuperación económica no se conseguirá. La verdadera recuperación económica no se consigue con el pecado como guía. La recuperación económica que será para todos, no sólo para una minoría, es el resultado por parte de todos del rostro del Señor, de abandonar nuestros pecados. Entonces y sólo entonces Dios oirá nuestro clamor, perdonará nuestros pecados y sanará nuestra tierra, es decir, aportará prosperidad a nuestro país porque cada ciudadano en particular  ajustará su vida a la voluntad de Dios. Si no se tiene en cuenta la voluntad del Señor, la paz, la felicidad, la prosperidad que deseamos para el año que comienza volverán a convertirse es esperanzas y deseos frustrados.


PROVERBIOS 27:19


Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre”

Un león se aproxima a un lago empujado por la sed. Al acercarse a la orilla se sobresaltó al ver su rostro reflejado en el agua. Se dijo: Tendré que tener mucho cuidado con este león tan fiero. Seguro que es el dueño del lago. Las aguas tranquilas reflejaban el rostro de un fiero león y al contemplar la agresividad de la imagen el león huyó despavorido. El relato del león es una ficción que refleja la condición humana.  Cuando nos miramos en la imagen del Hombre perfecto que es Jesús, como el león del cuento huimos despavoridos al contemplar la imagen horripilante que refleja de nuestra condición moral. Al hombre natural que la Biblia lo llama carnal puede llegar a cometer las más viles fechorías que uno se pueda imaginar.

La Ley de Dios es el instrumento que el Señor pone a nuestro alcance es el espejo que sirve para que cuando nos miramos en ella veamos lo perversos que somos. La Ley de Dios desmitifica la imagen que nos hemos hecho de nosotros mismos de que somos moralmente perfectos. Pero la Ley de Dios no solamente sirva para que percibamos nuestra fealdad moral. Sirve también para que podamos encontrar el jabón que limpiará nuestro corazón la corrupción moral existente en él. La corrupción moral del hombre no se limpia con jabones de marca blanca: Filosofía, Ética, Religión. Todas ellas son estropajos inútiles para limpiar el corazón inmundo por el pecado que afea el rostro., ya que el rostro es el reflejo del alma.

La Ley de Dios sirve para que el hombre se dé cuenta de lo miserable que es. Una vez expuesta la miseria humana, el conocimiento adquirido sirve para que el pecador encuentre a Cristo, la sangre del cual, vertida en la cruz del Gólgota es el jabón capaz de limpiar el pecado: “De manera que la Ley ha sido nuestro guía que nos conduce a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). Justificados por la fe significa que Dios por la fe en Cristo considera justa a la persona que cree en Él. Esta consideración se hace realidad porque la sangre de Jesucristo limpia todos los pecados de la persona que cree en Él. El pecador que ha sido justificado por la fe sigue mirándose en la Ley de Dios porque continúa considerándose pecador. Lo asombroso del caso es que a medida que sigue  mirándose en el espejo que es la Ley, ve desaparecer de su rostro las manchas y arrugas que lo afean, asemejándolo más al rostro de Cristo. Este proceso que se conoce como santificación perdurará hasta el final del tiempo cuando comparecerá ante el trono de Dios “sin mancha ni arruga ni cosa semejante”  (Efesios 5:28) . Mirarse en el espejo que es la Ley de Dios es muy útil.

http://octavi perenyacortina22.blogspot.com

 

 

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