JUAN 9:34
“Respondieron y le dijeron: Tú
naciste del todo en pecado, ¿Y nos enseñarás a nosotros? Y le expulsaron
A un hombre ciego de nacimiento
Jesús le abre los ojos y ve. El milagro asombró a los vecinos porque no es nada
frecuente que una persona nacida ciega a la que Jesús untó sus ojos con lodo
hecho saliva y un lavado con agua del estanque de Siloé, recuperase la vista.
El milagro se propagó llegando la
noticia hasta los oídos de los fariseos, que tomaron cartas en el asunto porque
el milagro se había realizado transgrediendo el reposo sabático, según su
parecer.
Investigan los fariseos. Preguntan al ciego y no se creen lo que les
dice. Interrogan a sus padres que confirman que el ciego de nacimiento que ha
recuperado la vista es su hijo. Por miedo a las autoridades religiosas que “habían
acordado que si alguien confiesa que Jesús es el Mesías, fuese expulsado de la
sinagoga” (v.22). Los padres dicen a los religiosos que si querían saber
más de lo que había sucedido que se lo preguntaran a su hijo que ya era
mayorcito.
Los fariseos con espíritu inquisitorial, que no por verdadero deseo de
saber lo que había ocurrido, vuelven a hablar con quien había sido ciego. Ante
la insistencia, el ex ciego dice a los interrogadores: “¿Queréis también
vosotros haceros su discípulos?” (v.27). ¡Qué impertinencia había dicho aquel
ignorante! ¿Cómo se podía atrever aquel que no sabía de letras proponerles
semejante despropósito a ellos que eran discípulos de Moisés, hacerse
seguidores de un pecador que no respetaba el descanso sabático? Heridos en su
amor propio le dicen: “Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a
nosotros? Y le expulsaron” (v.34).
Para los fariseos Moisés que era el líder indiscutible en materia de fe
pasaron por alto un detalle de máxima importancia en cuestión de fe: “Y el
Señor me dijo:…Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú, y
pondré mis palabras en su boca, y Él os hablará todo lo que yo le mande. Mas
cualquiera que no oiga mis palabras que Él hable en mi Nombre, yo le pediré
cuenta” (Deuteronomio 18: 17-19). Moisés presenta a los israelitas al
Mesías que les daría el reposo eterno. El salmo 2 anticipa el rechazo que
Israel haría a este Profeta anunciado
por Moisés: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas
vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos
contra el Señor y contra su Ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos
de nosotros sus cuerdas” (v.1) Cuando Jesús dijo: “Para juicio he venido
yo a este mundo, para que los que no ven vean, y los que ven sean cegados”
(Juan 9:39), los fariseos se dieron por aludidos y le dijeron: “¿Acaso
nosotros somos también ciegos? (v.40), estaban manifestando su deseo de no
ver para no sujetarse al yugo del Mesías, de romper las ligaduras que los
mantendrían unidos a El. Se cumplió la profecía cuando le acusaron de blasfemo
y lo entregaron a Pilatos para que le crucificase.
SALMO 94:4
“¿Hasta cuándo charlarán,
hablarán con arrogancia, y se vanagloriarán todos los que hacen maldad?
El salmista pinta un cuadro muy realista de los necios. ¿Quiénes son
los necios? En la Biblia los necios no son personas de pocas luces
intelectuales, lo son quienes no tienen a Dios en sus vidas: “Dice el necio
en su corazón: No hay Dios” (salmo 14:1) Quienes niegan a Dios, pero que
tienen su Nombre a flor de labios se dan a conocer muy fácilmente. La
charlatanería es la marca de su necedad.
El salmista se pregunta: “Hasta cuándo charlarán, hablarán con arrogancia,
y se vanagloriarán todos los que hacen maldad?” A los necios, a los que no
tienen a Dios en su corazón además de la
charlatanería, la arrogancia, la vanagloria, se les distingue por su maldad.
Quebrantan al pueblo de Dios. Corea del Norte y Nigeria se caracterizan por
quebrantar y afligir a la heredad del Señor. Pero son los mismos malvados, los
necios de la Biblia los que matan a la viuda, y al extranjero y quitan la vida
a los huérfanos. De tal comportamiento perverso nos tienen informados los medios
de comunicación acompañados de horripilantes imágenes. Los necios se comportan
de manera tan perversa porque en su corazón dicen: “No verá el Señor, ni
entenderá el Dios de Jacob”. Afirman con rotundidad que hacen las fechorías
que hacen porque como Dios no existe pueden impunemente cometerlas. Como para
ellos no existe más allá y su existencia se acaba en el sepulcro disfrutan
dando rienda suelta a la perversidad que se amaga en sus corazones.
El salmista, pero, quita el sueño a los necios cuando dice: “Entended
necios del pueblo, y vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis sabios? El principio de la sabiduría nos dice la
Biblia es el temor de Dios. La característica de los temerosos de Dios es
ayudar a la viuda y al huérfano, amar a los enemigos y hacer el bien a todos
los hombres según sus posibilidades. Aún cuando sea posible que no lo tengan
presente cuando hacen el bien, lo hacen al mismo Jesús.
Necios, ¿cuándo seréis sabios? El que hizo el oído, ¿no oirá? El que
formó el ojo, ¿no verá? El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? El salmista termina su poema diciendo: “Y
Él (Dios) hará volver sobre ellos su iniquidad, y los destruirá en su propia
maldad, los destruirá el Señor nuestro Dios”
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