1 SAMUEL 28:6
“Y consultó Saúl al Señor, pero
el Señor no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas”
Tal vez con el deseo de recuperar el favor de Dios que Saúl había
perdido por su contumaz desobediencia,
había ordenado matar “a los evocadores y a los adivinos” (v.9). Saúl se
enfrenta a una guerra contra los filisteos y ve que el panorama es muy negro.
No sabe qué hacer. Nos dice el texto que Saúl consultó al Señor y que el Señor
no le respondió. Buscó Saúl en el Señor respuesta a su dilema, pero el Señor no
le dio respuesta.
El tema de la adivina de Endor es muy controvertido. Lo único que puedo
decir al respecto es que el hecho de formar parte de la Palabra de Dios y ser
ésta inspirada por el Espíritu Santo su enseñanza es verdadera y sirve para
instrucción de quienes buscan en ella instrucción válida.
Saúl le dice a la adivina que consulte al profeta Samuel. La petición
se hace realidad y Samuel aparece y le dice al rey: “Por qué me has
inquietado haciéndome venir?” (v.15).Saúl le dice: “Estoy muy
angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y
no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños, por esto te he
llamado, para que me declares lo que tengo que hacer” (v.15). Samuel le dice: “¿Para qué me preguntas a
mí, si el Señor se ha apartado de ti y es tu enemigo?” (v.16). Muy a menudo
las personas se preguntan sobre el silencio de Dios: “Por qué no me responde
Dios?” La respuesta se encuentra en las palabras que Samuel le dice a Saúl: “Si
el Señor se ha apartado de ti y es tu enemigo”. Si Dios es nuestro enemigo
no puede darnos respuesta a nuestras preguntas. Aunque lo hiciere no tendríamos
en cuenta sus respuestas. Para que Dios pueda hablarnos y nosotros escuchar a
sus palabras es preciso que dejemos de ser sus enemigos y nos convirtamos en
amigos suyos. ¿Cómo puede hacerse este cambio?
Hablando Jesús con sus discípulos encontramos la solución a la
pregunta: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan
15:14). La obediencia a Jesús es el secreto. En el momento en que nos
convertimos en amigos de Jesús y por lo
tanto de Dios, ya no tenemos necesidad de consultar a adivinos, nigromantes,
porque Dios nos habla directamente por su Palabra escrita. Lo que Dios nos dice
en ella es más que suficiente porque es todo lo que necesitamos saber para dar
respuesta a nuestros interrogantes.
OSEAS 10:13
“Habéis arado impiedad, y
segasteis iniquidad, comeréis fruto de mentira, porque confiaste en tu camino y
en la multitud de tus valientes”
Oseas describe Israel como “una frondosa viña, que da abundante
fruto para sí mismo, conforme a la abundancia de su tierra aumentaron sus
ídolos” (v.1). Dios cuida a Israel, su viña: “La cercó de
vallado, cavó un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se
fue lejos” (Marcos 12:1). El propietario de la viña envía a su tiempo a sus siervos para recibir la parte
que le corresponde de los frutos que la viña proporciona. A unos los golpean, a
otros los afrentan, a otros los matan. Por último envía a su hijo. A éste lo
matan. Jesús pregunta a sus oyentes: “¿Qué, pues hará el Señor de la viña? (v.9).
A la pregunta le acompaña la cita del salmo 118: 22,23: “La piedra que
desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza de ángulo. De parte del
Señor es esto, y cosa maravillosa a nuestros ojos”. ¿Cómo reaccionaron los
oyentes ante la cita del salmo? “Y procuraban prenderle , porque entendían
que decía contra ellos aquella parábola” (v.12). Los oyentes de la Palabra
de Dios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento reaccionan de la misma
manera: Rechazo de los profetas enviados por Dios y del Hijo de Dios.
La historia se repite. La iglesia cristiana es la heredera del antiguo
Israel. El llamado pueblo de Dios sigue desechando a Cristo que es la piedra
que desecharon los antiguos edificadores. El resultado de dicho rechazo es que
la cristiandad siguiendo el modelo de los antiguos israelitas continua arando
impiedad. La cosecha que resulta de tal siembra consiste en comernos fruto
de mentira.
Seamos sinceros: la mentira
forma parte del menú diario: los políticos mienten descaradamente, la
publicidad para hacernos comprar miente con sus exageraciones, los ciudadanos
mentimos en nuestras relaciones sociales y familiares. No es una casualidad que
el engaño sea el plato estelar de nuestra dieta diaria. Al abandonar a Cristo
que es la piedra del ángulo edificamos sobre arena nuestras vidas. El resultado
es de que cuando soplan vientos y las lluvias provocan desbordamientos, lo que
edificamos se derrumba. Sí, los responsables de nuestros quebrantos lo somos
nosotros por haber abandonado a Cristo.
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