dilluns, 13 de gener del 2014


1 REYES 17:18


“Y ella dijo: ¿Qué tengo yo contigo varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer memoria de mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?”

Una hambruna persistente asolaba a Israel y a los pueblos vecinos. Dios habla a Elías y lo envia a Serepta de Sión porque ha mandado a una viuda que le sustente. La mujer desconoce lo que entre bastidores Dios se propone hacer con ella. Elías, en obediencia al mandato divino emprende el camino hacia Serepta. En Israel había muchas viudas que pasaban hambre, pero el Señor envía al profeta a encontrarse con una viuda gentil. Al llegar a la puerta de la ciudad se encuentra con la mujer que Dios había preparado para sustentarlo. La mujer estaba recogiendo leña para cocer la torta con la poca harina y el escaso aceite que disponía y, esperar la muerte con su hijo.

Encontrándose la mujer es situación tan desesperada Elías le manda que le traiga un poco de agua y “un bocado de pan en tu mano”. Antes de comer la mujer y su hijo tenía que comer Elías. Dios estaba probando a la mujer para que naciese en ella la fe necesaria. Tal como había prometido el Dios de Israel la harina de la tinaja no escaseó ni el aceite de la vasija disminuyó. Poco después una grave enfermedad hizo que el hijo de la viuda muriese.

Creo que ahora viene el propósito del relato  de la viuda de Serepta de Sión. Por un lado descubre  la soberanía de Dios que controla los acontecimientos y hace que las cosas ocurran según sus propósitos. Ante la muerte del hijo la mujer estalla: “¿Qué tengo yo contigo varón de Dios?” El milagro de la tinaja siempre llena de harina y de la vasija siempre rebosante hizo que la mujer se convenciese de que Elías era un siervo de Dios. La presencia de los hijos de Dios en la sociedad no debería pasar desapercibida entre los ciudadanos. La pregunta que me hago es: ¿Ven en nosotros los no cristianos que somos verdaderos hombres y mujeres de Dios? Es una pregunta que debería movernos a la reflexión. La otra enseñanza del relato es que sin reconocimiento de los pecados no puede haber perdón de los mismos. “¿Has venido a mí” dice la mujer, “parea hacer memoria de mis iniquidades?”Nuestra presencia en el mundo debería caracterizarse por nuestra santidad. Las personas con las que nos relacionamos, ¿contemplan la santidad con que nos ha revestido Dios por la fe en el Nombre de Jesús? Si no es así, difícilmente les podremos hacer ver su pecado aunque les hablemos que deben arrepentirse. El que las iglesias estén vacías ¿tiene algo que ver con nuestra falta de arrepentimiento y que no manifestemos la santidad que debería hacer ver su pecado a las personas que nos observan?  Recordemos que Jesús no vino a buscar hombres justos sino pecadores al arrepentimiento. Los predicadores del Evangelio, ¿nos hemos arrepentido de nuestros  pecados y los hemos lanzado al fondo del mar para no acordarnos de ellos?


JUAN 4: 17,18


“Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido, esto has dicho con verdad”

Viqui Molins, monja teresina que vive en el Raval de Barcelona, en donde trabaja con los marginados explica que una prostituta embarazada con la que estuvo a su lado en el momento del parto y que siempre había dado a luz sola, le dijo: “He tenido muchos hombres, pero ahora sé que ninguno de ellos me ha amado”. Al leer esta declaración me vino a la mente las palabras que Jesús le dijo a la samaritana: “Bien has dicho: no tengo marido, porque estos cinco maridos que has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido”. El texto no dice nada de lo que empujó a esta mujer a vivir la vida que vivió, pero la prostituta del Raval barcelonés nos da una pista que puede ayudarnos a entender porque algunas mujeres viven una vida tan miserable: Se unen a hombres buscando amor. Uno tras otro no las han amado. Tal vez recaían esperando que éste sí que las amaría con lo que se pondría fin a la carrera de sufrimiento  buscando a un hombre que las amara de verdad. 

La búsqueda de amor fue lo que condujo a la mujer del Raval barcelonés a tener muchos hombres y es muy posible que la samaritana sintió el mismo deseo de tener seis maridos no siendo ninguno de ellos un verdadero marido.

La historia de la samaritana nos revela que esta mujer carecía del agua de vida que apaga la sed del corazón. Buscando amor en los hombres resulto que en vez de beber agua viva bebió agua salada que intensificaba la frustración de su alma que la condujo a la soledad  ya que las vecinas no querían acompañarla al pozo a buscar agua por miedo a contaminarse.

Junto al pozo la samaritana se encontró con Jesús que la esperaba para ofrecerle el agua viva que apagaría definitivamente la sed que marchita al corazón. Al encontrarse con Jesús y beber el Agua Viva que es Él, se produjo un cambio radical en la mujer. Vino al pozo a buscar agua que no satisface plenamente. Después de beber el agua viva que le ofreció Jesús salió corriendo hacia el pueblo a comunicar a sus conciudadanos el hallazgo   que había hecho. Un río de agua viva brotaba de su corazón que desbordaba de tal manera que sirvió también para apagar la sed espiritual de sus conciudadanos. El amor que la samaritana encontró en Jesús cambió su vida. El amor de Dios cuando halla un lugar en el corazón humano cambia la vida de quien lo recibe y le hace desear que los sedientos vayan también a Jesús a apagar su sed espiritual.

 

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