PROVERBIOS 4:24
“Aparta de ti la perversidad de
la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios”
La mentira es el distintivo de nuestra sociedad por una razón muy
sencilla: somos hijos del diablo “y los deseos de vuestro padre queréis
hacer. El ha sido homicida desde el
principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan
8:44).
El refrán es taxativo: “De tal padre tal astilla”, lo que
significa que el hijo reproduce las características de su progenitor. Ante tal
evidencia es totalmente incorrecto decir de alguien que es una buena persona
cuando su padre espiritual es el diablo ”padre de mentira”. Teniendo el
Maligno como padre es inevitable que la mentira tenga terreno abonado entre sus
hijos y el mundo esté plagado de ella.
La mentira está asociada con el homicidio. El diablo, el padre de
mentira de quien somos hijos “ha sido homicida desde el principio”. El
que fuera presidente de España José Mª Aznar justificó su alianza con Estados
Unidos e Inglaterra acogiéndose a la mentira del presidente Bush que en Irak se
escondían armas de destrucción masiva. Hasta el presente estas armas no han
aparecido y millares de personas han muerto en las escaramuzas bélicas o por efectos
colaterales de los bombardeos. La mentira siempre mata. No siempre
físicamente pero sí en la honorabilidad de las personas. Cuando de difunden
calumnias el buen nombre de las personas afectadas queda tocado. A pesar de que
la calumnia pueda ser infundada siempre queda en entredicho el buen nombre de
la persona calumniada. “No hablarás falso testimonio contra tu prójimo” (Éxodo
20:16).
Si queremos convertirnos en corta mentiras tenemos que cambiar de
paternidad espiritual. El diablo debe dejar de ser nuestro padre. Por la fe en
el Nombre de Jesús el Padre de nuestro Señor Jesucristo se convierte en nuestro
Padre celestial en quien mora la Verdad. Cuando se produce dicho cambio de
paternidad el carácter de Dios se va formando en nosotros, abandonando la
mentira y proclamando la verdad. Una sociedad dominada por la verdad, que es
otra manera de decir que la controla Cristo, es una sociedad más feliz porque
la injusticia de la mentira ha desaparecido.
PROVERBIOS 30:12
“Hay una generación limpia en su
propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia”
“El yoga enseña a uno a mirarse a si mismo para poder ser uno con el
absoluto. El Evangelio mueve al hombre a hacer a Dios esta pregunta: muéstrame
a mí mismo, es decir, hazme ver mi corrupción y la necesidad de un
Salvador” (Jewell).
La introspección que promueve el yoga y las técnicas de meditación
orientales no sirven para que uno llegue a verse tal como realmente es porque
la mirada interior se pone en una imagen distorsionada por el pecado que no
refleja la realidad del observador. El profeta Jeremías nos invita a
reflexionar cuando escribe: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas,
y perverso, ¿quién lo conocerá?”Si el profeta acabase aquí su intención nos
dejaría sumidos en la oscuridad de la duda. No daría respuesta a nuestra
necesidad de vernos a nosotros mismos para salir del atolladero en que nos ha
metido el pecado. Pero Jeremías no deja la sentencia sin concluir. Sigue
diciendo: “Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para
dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. (17:9,10).
La meditación yoguista engaña. Mirarse a uno mismo confunde y extravía
a quienes practican yoga. “Engañoso es el corazón”, pero si permitimos
que sea el Señor quien “escudriñe la
mente y pruebe el corazón” entonces es cuando se produce un auténtico
conocimiento de uno mismo. El escrutinio que Dios hace en nuestra alma la
ilumina y le hace ver la magnitud de la corrupción que alberga y la necesidad
que tiene de un Salvador que la limpie.
¿Qué mejor Salvador que Jesús que dio su vida a favor del pecador en la
cruz haciendo que su sangre nos limpie de todo nuestro pecado? No debemos
mirarnos en el espejo que refleja “una generación limpia en su propia
opinión”. Debemos mirar a Jesús porque al ver su extrema pureza y santidad
descubrirá nuestra total corrupción. Al ver la realidad de lo que somos seremos
movidos a ir al Señor y decirle: “Señor, ten piedad de mí que soy pecador” En
Jesús Dios me muestra a mi mismo.