EL IMPERIO DEL MAL
Si la luz que hay en ti es tiniebla, ¿qué serán
las tinieblas?
Amnistía Internacional
alerta que la democracia desaparece debido a la pérdida de derechos humanos que
es su fundamento. Esta pérdida va adquiriendo velocidad supersónica a medida
que la influencia cristiana va perdiendo peso en la sociedad. Cuando el
cristianismo ejercía una fuerte influencia social la corrupción moral se
mantenía controlada. Por nacimiento
natural todos nacemos siendo hijos del diablo. Este nacimiento con la
inclinación a hacer el mal se debe a que cuando Adán pecó toda su descendencia
se encontraba en sus lomos y heredera del pecado que nos inclina a hacer el
mal. Cuando el cristianismo es activo actúa como la sal que preserva la carne
de descomposición. Cuando el cristianismo se convierte en un humanismo más, la
sal que es, pierde su sabor y con ello la capacidad de preservar a la sociedad
de corromperse. ¿Qué utilidad tiene la sal insípida? Ninguna. Jesús nos dice
qué se hace con ella: “Ya no sirve para nada, sino ser echada fuera y ser
pisoteada por los hombres” (Mateo 5: 13).
En las épocas de
esplendor cristiano su presencia se hacía notar en la sociedad. Actuaba como
purificador social. En aquellos momentos de efervescencia cristiana “el espíritu
inmundo sale del hombre, anda por lugares yermos, buscando reposo, y no lo
encuentra” (Mateo 12: 43). Cuando el cristianismo es pujante Satanás abandona
la posición que ocupa en la sociedad con el rabo ente las piernas. Pero no ha
sido derrotado. Es una retirada estratégica en espera de volver a recuperar la
posición que ocupaba. Esperando la hora de la revancha para cuando el
cristianismo vuelve a convertirse en sal insípida. En nuestros días el
cristianismo pierde influencia debido a las corrupciones que se dan entre sus
miembros y por haber abandonado la verdad de Dios por la mentira. He llegado mi
hora, se dice Satanás: “Volveré a mi casa de donde salí acompañado de siete
espíritus peores que él, y entrados, moran allá, y el postrer estado de aquel
hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala
generación” (Mateo 12: 44, 45). Fíjese el lector que el espíritu maligno
regresa a la casa que abandonó acompañado de siete espíritus peores que él. El
número 7 significa multitud. Si un espíritu maligno ya puede hacer mucho daño, cuánto más siete.
Como era habitual Jesús
recorría la tierra. En uno de sus viajes llega a la tierra de los gadarenos y
se encuentra con un endemoniado al que le pregunta: “¿Cuál es tu nombre?” Le
responde: “Legión es mi nombre, porque somos muchos” (Marcos 5: 9). El
comportamiento de este endemoniado nos ayudará a entender qué significa que
siete espíritus malignos moran en una persona. El endemoniada gadareno “tenía
su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aún con cadenas. Porque
muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían
sido hechas pedazos por él, y desmenuzaba los grillos, y nadie le podía
dominar. Y siempre de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los
sepulcros, e hiriéndose con piedras” (vv. 3-5). Dejo que sea el lector quien
interprete el comportamiento del endemoniado. Si es tan horrible, ¿qué será
cuando el Anticristo aparezca en la tierra para dominarla?
Los cristianos esperamos
a venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo para instaurar el reino eterno de
Dios, porque con ella se terminarán todas las insatisfacciones que soportamos
en el tiempo presente. Antes de que este acontecimiento glorioso se produzca,
“nadie os engañe en ninguna manera, porque no vendrá sin que antes venga la
apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual
se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto,
tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios”
(2 Tesalonicenses 2: 3, 4).
Esta situación futura que
el apóstol Pablo identifica como “el misterio de la iniquidad”, si no fuese por
revelación divina nadie podría sospechar su existencia. Ya está actuando sólo
que de momento hay quien detiene su plena manifestación, hasta que quien lo
detiene a su vez sea quitado de en medio (v. 7). Esta lucha que se forja en las
esferas celestiales es invisible para los ojos del rostro, pero se hace visible
a los ojos de la fe.
Desde que el pecado entró
en el mundo por la desobediencia de Adán el ser humano ha tenido que luchar
“contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las
tinieblas de este siglo, contra las huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes” (Efesios 6: 12), pero el Espíritu Santo impide que puedan
manifestarse con todo su poder. Se acerca, pero, la hora en que el Espíritu
Santo se retire del escenario para que Satanás pueda manifestarse con toda su
virulencia, “y se manifieste aquel inicuo” (2 Tesalonicenses 2: 8). Los días
del imperio del mal: “por causa de los elegidos, aquellos días serán acortados”
(Mateo 24: 22). Cuando llegue la hora, el reino del inicuo el Señor” lo
destruirá con el resplandor de su venida”
(2 Tesalonicenses 2: 8).
La ciencia a la que se le
da tanta importancia falla estrepitosamente a la hora de resolver los problemas
humanos. No es la razón la que soluciona los graves problemas que nos afectan.
El causante de ellos es Satanás, que es homicida y padre de mentira desde el
principio. La fe en Jesús, que es don de Dios, es la que nos abre los ojos para
ver al “influencer” que es quien nos induce a actuar de la manera malvada como
lo hacemos. Hoy podemos solicitar la ayuda del Señor, mañana quizás no se nos
presentará la posibilidad d hacerlo.
Octavi Pereña Cortina
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