dissabte, 27 de juliol del 2024

 

VIDA EN COMUNIDAD

Los sueños si no se hacen realidad, ¿para qué sirven?

“Cohousing” es una nueva palabra que bien seguro la normalizarán las diversas academias de la lengua. La palaba podría traducirse: Vivir en pequeñas comunidades. Según Kristen Ghodsee, quienes practican “Cohousing consiguen niveles más altos de felicidad porque sueñan en una manera diferente de vivir en donde se encuentra un índice más bajo de soledad no deseada”. Esta manera de vivir en pequeñas comunidades alejadas de los mastodónticos núcleos urbanos no es un descubrimiento hecho en el siglo XXI. Hace unos 2.500 años el filósofo griego Pitágoras fundó una pequeña comunidad en el sur de Italia en donde se agrupó un pequeño número de personas no satisfechas con la manera de vivir de los griegos. Se hicieron famosos los cristianos egipcios que abandonaron las grandes aglomeraciones urbanas para refugiarse en el desierto viviendo como ermitaños creyendo que podrían dejar atrás la corrupción moral que se daba en las grandes ciudades y así vivir santamente como exige la fe cristiana. Se equivocaron porque la corrupción que creían poder dejar atrás la llevaron consigo porque transportaban el pecado que es el germen de la corrupción moral. La creación de comunidades perfectas es inviable porque el ser humano no es perfecto.

Podemos entender la facilidad con que se transmite la corrupción moral si nos fijamos en una manzana. Aparentemente está sana. A los pocos días parece una mancha, se la tiene que sacar del cesto para que no contamine el resto de la fruta. Tenemos que dar gracias a Dios porque la mayoría de las personas no son grandes pecadores. Es cierto que en determinadas circunstancias se dan grandes muestras de solidaridad. En otras situaciones esta misma persona se comporta como pecadora que es.

En un principio todas las comunidades basadas en el “Cohousing”, eremitas o monásticas, dan la sensación de ser sanas. El principio de todas ellas es el bien común. Gozan de un alto nivel de felicidad. Más pronto o más tarde comienzan a manifestarse los frutos de la carne, enemistades, pleitos, celos, iras…Aquella comunidad que en un principio parecía estar tan unida empieza a cuartearse, desintegrarse. De ella solo queda el recuerdo envuelto en la neblina del tiempo. Los cristianos no tienen que huir del mundo (1 Corintios 5: 9, 10), sino vivir en él porque la luz que son en Cristo “en las tinieblas resplandece” (Juan 1: 5).

Dada la condición humana quienes practican el “Cohousing” van a encontrarse con un gran desengaño porque buscan la felicidad por un camino tramposo que les llevará a preguntarse qué tengo que hacer para ser feliz. Lo mismo tiene que hacer el resto de los mortales que viven inmersos en la confusión existente  en el mundo. Mírese donde se mire, todo es problemático. Resuelves una dificultad y de debajo de las piedras aparecen dos de nuevas. ¿Qué tienen que hacer quienes viven en la jungla de la civilización para encontrar la felicidad que se les escurre como el agua de entre los dedos? Aprender a convivir con lo que hay. ¿Cómo hacerlo?

En ningún lugar de la Biblia se enseña que las personas tienen que refugiarse en algún lugar solitario para encontrar el gozo del Señor que es permanente. No depende de las circunstancias, sean favorables o adversas. La felicidad que buscan los hombres es un conjunto de situaciones agradables que dura lo que los momentos placenteros son vivos. Finalizado el momento de éxtasis el alma vuelve a sentirse vacía y atormentada. El placer momentáneo no es felicidad genuina.

La insatisfacción permanente que agobia a las personas se debe a que rechazan a Dios el Padre, que en su Hijo Jesús concede su paz que excede la comprensión humana. Los prejuicios son los que impiden que las personas disfruten del gozo permanente que el Padre da por la fe en su Hijo. El texto nos dice que Jesús encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. El resultado del encuentro de Felipe con Jesús tuvo que ser algo exuberante. No pudo guardar en el buche el gozo que había hallado en Jesús, la Perla de gran precio. El texto sigue relatando: “Felipe encontró a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a Aquel de quien escribió Moisés en la Ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José de Nazaret. Natanael le dijo: ¿de Nazaret puede  salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve” (Juan 1: 43-46). Una mujer que padecía una hemorragia persistente y que todo lo que tenía se lo había gastado en médicos, a hurtadillas tocó a Jesús. Automáticamente la hemorragia se secó. Jesús dirigiéndose a la mujer le dijo. “Ten confianza hija, tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lucas 8: 43-48). Si el lector busca la felicidad con la persistencia como el minero busca oro sin encontrarlo, le pregunto. ¿Cuánto te has gastado en espectáculos, viajes, placeres, que no te han proporcionado la felicidad que buscas? Por fe toca a Jesús y automáticamente comenzarás a disfrutar el gozo que con tanto desespero buscas.

Octavi Pereña Cortina

 

JONÁS 2: 12

“Entonces oró Jonás al Señor su Dios desde el vientre del pez, y dijo: Invoqué en mi angustia al Señor, y Él me oyó, desde el seno del sepulcro clamé, y mi voz oíste”

“Mas la hora viene, y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan  4: 23). Este texto forma parte de la conversación que Jesús mantuvo con la samaritana. Jesús le viene a decir a la mujer que se ha terminado el tiempo en que en el templo en Jerusalén o  otro lugar considerado sagrado eran los espacios idóneos para dirigiré a Dios. Con la muerte y resurrección de Jesús los lugares considerados sagrados no tienen razón de ser.

Cuando Jesús enseña a sus discípulos a orar les dice que no lo hagan como los fariseos hipócritas que les gusta hacerlo en público para recibir los aplausos de los espectadores.  Así de claro lo dice Jesús: “Mas tú, cuando ores, entra en tu habitación, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6: 6). Lo que nos viene a decir Jesús es que los devocionales no tienen que convertirse en un espectáculo. Consisten en una relación íntima entre el orante y el Padre celestial. Una vez cerrada la puerta abre tu corazón al Señor. Si alguien te contempla podrá pensar que estás ebrio como el sacerdote Elí lo creyó de Ana. Pero el Señor escuchó la oración de Ana. Ello no quita que imitemos  a Nehemías que sirviendo al rey como copero  “Oró al Dios de los cielos” Nehemías 2: 4). Creo improbable que si no se mantienen reuniones secretas con el Padre celestial, encontrándonos inmersos en ocupaciones mundanas “Oremos al Dios de los cielos”.

Vayamos al texto de Jonás. Dios manda al profeta que vaya a Nínive y exponga el mensaje de salvación que tienen preparado para los ninivitas. En vez de obedecer, embarcó en un navío con destino a Tarsis. Es decir, en dirección opuesta al destino que le había asignado el Señor. El Señor manda una fuerte tempestad que amenaza con hacer naufragar la nave en que viaja Jonás. La tripulación lanza al mar al profeta desobediente a Dios con el propósito de calmar la tempestad. Pero Dios tiene preparado un gran pez que engulle al profeta desobediente.   Encontrándose en lo que considera “el seno del sepulcro, oró a Dios y Él me oyó”. La omnipresencia  de Dios no tiene límites. Supongamos que toda la humanidad en un mismo instante se dirigiese al Padre en oración. La línea de comunicación con Dios  no se bloquearía, impidiendo hablar con Él. El Señor permanece sentado las veinticuatro horas del día ante la centralita dispuesto a escuchar a quienes quieren hablar con Él. La relación con Dios no tiene ningún parecido con lo que ocurre con la sanidad pública que en algunos casos tiene demoras de meses.

Jonás enterrado en el vientre del gran pez, dice: “Invoqué en mi angustia y Él me oyó, desde el seno del sepulcro clamé, y mi voz oíste”.  En el lugar más inimaginable en que podamos encontrarnos el Señor tiene su oído atento para escuchar nuestras suplicas y llenar de abundante paz al corazón afligido.


MIQUEAS 4. 1, 3

“Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa del Señor será establecido por cabeza de montes, y más alto que los collados, y correrán a Él los pueblos…Y Él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá naciones poderosas hasta muy lejos, y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces, no se alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra”

Desde Caín,  el primogénito de Adán que asesinó a su hermano Abel por diferencias religiosas hasta nuestros días y, desde hoy hasta el final del tiempo, será una historia caracterizada por la violencia. Hoy por no perder la costumbre, nuestra existencia se caracteriza por la inestabilidad. Nos quejamos. Nos manifestamos. Conseguimos pequeñas victorias. Pero sigue vigente la maldición que Dios pronunció contra la Tierra por el pecado de Adán. Se nos concede el derecho al pataleo, pero la maldición sigue en pie. No se ha debilitado ni lo más mínimo. Falsas religiones proliferan que confunden  a los hombres. Guerras y rumores de guerras nos asedian. La maldad en sus diversas manifestaciones se pasea lozana entre nosotros. En vez de patalear para no conseguir nada provechoso deberíamos sentarnos y con tranquilidad    reflexionar si ello tiene algún significado. “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos, y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21: 28). Jesús narra una parábola que nos instruye: “Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano ya está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21: 29-31). Así que los cataclismos que nos zarandean a su gusto no tienen por qué ser motivo de desánimo. Nos recuerdan que el reino de Dios se acerca y con su venida el fin de todo aquello que nos perturba. Jesús en diversas ocasiones alerta a que permanezcan vigilantes porque el reino de Dios no vendrá acompañado de bombos  y platillos para despertarnos de nuestra soñolencia. Lo hará de manera inesperada como lo hace el ladrón que entra en nuestra casa para desvalijarla. Siempre  tenemos que estar en alerta para que no nos suceda lo mismo que les ocurrió a aquellas vírgenes necias que no estaban preparadas para recibir al esposo. Mientras fueron  buscar aceite para sus lámparas el esposo llegó y entrado en el salón de la cena con las vírgenes prudentes, se cerró la puerta. Las vírgenes imprudentes que no se prepararon para la venida del Esposo, al regresar de ir a comprar aceite para sus lámparas encontraron cerrada la puerta que daba acceso al salón donde se celebraba el banquete. Golpearon con fuerza a la puerta. Ésta no se abrió. Desde el interior oyeron una voz que les decía. “No os conozco”. Si no desmayamos seremos salvos y, en el día de la resurrección entraremos en el reino de Dios anunciado por el profeta Miqueas. Así que, el mal tiene un límite. Los que se convierten en ciudadanos del reino de Dios por la fe en Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores gozarán eternamente la paz de Dios.

 

 

diumenge, 7 de juliol del 2024

 

EL IMPERIO DEL MAL

Si la luz que hay en ti es tiniebla, ¿qué serán las tinieblas?

Amnistía Internacional alerta que la democracia desaparece debido a la pérdida de derechos humanos que es su fundamento. Esta pérdida va adquiriendo velocidad supersónica a medida que la influencia cristiana va perdiendo peso en la sociedad. Cuando el cristianismo ejercía una fuerte influencia social la corrupción moral se mantenía controlada.  Por nacimiento natural todos nacemos siendo hijos del diablo. Este nacimiento con la inclinación a hacer el mal se debe a que cuando Adán pecó toda su descendencia se encontraba en sus lomos y heredera del pecado que nos inclina a hacer el mal. Cuando el cristianismo es activo actúa como la sal que preserva la carne de descomposición. Cuando el cristianismo se convierte en un humanismo más, la sal que es, pierde su sabor y con ello la capacidad de preservar a la sociedad de corromperse. ¿Qué utilidad tiene la sal insípida? Ninguna. Jesús nos dice qué se hace con ella: “Ya no sirve para nada, sino ser echada fuera y ser pisoteada por los hombres” (Mateo 5: 13).

En las épocas de esplendor cristiano su presencia se hacía notar en la sociedad. Actuaba como purificador social. En aquellos momentos de efervescencia cristiana “el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares yermos, buscando reposo, y no lo encuentra” (Mateo 12: 43). Cuando el cristianismo es pujante Satanás abandona la posición que ocupa en la sociedad con el rabo ente las piernas. Pero no ha sido derrotado. Es una retirada estratégica en espera de volver a recuperar la posición que ocupaba. Esperando la hora de la revancha para cuando el cristianismo vuelve a convertirse en sal insípida. En nuestros días el cristianismo pierde influencia debido a las corrupciones que se dan entre sus miembros y por haber abandonado la verdad de Dios por la mentira. He llegado mi hora, se dice Satanás: “Volveré a mi casa de donde salí acompañado de siete espíritus peores que él, y entrados, moran allá, y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación” (Mateo 12: 44, 45). Fíjese el lector que el espíritu maligno regresa a la casa que abandonó acompañado de siete espíritus peores que él. El número 7 significa multitud. Si un espíritu maligno  ya puede hacer mucho daño, cuánto más siete.

Como era habitual Jesús recorría la tierra. En uno de sus viajes llega a la tierra de los gadarenos y se encuentra con un endemoniado al que le pregunta: “¿Cuál es tu nombre?” Le responde: “Legión es mi nombre, porque somos muchos” (Marcos 5: 9). El comportamiento de este endemoniado nos ayudará a entender qué significa que siete espíritus malignos moran en una persona. El endemoniada gadareno “tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aún con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzaba los grillos, y nadie le podía dominar. Y siempre de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras” (vv. 3-5). Dejo que sea el lector quien interprete el comportamiento del endemoniado. Si es tan horrible, ¿qué será cuando el Anticristo aparezca en la tierra para dominarla?

Los cristianos esperamos a venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo para instaurar el reino eterno de Dios, porque con ella se terminarán todas las insatisfacciones que soportamos en el tiempo presente. Antes de que este acontecimiento glorioso se produzca, “nadie os engañe en ninguna manera, porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2: 3, 4).

Esta situación futura que el apóstol Pablo identifica como “el misterio de la iniquidad”, si no fuese por revelación divina nadie podría sospechar su existencia. Ya está actuando sólo que de momento hay quien detiene su plena manifestación, hasta que quien lo detiene a su vez sea quitado de en medio (v. 7). Esta lucha que se forja en las esferas celestiales es invisible para los ojos del rostro, pero se hace visible a los ojos de la fe.

Desde que el pecado entró en el mundo por la desobediencia de Adán el ser humano ha tenido que luchar “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6: 12), pero el Espíritu Santo impide que puedan manifestarse con todo su poder. Se acerca, pero, la hora en que el Espíritu Santo se retire del escenario para que Satanás pueda manifestarse con toda su virulencia, “y se manifieste aquel inicuo” (2 Tesalonicenses 2: 8). Los días del imperio del mal: “por causa de los elegidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24: 22). Cuando llegue la hora, el reino del inicuo el Señor” lo destruirá con el resplandor de su venida”              (2 Tesalonicenses 2: 8).

La ciencia a la que se le da tanta importancia falla estrepitosamente a la hora de resolver los problemas humanos. No es la razón la que soluciona los graves problemas que nos afectan. El causante de ellos es Satanás, que es homicida y padre de mentira desde el principio. La fe en Jesús, que es don de Dios, es la que nos abre los ojos para ver al “influencer” que es quien nos induce a actuar de la manera malvada como lo hacemos. Hoy podemos solicitar la ayuda del Señor, mañana quizás no se nos presentará la posibilidad d hacerlo.

Octavi Pereña Cortina

 

 

JUAN 6: 28

“¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?

El texto que comentamos es una pregunta que muchos se hacen. “Entonces vino uno y le dijo” (a Jesús): “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? (Mateo 14: 16). Jesús le respondió: “Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos” (v. 17). Jesús le recuerda los mandamientos. El joven le dijo: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús que conoce lo que hay en el interior del hombre le dice: “Si quieres ser perfecto, anda vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven y sígueme” (v. 21). “Oyendo el joven esta palabra se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (v. 22). Es dudoso que el joven guardase todos los mandamientos. El amor al dinero le impedía poder cumplir toda la Ley de Dios. Según Santiago: “Cualquiera que guarde la Ley, pero ofende en u punto, se hace culpable de todos” (2: 10). La Ley no sirve para salvar porque o hay nadie que pueda cumplirla. La finalidad de la Ley es hacer ver al hombre que es pecador con el propósito de ser nuestro “guía, que nos lleva a Cristo, a fin que seamos justificados por la fe” (Gálatas 3: 24). Cuando se comprende que el hombre es malo y que no puede hacer de ninguna de las maneras obras buenas con las cuales comprar el favor de Dios, manda a la hoguera las duras privaciones a que sometía su cuerpo, duros ayunos que le enfermaban, extenuantes oraciones que le provocaban alucinaciones, la utilización del látigo y el cilicio que le producían dolorosas heridas…Con todo ello no se consigue extirpar el pecado y mantiene viva la incertidumbre: ¿Soy salvo? Como la respuesta es: NO LO SÉ, se prosigue con la mortificación del cuerpo  que conduce a la condenación eterna porque el pecado que separa de Dios no se ha perdonado porque únicamente: “la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).

Volvamos al texto que sirve de base a esta meditación: “¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios? Jesús responde a quienes le preguntaban: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado” (Juan 8: 29). Quede claro que la fe no es una obra meritoria con la que conseguir el favor de Dios: “Es por gracia que somos salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2: 8).

Si el lector tiene la incertidumbre de si es salvo o no puede ser debido a que no ha entendido que la salvación es un regalo de Dios que concede por pura misericordia. Pídele al Señor que te lo aclare y saldrás de dudas.


 

ZACARÍAS 10: 2

“Porque los terafines han dado vanos oráculos. Y los adivinos han visto mentira, han hablado sueños vanos, y vano es su consuelo, por lo cual el pueblo vaga como ovejas, y sufre porque no tiene Pastor”

Ante un mundo convulso, envuelto  de espesas tinieblas espirituales como si se tratase de mortaja, se necesita la firme mano de políticos inteligentes que guíen por los caminos de la justicia. En esta situación se encontraba Israel en Zacarías. Hacia dónde se dirigían, tanto el pueblo como los reyes y sus consejeros? El texto que comentamos lo aclara con luz meridiana. En vez de seguir a Jesús que es a luz del mundo que hace que el que le siga no ande en tinieblas sino en la luz de la vida (Juan 8. 12), se volvieron en pos de los “terafines”, estatuitas de distintos tamaños. Se hicieron ídolos detrás de los cuales se encuentran los demonios, espíritus de maldad y de mentira que daban respuestas vanas que no servían para enderezar los caminos torcidos  que los llevaban a la hecatombe, tanto a nivel individual, familiar y nacional. Como las respuestas que dan los ídolos no satisfacen, se buscan adivinos que les anuncien el futuro oculto. ¿Qué pueden pronosticar los adivinos detrás de los cuales se esconden Satanás  y sus diablos? Es así como Jesús define a esta gente que en vez de volverse a Él le da la espalda: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8: 44). Con esta clase de consejeros no debe extrañarnos que el mundo funciones de la manera como  lo hace. Los consejos que dan las personas que como padre tienen a Satanás, no debería extrañarnos que la violencia y la corrupción se extiendan como reguero de pólvora.

“Por lo cual”, nos dice Zacarías, “el pueblo vaga como ovejas, y sufre porque no tiene Pastor”. Se dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. La causa de ello se debe a que la mayoría de los ciudadanos confían en los terafines, en los adivinos para que sean sus consejeros. De tal palo tal astilla. De la ciudadanía salen los políticos y la posición de poder que tienen sirve para ayudar a incrementar la perversidad moral de la población.

¿Existe remedio a tal problema? En el aspecto colectivo diré que no. Sí es posible en lo individual. Zacarías añade: “Contra los pastores se ha encendido mi enojo…pero el Señor de los ejércitos visitará su rebaño” (v. 3). ¿Qué significan estas palabras? Que en medio del desconcierto colectivo Jesús es el Buen Pastor a sus ovejas que pastorea nada les va a faltar, que en lugares de delicados pastos las hará las hará descansar, junto a aguas de reposo las pastoreará y confortará sus almas (Salo 23: 1-3). Lector, ¿es Jesús tu Pastor?