RESPONSABILIDAD HUMANA
<b>Quien siembra vientos recoge
tempestades</v>
El periodista <b>Víctor M.
Amela</b> trata con <b>Ferdinand von Schirach</b>, abogado,
periodista y escritor, el tema de la responsabilidad que tiene el hombre de sus
actos. El entrevistado al tratar el tema de la responsabilidad penal de los
autores de genocidios puso como ejemplo a una persona muy cercana: su abuelo <b>Baldur von Schirach, que
con 25 años fue nombrado por Hitler
cabeza de las Juventudes Hitlerianas, después gobernador de Viena hasta el
final de la guerra.
Pienso que <b>Ferdinand von
Schirach</b> se merece un reconocimiento por referirse a su abuelo de la
manera como lo hace. El periodista le hace una pregunta directa que muchos
intentarían esquivar: ¿Lo exculpa usted? La respuesta debería hacernos
reflexionar a todos: “No, mi abuelo fue culpable. Podría haber escogido otro
camino, eligió a Hitler y sus crímenes”. El abuelo de Ferdinand fue juzgado en
Núremberg, donde declaró: “La juventud alemana es inocente. Es culpa mía haber
educado a la juventud en la fe en
Hitler, el hombre que juzgué irreprochable y que resultó ser el asesino de
millones de seres humanos”. El nieto reprocha a su abuelo no “haber defendido
la dignidad humana individual”. Los dictadores, grandes o pequeños, tienen
mucho palique. Saben embaucar a las
personas. Se presentan con falsa personalidad. Pero la responsabilidad de
dejarse engañar es de quien lo permite. “Pudiendo escoger”, dice Ferdinand,
“otro camino escogió a Hitler y sus crímenes”. La verdad es que me gusta la sinceridad con que
<b>Ferdinand von Schirach</b> habla de su abuelo. Podría defender
su honor culpando a Hitler y la maquinaria publicitaria dirigida por Goebbels.
No lo hace y reconoce que su abuelo es
responsable de sus actos. Otros tiran pelotas fuera culpando a Dios de lo que
pasa en el mundo. Argumentan: ¿Por qué permite lo que ocurre?
<b>Ferdinand von Schirach</b> consciente o inconscientemente se
pone al lado de lo que enseña la Biblia: “No os engañéis, Dios no puede ser
burlado: todo lo que el hombre siembra, eso también segará” (Gálatas 6:7). Dios
no ha creado al hombre zombi, lo ha dotado con el don del libre arbitrio, puede
escoger entre el bien y el mal. Aun cuando no sea creyente en Cristo, posee lo
que los filósofos llaman ley moral, que es el pábilo vacilante que le queda de
haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. La conciencia le dicta lo que
está bien y lo que está mal. El libre arbitrio de que dispone le permite
escoger libremente. Desgraciadamente prefiere escoger el mal y las
consecuencias las vemos en ese mundo en llamas que es un anticipo de lo que es
el infierno eterno. “Mi abuelo”, dice <b>Ferdinand von Schirach</b>
“no activó el último resorte de su conciencia para apartarse del crimen.
Escogió el camino del mal de manera consciente y sostenida en el tiempo. Fue
culpable”. La declaración de la Biblia es contundente: “No hay justo, ni aun
uno” (Romanos 3: 10). Esta no tiene porqué ser la condición del hombre. Jesús
vino a deshacer con su muerte y resurrección el daño que Adán con su
desobediencia causó a toda su descendencia ya que por nacimiento de mujer todos
nacemos siendo hijos del diablo.
Los dirigentes religiosos judíos presumían
de ser descendientes de Abraham por lo que creían que formaban parte del pueblo
de Dios. Jesús les quita la careta cuando les dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de
vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de
suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8. 44). Las
características de ser hijos de un padre espiritual como lo es el diablo son:
“Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería,
enemistades, pleitos, celos, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías y cosas semejantes a estas…”(Gálatas 5: 19-21). Estas son
las características que manifiestan que los
hombres en general son hijos del diablo.
El apóstol Pablo escribiendo a los
cristianos de Corintio, les dice: “De modo que si alguno esta en Cristo, nueva
criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (1
Corintios 5: 19). Quienes han creído en Cristo son nuevas criaturas que han
dejado de ser hijos del diablo para convertirse por adopción en hijos de Dios.
Las características de ser hijos de Dios son: “Amor, gozo, paz, paciencia,
longanimidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:.22, 23).
La sociedad intenta resolver la
diversidad de delitos que se cometen diariamente con policías, jueces, cárceles
y todos los medios disuasorios que nos podamos imaginar. El esfuerzo es costoso
económicamente y de resultado estéril porque
se atacan las consecuencias pero no la raíz de los problemas. Que tiene que
haber jueces, policías, abogados, cárceles, sin duda alguna, todos ellos son
necesarios para frenar de algún modo la delincuencia, pero la causa de los
males que nos perjudican socialmente es espiritual. Este es el campo que debe
trabajarse. Es competencia exclusiva de las iglesias cristianas que tienen que
anunciar con toda claridad que Jesús es el médico que cura la enfermedad
espiritual, el pecado, que es el causante de la diversidad delictiva que crece
exponencialmente. Sin Jesús, cuya sangre limpia todos los pecados no se
encontrará solución a la delincuencia de cuello blanco y de mono azul.
Octavi
Pereña i Cortina
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