dilluns, 4 de novembre del 2019


NEHEMIAS 8:3

“Y todos los que podían entender y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley”
El pueblo reunido en la plaza como un solo hombre dijeron a Esdras “que trajese el libro de la Ley de Moisés, la cual el señor había dado a Israel” (v.1). Nos  encontramos reunidos en el lugar destinado al culto. En el atril se encuentra abierto un ejemplar de la Biblia. ¿Qué hacemos con ella?  Pueden darse dos situaciones opuestas. Una nos lo dice el texto que es motivo de esta reflexión: tener los oídos dispuestos a escuchar lo que dice la Ley. La otra la manera de reaccionar a la invitación que                                       el rey hace a la boda de su hijo. La respuesta fue que los invitados no quisieron asistir. (Mateo 22: 1-13). Es una clara alusión al pueblo de Israel que no quiere escuchar la invitación que Jesús hace de que crean en Él como el Mesías prometido. Los asuntos temporales tienen prioridad con respecto al reino de Dios. Así les va a los judíos por haber rechazado el Mesías anunciado por los profetas.
El rey de la parábola se enoja contra sus siervos que lo menosprecian negándose a asistir a la boda de su hijo. Envía a sus siervos a salir a la calle a invitar aquellos que previamente no habían sido convidados a la boda: “y la boda se llenó de convidados”. El pueblo de Israel no quiere asistir al banquete  boda del   hijo de Dios. El vacío dejado lo ocuparán los gentiles. Para nosotros los cristianos es un toque de atención. ¿Con qué atención asistimos a los cultos? ¿Están nuestros oídos atentos a lo que dice la  Biblia? ¿Existe en nuestros corazones hambre y sed de la Palabra de Dios o nuestra asistencia a los cultos es la costumbre adquirida de cumplir con el precepto dominical?
La parábola de las cinco vírgenes necias y de las cinco prudentes es una clara advertencia de que tenemos que estar preparados para la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo para estar con Él en el banquete de bodas del Cordero. Si viene y no llevamos puesto el vestido de boda que es de lino blanco y resplandeciente, que es la señal de que la sangre que Jesús vertió en la cruz del Gólgota ha limpiado todos nuestros pecados, la puerta que da acceso a la sal del banquete permanecerá cerrada. Habremos  sido excluidos del banquete. Si el Espíritu Santo da testimonio a nuestro a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios llevamos puesto el vestido de lino blanco resplandeciente. Que Jesús venga en el momento que crea oportuno ya que la puerta que da acceso al salón del banquete de bodas estará abierta de par en par. Nuestro nombre está escrito en el lugar que el Rey ha reservado para nosotros.


SALMO 65: 4

“bienaventurado el que escoges  y atraes a ti, para que habite en tus atrios, seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo”
El autor de este salmo es David que hace una confesión del concepto que tiene de sí mismo. “Las iniquidades prevalecen contra mi” (v. 3). “Bienaventurado el que escoges  y atraes a ti”. La bienaventuranza no se refiere a personas que se consideran buenas. Los que ejercen la violencia intergeneracional. Los que se hacen zancadillas los unos a los otros…Son muchas las personas que se consideran buena porque ven la mota en el ojo del vecino pero no ven  la biga que hay en su propio ojo. La ceguera que hay en sus ojos les impide ver su propia maldad. David que no tiene un concepto equivocado de sí mismo no tiene ningún inconveniente de reconocer ante Dios y ante los lectores de su poema: “Las iniquidades prevalecen ante mí”.
Dios ha permitido que el poema de David se conservase en la Biblia para nuestra edificación espiritual. Desmiente que Dios busque a buenas personas para que sean bienaventuradas al ser escogidas para que habiten en los atrios del templo, manera de decir “en su presencia”.
Al oír Jesús que los escribas y fariseos se quejaban a sus discípulos de que comiese con los cobradores de impuestos, colectivo rechazado por los judíos por su colaboración con Roma, y con pecadores, el Señor les dice: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores” (Marcos 2: 17). Bienaventurados son los pecadores que Jesús llama para perdonarles sus pecados.
Los pecadores que David considera bienaventurados por haber sido escogidos por Dios, no lo hace para que mantengan con Él una relación superficial, los podríamos llamar domingueros. Los escoge para que mantengan con Él una relación íntima. Han nacido de nuevo por la fe en Jesús el Salvador y los ha convertido en templo del Espíritu Santo. Por haber sido adoptados como hijos de Dios llaman con convencimiento Padre a Dios. Esta relación íntima del creyente en Cristo con Dios, el salmista la ilustra con estas palabras: “Para que habite en tus atrios, y seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo”



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