dilluns, 18 de febrer del 2019


JUAN 2: 24

“Mas Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos”
¿Creer en los milagros significa que se posee una fe auténtica en Jesús? Según la Escritura, no. Jesús cuando relata la parábola del rico y de Lázaro (Lucas 16: 19-31), lo desmiente cuando pone en boca de Abraham  en respuesta de la petición que le hace el rico de que envié a la casa de su padre a lázaro para que testifique a sus hermanos de lo que existe realmente más allá de la muerte: cielo e infierno. Como respuesta se le dice: “A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos”. El rico que no se conforma con esta respuesta le dice: “No, padre Abraham, pero si alguno fuere a ellos  de entre los muertos, se arrepentirán”. Entonces Abraham le responde con unas palabras que deben ser retenidas en el corazón: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos”.
La Iglesia católica hace mucho énfasis en los milagros. Se organizan peregrinaciones a los santuarios marianos para fortalecer la fe los pelegrinos  y conseguir la curación de los enfermos. Los milagros que se dice se producen en dichos santuarios ¿sirven para despertar la fe en Jesús en quienes dicen que suceden? Si es que alguna fe despiertan no es en Jesús sino en la virgen que lleva el nombre del santuario visitado. Jesús es un actor secundario cuyo Nombre apenas merece ser nombrado.
El texto que comentamos dice “Muchos creyeron en su Nombre, viendo las señales que hacía (v. 23). Los milagros que hizo Jesús fueron auténticas señales que le acreditaban como el Mesías que esperaban. “Muchos creyeron en su Nombre”. Si el texto no añadiese nada más podríamos entender la respuesta dada a Jesús  como auténticas conversiones. El texto no nos deja en la duda: “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues, Él sabía lo que sabía en el hombre” (vv.24, 25).
Hoy, Jesús está interesado principalmente en la salud del alma. Como Médico vertió su sangre en la cruz porque ella limpia todos los pecados de quienes creen en Él. Por la misericordia de Dios y por la intercesión que los creyentes hagamos por los enfermos, algunos puedan curar. Pronto o más tarde fallecerán de la enfermedad que se los llevará de este mundo. En el día de la resurrección los cuerpos que hoy arrastramos con todos sus achaques se levantarán cuerpos incorruptibles e inmortales. Es a esta salud eterna en la que tenemos que poner todo nuestro interés.

2 SAMUEL 11:27
“Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos del Señor”
¿Puede pecar el verdadero cristiano? Sí. ¿Debe pecar?, no. Es del apóstol Pablo esta admonición: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aun en él?” (Romanos 6: 1,2).
El rey David fue un verdadero hijo de Dios. Era justo porque por la fe en el Mesías que tenía que venir. Dios lo declaró justo. Pero como todos los justos a la vez que justos siguen siendo pecadores. Un matiz: Antes de la conversión a Jesús amantes del pecado.  Después de la conversión, aborrecedores de él. Como dice Jesús “del corazón salen los malos pensamientos…los adulterios, las fornicaciones (Mateo 15:19). Dado que del corazón salen los malos pensamientos, el mandamiento del Señor es: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4: 23). Adán no guardó el jardín en donde le puso Dios y pecó. David no guardó su corazón y pecó. Vigilemos pues.
David tuvo varias esposas y concubinas. No hizo  caso del mandamiento de Dios. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24). En un principio la monogamia. Con del pecado la poligamia. Sobre toda cosa guardada guardemos nuestro corazón de donde brotan los adulterios y fornicaciones.
Vayamos al adulterio de David. El proceso se inició antes de que viese a Betsabé bañándose. Empezó a fabricarse cuando “al caer la tarde que se levantó David de su lecho, y se paseaba sobre el terrado de la casa del rey” (2 Samuel 11:2). No es lógico que alguien se levante de la cama al atardecer. Ello implica irresponsabilidad. David no se comportaba como un buen pastor de Israel. La ociosidad es una mala compañera de viaje pues da pie a muchas anomalías. Se levanta al atardecer de la cama y en vez de preocuparse por los problemas del reino, algunos tendrían que ser de urgente resolución, decide pasearse por el terrado fisgando. Encontrándose en esta tarea sus ojos se posan en “una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa” ¿Qué dice Jesús al respecto? “Pues yo os digo que  cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). David comenzó a cometer adulterio en el momento en que deseó a la mujer que contemplaban sus ojos, lo culminó en el momento en que cohabitó con ella. “Lo  que había hecho fue desagradable a los ojos del Señor.
El profeta Natán que fue el encargado de abrir el corazón de David para que fuese consciente del pecado cometido, le dice a pesar de haberse arrepentido: “Por lo  cual no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para para que fuese tu mujer” (2 Samuel 12:10). Dios perdona el pecado pero su comisión siempre tiene unas consecuencias temporales según su gravedad.

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