LENGUAS Y BANDERAS
<b>Lenguas y banderas que indican
identidad pueden convertirse en semillas de odio y de violencia</b>
“El abanderado, sobre todo el político en
campaña, debería llevar un código de
barras. Es fundamental saber que envuelve cuando alguien se envuelve en una
bandera. Puede envolver un fardo de odio o el orgullo solidario de ser un país
de asilo y acogida. Puede envolver desconfianza hacia el extranjero o la mano
tendida a quien elige habitar un viejo país que se vacía. En una bandera puede
envolverse el daño a un retroceso machista
o el deseo de disfrutar un país que sea vanguardia en igualdad. Ya no
podemos equivocar os lo que envuelve una bandera: ¿Un lugar de miedo e
intimidación para la mujer o el hábitat de libertad? En la bandera puede
envolverse la libertad de expresión como un bien máximo a respetar o el
propósito de silenciar la palabra contraria. Una bandera puede envolver la
llave de una biblioteca o un martillo de herejes. Puede envolver memoria fértil
o amnesia retrógrada, pluralidad o monocultivo. Puede envolver, en fin, un
Estado de bienestar o una maquinaria de hacer daño” (<b>Manuel
Ribes</b> en su escrito <i>¿Qué puede envolver una
bandera?<b>/i>. La bandera como internet, como todo invento es inocua.
El problema se encuentra en las personas que la utilizan. El ser humano es la
pieza clave. Según sea éste la bandera llevará destrucción o bienestar.
<b>Joana Benet</b> en su
escrito </i> ‘Voxers’ del odio</i>, redacta: “Ser civilizado no
tiene nada que ver con tener estudios superiores o tener un alto cociente”.
Citando a <b>Teodor Todorov</b, dice: “Ser civilizado significa ser
capaz de reconocer plenamente la humanidad de los otros, aun cuando tengan rostros y hábitos diferentes de los nuestros,
saberse poner en su lugar y mirarnos a
nosotros mismos desde fuera”
En el mundo en que vivimos se está produciendo una regresión moral, una
peligrosa pedagogía que involuciona valores y contextos que parecían superados.
El ser humano como ser racional que es piensa e idea ideologías para crear un
mundo feliz, pero es incapaz de implantar alguno. En el momento en que el ser
humano se deifica y se cree capaz de establecer en los límites de su poder una
sociedad feliz, crea un nacionalismo excluyente que borra sea como sea todo lo
que se le oponga. No duda en utilizar las cloacas del Estado para eliminar
cualquier disidencia que se oponga a su mesianismo. De Mesías solamente hay
uno. Quienes intentan usurpar las funciones mesiánicas no son guiados por Dios
que es amor, sino por el diablo que es padre de la mentira y homicida desde el
principio. He aquí porque los mesianismos políticos, los religiosos también,
todos sin excepción se caracterizan por el odio, la violencia, la
injusticia y todos los males que uno se
pueda imaginar que no contribuyen al bienestar de los pueblos sino a su ruina.
Los nacionalismos excluyentes que restringen las libertades ciudadanas se
caracterizan por el elevado grado de corrupción porque eliminan del ámbito
público los mecanismos de control que frenan su expansión.
Los nacionalismos excluyentes divinizan
la patria y la bandera y persiguen a todos aquellos que no juren fidelidad a
estos dos símbolos nacionales. Una mirada a la historia y nos daremos cuenta de
que estos nacionalismos no han sobrevivido. Dios que fija los tiempos y los
límites de las naciones, cuando la corrupción hace verter el vaso Dios
interviene y traspasa el poder a otro. No existe reino o republica eterno.
Todos se hunden por la misma causa: CORRUPCIÓN.
Los cristianos tenemos una ventaja sobre
los que no lo son. A pesar que somos ciudadanos de países concretos, nuestra
verdadera ciudadanía se encuentra en el Reino de Dios. Que seamos ciudadanos
del Reino de Dios no nos quita la responsabilidad de trabajar para la
prosperidad de la nación en la que Dios nos haya colocado.
Los nacionalistas excluyentes a pesar de
que tengan el Nombre de Dios a flor de labios no son cristianos porque según Jesús, el Pacifista por
excelencia, no aprueba la coacción, la violencia que se ejercen sobre la ciudadanía
para imponer sus puntos de vista, ni la depuración de funcionarios públicos por
sus ideologías. Se puede ser religioso pero esto no es garantía de que se sea
un verdadero cristiano. A este
comportamiento anticristiano al que se le ha puesto una capa de barniz
cristiano, especialmente en los clérigos que se consideran representantes de
Cristo en la tierra, tiene unas consecuencias muy nefastas ya que hace que sean
muchos quienes cataloguen a Dios el Padre y a Dios el Hijo por el mal
comportamiento de quienes se dicen ser seguidores de Jesús.
Los nacionalismos nacen de la confusión
de lenguas que se produjo en Babel. En aquella época solamente había una. La
confusión se produjo cuando los hombres en su delirio de grandeza se dijeron:
“Vamos, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo, y
hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de la tierra” (Génesis 11:4). El
mandato de Dios era que el hombre se esparciese por toda la faz de la tierra.
Desobedeciendo a Dios quisieron concentrarse en una gran ciudad y quisieron
convertirse en dioses construyendo una torre que llegase hasta el cielo. Dios
desde las alturas se ríe de la necedad humana, diciendo: “Ahora, pues,
descendamos y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de
su compañero. Así los esparció el Señor desde allí sobre la faz de toda la
tierra, y dejaron de edificar la ciudad” (vv. 7,8). Babel fue el primer imperio
que se hundió y así ha sucedido a lo
largo de los siglos. Nadie puede divinizarse. Las lenguas son el resulta del pecado
pero también serán una señal de unidad en la diversidad cuando en el Reino de
Dios eterno los redimidos por la sangre de Jesús “cantarán un nuevo cántico,
diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste
inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación” (Apocalipsis 5: 9). En
el Reino de Dios eterno en que no habrá pecado que rompa la unidad se habrán
terminado las disputas por la supervivencia de las lenguas. La diversidad lingüística
y nacional servirá para adorar a Dios
sin confrontarse los unos con los otros.
Octavi
Pereña i Cortina
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