2 TIMOTEO 3: 16,17
“Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseña, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”
Ante una declaración de tal envergadura
como la que hace el texto que comentamos, ¿cómo es posible que miles de
millones de personas no pueden creer lo que dice? No pueden entender que
personas normales y corrientes como lo fueron los autores humanos de las
Escrituras cristianas pudiesen escribir sin errores. No pueden entender que
escritores separados por siglos de distancia, la melodía de cada uno de ellos
no perturbara la de los otros. No todos los que se denominan cristianos creen
en la infalibilidad de la Biblia. ¿Por qué ateos y cristianos coinciden en
considerar la Biblia como un libro plagado de errores y que sus historias no son nada más que buenos ejemplos
para enseñar pero que no son aplicables en nuestros días?
En mi adolescencia y juventud no creía
que la Biblia fuese la Palabra de Dios. ¿Qué es lo que me hizo cambiar de
opinión? Al principio de mi contacto con los protestantes no creía lo que el pastor me decía. Lo consideraba un pesado y procuraba
no encontrarme con él. Recuerdo que un día entando tumbado en la cama pronuncié
mi primera oración. Previamente había recitado como un loro muchos
padrenuestros y avemarías. Orar jamás. ¿Qué ocurrió? Encontrándome en una
postura nada ortodoxa según la religión, me dirigí a Dios con una duda: “Señor
si existes, la felicidad de la que me habla este hombre si es verdad, dámela
porque yo no la tengo”. No vi ninguna luz. Ni sucedió nada espectacular. En mi
interior se produjo un cambio. Dejé de dudar de la veracidad de la Biblia.
Inicié mi andadura cristiana como un hijo de Dios. En aquel instante dejé atrás
un pasado de incertidumbre para adentrarme en el amanecer de un nuevo día que
hasta el presente ha durado 60 años. Se me abrieron los ojos para ver que la
maravilla de la creación no es el fruto de la evolución iniciada por el fortuito
encuentro de unos átomos. Se me destaparon los oídos para atender la voz de
Dios que habla por medio de su Palabra revelada.
Por mi experiencia entiendo porque hay
tantas personas que no creen en la verdad de la Biblia. Creo en la existencia
de un sr espiritual que llamamos Satanás
a quien Jesús describe como padre de mentira y que cuando habla de lo
suyo habla mentira. Era el diablo quien me mantenía atrapado en la telaraña de
la mentira lo cual hacía que la verdad de Dios me fuese desagradable. En el
momento en que Jesús respondió a mi oración llena de duda, hizo resplandecer la
luz del Espíritu Santo. El mar de dudas en que estaba sumergido se convirtió en
un lago de aguas tranquilas en donde en el horizonte resplandece el Sol de
justicia que es Jesús que me guía a buen puerto: una eternidad de gozo inefable
contemplando cara a cara el rostro glorioso de Jesús mi Salvador.
COLOSENCES 4: 12
“Os
saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando
encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes,
perfectos y completos en todo lo que Dios quiere”
La iglesia del Señor, no confundirla con
la iglesia institución, está compuesta de muchos miembros, cada uno de ellos
dotado por el Espíritu Santo con dones determinados para que conjuntamente
sirvan para edificar a la iglesia de Cristo conforme al molo diseñado por el
Arquitecto. Cada creyente en Cristo como piedra viva del edificio en
construcción debe colocare en el lugar que le corresponda. De no ser sí el edificio
no tendrá la belleza gloriosa que ha diseñado el arquitecto.
Así que tenemos que tener en
consideración el lugar que nos corresponde estar como piedras vivas en la
iglesia del Señor cuyo cimiento es el mismo Jesús.
Recomiendo la lector que lea detenidamente
1 Corintios 12 porque trata precisamente de la construcción de la iglesia de
Dios, en este caso utilizando el símil de un cuerpo. El apóstol Pedro trata el
mismo tema pero desde la perspectiva de construir una casa espiritual (1 Pedro
2: 1-8). Si tenemos en cuenta ambos textos nos daremos cuenta que en muchas
ocasiones no nos ajustamos al modelo de iglesia que el Señor ha diseñado. En
ella se dan demasiados individualismos que dificultan que cada piedra viva
ocupe el lugar que le corresponde en la iglesia de Dios. En el símil del cuerpo
el apóstol describe la sintonía existente entre los miembros del cuerpo, cuando
alguno de ellos sufre el resto se aboca a ayudar al miembro doliente.
Analizando lo que Pablo y Pedro dicen respecto a la iglesia debemos
arrepentirnos por no comportarnos como piedras vivas en la casa espiritual, ni
con la solidaridad que deberíamos manifestar con los otros miembros del Cuerpo
de Cristo.
El
texto que comentamos nos presenta Epafras de quien deberíamos aprender la unidad
que debe prevalecer en el templo del Señor y en el cuerpo de Cristo su iglesia.
Nos lo presenta como siendo “uno de vosotros”, es decir, no está desvinculado
de vosotros, no va a su aire sin preocuparse de vosotros. “Siervo de Cristo”,
es decir que Cristo es su Señor y que
como siervo obedece humildemente las instrucciones que brotan de los labios de
su Señor. Epafras “ruega encarecidamente por vosotros en sus oraciones”, es
decir, ejerce de mediador entre los hermanos y Dios. ¿Ejercemos el ministerio de
la intercesión? ¿Tenemos presente a los hermanos en nuestros corazones y los
presentamos en el trono de la gracia de Dios para que el Señor los bendiga en
sus necesidades? ¿Qué propósito persigue
Epafras con sus ruegos por los hermanos? “Para que estéis firmes, perfectos y
completos en todo lo que Dios quiere”, es decir, que la imagen de Cristo se
vaya formando en ellos. Mucho tenemos que aprender de Epafras
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